Algo me dice que esto se acaba... Evocamos ya una Semana Santa pletórica, como hacía tiempo que no ocurría. Málaga ha sido una gran fiesta, una ciudad completamente transformada. Y da alegría ver las calles llenas, a los malagueños viviendo con la cadencia de nuestros tronos durante una semana y contando el tiempo en función de los horarios e itinerarios de cada cofradía; y a los cruceristas ojipláticos ante tanto esplendor sin poder encontrar una explicación razonable a lo que estaban presenciando. Esto también es Semana Santa.

Debe de ser una tremenda satisfacción para los cofrades que la organizan comprobar cómo, además de rendir culto a Cristo y a su Madre, amén de representar su Pasión y Muerte y el trance y dolor de María, su función, la Semana Santa, sirve para que muchas familias puedan buscarse la vida con un puesto ambulante; para que el sector hostelero vea recompensado su esfuerzo con sus establecimientos y terrazas llenas; para que los taxistas hagan más carreras que ninguna otra época del año... Para que la maltrecha economía local reciba un impulso que directa, o indirectamente, nos beneficia a todos. Esto también es Semana Santa y aporta argumentos de tanto peso como el trono de la Virgen de la Esperanza para acallar las críticas de los bocazas de siempre.

A partir de hoy, la Semana Santa de 2014 quedará en la memoria colectiva como una de las mejores de los últimos tiempos. El discurso es muy fácil para quienes no tengan la más mínima capacidad de autocrítica, aunque es evidente que ha habido muchos «peros». Demasiados. Las cofradías tienen todo un año para ponerles remedio si en realidad sus dirigentes tienen interés por mejorar las cosas. Son aspectos que no escapan a la vista de los cofrades, aunque el gran público puede que no les preste atención. Aquí sí que habría que mostrar ambición. Sólo así se puede intentar mejorar lo que ya parece perfecto.

Las ruedas de los carritos también chirrían, como los neumáticos en el asfalto a lo largo de las próximas jornadas. Reminiscencia de días de penitencia que nos pueden ayudar a reflexionar si hemos satisfecho fielmente con nuestra obligación como cofrades. Si hemos cumplido con lo que nuestros sagrados titulares nos pide a cada uno de nosotros. Ha sido la Cuaresma de los ensayos y eso se ha advertido a la hora de llevar los tronos. Ya no sólo se hace con suma dignidad, también con arte y elegancia. Aquí sería necesario aplicar la perspectiva y no olvidar nunca que ese sacrificio bajo el varal siempre tiene que estar dedicado al Señor y a la Santísima Virgen, ni más ni menos. No hay que caer en la tentación de convertir la Semana Santa en una afición sin Dios, como dijo el pasado mes de julio en Málaga Carlos Bourellier, presidente del Consejo de Cofradías de Sevilla, reforzando una idea que este búho lleva años advirtiendo.

La música ha alcanzado unas cotas de protagonismo inusitadas cuando no hace tanto que un solitario redoble servía para marcar el paso, hasta el punto que las crucetas musicales se han convertido en algo prioritario. Culto a la música. Ésta, en todo caso, tiene que estar también al servicio de la imagen a la que acompaña, ni siquiera al servicio del trono.

Y lo que falla estrepitosamente y seguirá fallando hasta que no se le conceda la importancia debida son las filas de nazareno. Falta compromiso y sobra juego. Falta educación. Falta orden. Falta cultura, prestigio, compostura y actitud. Si los ensayos han sido eficaces para los hombres de trono, si se crea también hermandad entre ellos, que se ensaye si es necesario también con los nazarenos para proveerlos de todo el sentido que tiene su figura. Para que sean transmisores. La vitalidad de las cofradías es directamente proporcional a la formación de los cofrades que la integran. Hoy empieza la Semana Santa de 1015. Que sea fructífera para todos.