Mira tú, nazarenito, que a mí me mola la Estrella. Siempre me gustaron los pulsos pese a que mis compañeros no les hacen mucha gracia. Si tuviéramos que repartir arquetipos capillitas entre los que hacemos Semana Santa en La Opinión de Málaga el menos místico de los tres soy yo. A mis compañeros les va eso del recogimiento y la contención, pero yo soy de vivas y guapas a las vírgenes, de destacar en las crónicas a los que bailan tras el trono del Señó Manué y me flipa una bulla así me maten, casi tanto como tres pulsos seguidos. Ahora, eso sí, con moderación. Y, qué quieren que les diga, me encanta la cofradía de la Estrella y, sobre todo, la figura de Jesús de la Humillación. Sin embargo, el Cristo, según me cuentan, se encerró sin las potencias debido a los pulsos -muchos, tal como se ve- a que lo sometieron durante el recorrido. Pero lo que viví en primera persona es el encierro eterno que se marcaron: la cofradía perchelera debía haberse encerrado a las dos de la mañana, pero lo hizo a las 4.22 horas, más de dos horas de retraso. Y digo que yo que no está mal que uno se marque un encierro como Dios manda, pero los conductores de un cercano parking tuvieron que esperar religiosamente 142 minutos de reloj a que el Perchel se despidiera de su Estrella y del Señor de la Humillación. Ahora, eso sí, el encierro de lujo.

Ayer mismo, por cierto, pensaba yo en la ortodoxia semanasantera y me llegó una foto magnífica en la que un pertiguero del Cristo de la Sangre levanta un cable para que el trono pueda pasar y lo hace con un micrófono. De diez. El cable estaba altito y lo mismo ni el palo llegaba. La creatividad al poder. Hablando de poderes, finalmente se consumó lo que muchos temían: Madrid, gobernado por la anexa a Podemos, Manuela Carmena (ella dice que no es del partido morado), no mandó a ningún representante oficial a la Virgen de la Paloma. Sólo vinieron, como cada año, los mazeros, así como el exalcalde madrileño Álvarez del Manzano (¡qué te gusta un chaqué, chiquillo!) y cinco ediles del PP en la capital, todos ellos a título particular. Pues miren, una decisión respetable. No se acaba el mundo.

Ahora en un tono más serio: ayer acudió al acto en el que El Rico liberó a una presa (la primera en 30 años, manda narices) Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, el líder de la oposición venezolana que está en la cárcel por encabezar las manifestaciones contra el régimen chavista en 2014. Su presencia fue todo un símbolo. ¿Por qué eligió este acto? A saber.

Por cierto, que flipé viendo a Mediadora en la Explanada de la Estación. Me encanta el corte de esta cofradía pero allí, cuando el trono de la Virgen estaba frente a la casa de ancianos de las Hermanitas de los Pobres, fui testigo de cómo las monjas le cantaron La Salve a la dolorosa junto a algunos de los mayores. Una señora del grupo, que tendría en torno a ochenta años, con las manos llenas de pétalos de flores, le decía a otra: «Qué bonita es la Virgen». Aquello me emocionó y pensé que sólo por eso está justificado que cada año se celebre la Semana Santa. Ojalá el año que viene esta señora pueda cantarle otra vez a esa Virgen tan bonita, tan poquita cosa, pero que cuando te mira te traspasa.