Cada cierto tiempo aparece en el universo cofrade una estrella que ilumina más que las demás. Irradia lucidez, entusiasmo y una facilidad inusitada para parir la más genial y afortunada de las ideas. Los cofrades, y por ende las cofradías, viven de eso: una idea que saque del apuro económico a unas maltrechas arcas; otra que sirva para divulgar devocionalmente a una imagen...

Manuel Sánchez Ballester, que estos días se encuentra algo alicaído, es una de esas pocas personas capaces de alumbrar ideas tan dispares y que llevadas a cabo resultan ser hijas de aquello dicho luego por muchos: esto se ha hecho aquí de toda la vida. Cofrade del Cautivo y del Rocío, secretario general de ambas corporaciones y devoto de las dos advocaciones blancas de una ciudad que lo vio nacer allá por la década de los años veinte.

En su etapa en la cofradía trinitaria, entre otras muchas cosas, logró el hermanamiento con el Ayuntamiento de Barcelona y traer a una nutrida representación para la procesión del Lunes Santo. De ahí surgió la actual denominación de avenida de Barcelona a lo que antes se conocía como Acera del Campillo o calle Tacón. Si algún día pasean por la calle Jesús Cautivo del Puerto de Santa María, observarán un mosaico con la imagen del Señor de Málaga y la leyenda: Jesús Cautivo, milagrosa imagen que se venera en la iglesia de San Pablo de la ciudad de Málaga, gracias también al hermanamiento entre la cofradía y el Consistorio de esta municipio gaditano.

Siendo secretario del Rocío ideó, entre otras, una petición para que el pueblo fuera quien llenase de flores los tronos procesionales de la hermandad de la Novia de Málaga. ¡Un clavel para el Rocío! Seguro que coincidirán en que hasta el nombre es una genialidad digna de un alumno aventajado del marketing moderno. A esta llamada fueron tantas las docenas de claveles que llegaron, que incluso se pudieron repartir muchos de ellos a iglesias, conventos y a otras cofradías.

Genio, figura y maestro para muchos, entre los que me incluyo.