Y es que, amigos, ser nazareno es mucho más que recoger un puesto y «vestirse» un día al año. No se trata de disfrazarnos, sino de revestirnos de nazareno. ¡Para disfrazarse ya hay otras muchas ocasiones!». Lo apuntaba Cari Ledesma en su pregón de la Semana Santa de este año, en esa primera parte en la que dijo tantas cosas, aunque luego puede que pasaran inadvertidas por la densidad de su discurso. La pregonera se mojó y sus palabras resonaban ayer más que nunca, cuando a las cinco de la tarde ya se veían nazarenos malvas de Consolación y Lágrimas por la calle Carretería viendo Salesianos, y eso que aún faltaban cuatro horas para que la archicofradía iniciara su recorrido. O cuando Expiración regresaba por Larios y, seguía habiendo nazarenos de la Sangre por las calles, descontextualizando el hábito que sólo tiene un sentido y un fin. La túnica no es ropa de abrigo. La túnica es lo que nos hace iguales, lo que hace que el público no se distraiga saludando rostros conocidos y no tiene sentido, ninguno, revestirla sin el capirote o sin el capillo. Queda ridículo. Urge una mayor cultura nazarena en la ciudad.

El Miércoles Santo es quizás el día que más se evidencia la necesidad de que alguien explique qué significa salir de nazareno. Que no es jugar, por Dios. Ni llenarse el guante de cera. Y ahora, irán a la radio a llamarme místico. Hola Villanúa.

De recogida. Uno sale del periódico después de varias horas de encierro obligatorio como si fuera un Miura que sale a la plaza: dispuesto a recuperar el tiempo invertido en escribir y pegando cornás, si es preciso.

– Hola chicos, ¿os apetece una copita en Opium?

– No gracias, vamos al inciensum.

Mantengo la teoría de que Arquímedes era cofrade. El listón lo pone cada cofradía en su sitio, con su puesta en escena, con su ejemplo y coherencia nazarena. Y el público, diestro o menos avezado, responde siguiendo la máxima de acción-reacción. Una teoría de los vasos comunicantes penitencial, podría considerarse. Si una cofradía lleva mantillas es posible que alguien las satiree. Es como ponerle a un cleptómano una caja de caudales abierta en sus narices y pretender que no robe. Si una cofradía levanta a pulso, que no espere que nadie considere que la severidad y el rigor forma parte de su modus operandi en la calle. Y ahora irán a la radio y me llamarán místico. Hola Villanúa.

Los últimos compases del Miércoles Santo sirvieron para comparar cómo la Virgen del Amor levantaba a pulso en Císter para recibir una petalada. Algo inédito. La campana estaba rota, pero dio la orden y el trono obedeció. O para observar cómo los nazarenos de la Sangre regresaban con velas que más bien parecían de tarta de cumpleaños, cuando apenas llevaban cinco horas de procesión, aunque la Virgen de Consolación fue un feliz reencuentro. O para lamentar que la Expiración se haya quedado sin esencia y sin alma. Y es una pena, aunque el Crucificado de Benlliure sigue siendo un portento, y la banda de antiguos alumnos, que es una auténtico milagro anual, era mínima, pero sonaba de maravilla pese a que sus ensayos son irregulares. No es lo de antes.

– Isa, ¿cómo vas?

– Se me han roto las gafas, se me ha hundido un tacón y las medias me llegan por las rodillas... Por lo demás...

– ¡Ah! Entonces bien.

­– ... He venido por Él.

Sin embargo, muchos hermanos optaron por no revestirse el hábito y ver la procesión desde fuera. Ni el Cristo ni la Virgen de los Dolores se merecen una cofradía dividida.

Un nuevo expiracionista en el mundo. Juan Carlos Estrada, gran expiracionista, es «apretao» hasta para parir. Su mujer, Olga, dio a luz al pequeño Juan el mismo Miércoles Santo, a las cinco y media de la tarde. ¿Alguien piensa que será de alguna otra cofradía que no sea de la Expiración?