El optimismo y las ganas de trabajar de Cristóbal Martos parecen no haber disminuido desde ese día en que, durante unas vacaciones escolares, entró a trabajar en el taller de su tío, Antonio López. «Llegó la hora de volver al colegio y le dije a mi padre que lo mío era eso, fue un flechazo», confiesa.

Han pasado muchos años desde entonces, pero como explica, «aparte de hacer mi trabajo, es que me gusta mucho y eso hay que vivirlo». Y el orfebre Cristóbal Martos, nacido en Lucena hace 58 años, lo vive a diario en su taller de la calle Nalón, junto al Camino de San Alberto, de donde salen todas sus obras artísticas, que luego procesionan por España.

Su relación con Málaga, que va camino de las cuatro décadas, comenzó en 1976, cuando tenía 23 años y montó un taller con un socio, aunque a los seis meses decidió seguir su camino. «Aquí llevo toda mi vida y mis hijos y mi mujer son de aquí», resume. El primer taller estuvo en el Camino de Suárez y en el 99 cambió al taller actual, con unos 450 metros, «porque el otro, un local de 200 metros cuadrados se nos había quedado pequeño y aquí, a la hora de montar un trabajo, luce más».

Protegidos por plásticos, en el taller descansan tronos, cruces guía, coronas, báculos... «Trabajamos para casi toda la provincia, la capital, Madrid, Almería, Albacete... para muchos sitios, aunque la crisis se nota, es normal».

Pero, ¿cómo trabaja un orfebre? Cristóbal Martos pone el ejemplo de una corona. «Lo primordial es el dibujo, una vez hecho lo ponemos en una chapa –de latón, de plata, depende de la materia prima– y sobre la chapa vamos trabajando. Luego viene el proceso del cincelado, la soldadura, el montaje, la pulidora y luego los baños de oro, de plata... es un proceso muy largo».

El orfebre estima que para realizar una corona para la Semana Santa de Málaga, «cuatro meses no hay quién te los quite». Y en cuanto a su participación en el proceso, Cristóbal Martos participa en todos ellos, por eso resalta que el suyo es un trabajo que se adquiere con la experiencia «y todos los días es día de aprender».

Cariño en el trabajo. Confiesa que le gusta tanto la Semana Santa que oye un tambor «y me pongo malo», por eso cree fundamental poner un plus de cariño al trabajo. «Es muy importante que el trabajo te guste». Un trabajo al que entra a las 9 de la mañana, «pero lo que no tengo es hora de salida».

Otra de las facetas de su taller, en el que entre otros trabajan sus hijos Nuria y José Carlos, además de su hermano, es la disponibilidad. «Tú puedes planificarlo todo pero si te viene un problema, no puedes decirle a un cofrade que no te va a dar tiempo, sino que te esfuerzas un poquito más».

En el momento de la entrevista, una de las obras del taller es un trono para el mes de mayo que irá a los Salesianos de Ciudad Real.

En cuanto a la Semana Santa de Málaga, este año ha restaurado todos los báculos de la Misericordia y a Mena le ha restaurado el halo de la Virgen de la Soledad, original de 1954. «Hemos hecho muchísimas cosas, lo que pasa es que no me gusta nombrarlas por si se me olvida alguna», señala.

De trabajos anteriores, recuerda por ejemplo coronas para la Virgen del Gran Poder de la Misericordia; la Trinidad; Traspaso y Soledad de Viñeros, así como casi todos los enseres del Rescate.

Cristóbal Martos espera vivir la Semana Santa con la ilusión de siempre. «Me gusta verlo en la calle y en los puntos clave, aunque tengo silla». No le faltará la energía y las ganas de disfrutar que demuestra en su trabajo de orfebre. Un flechazo en toda regla.