El Señor del Sepulcro y la Virgen de la Soledad cerraron el Viernes Santo con su desfile un año muy especial: tienen nueva sede canónica, la abadía de Santa Ana, que inauguraron el 25 de enero con un traslado desde los Mártires; e hicieron, por primera vez, el traslado de vuelta desde su casa hermandad poco después de encerrarse, casi a las cuatro de la mañana del Sábado Santo. Además, este año no hubo lluvia y pocos se acordaron de la triste salida del Viernes Santo de 2013, cuando el cortejo hubo de darse la vuelta a las dos horas de procesión. El estreno principal: los seis varales del Cristo, que flexan más y reparten mejor el peso.

Si hay un calificativo para definir el cortejo es el de brillante. El buen hacer y la solemnidad del desfile son las notas predominantes. Ningún capataz ni ningún mayordomo dan una voz más alta que otra. La comunicación a través del silencio, la oración como vehículo de transmisión. Toda Málaga asistió callada al paso del Señor sobre su catafalco, sobre el que un dulce sudario guarda el cuerpo del redentor. Detrás, la Virgen de la Soledad, impresionante en un trono que gana muchísimo con la candelería encendida y la oscuridad de la noche. Los tronos fueron escoltados por un piquete de la Armada, otra novedad.

El Señor fue acompañado por la Banda Municipal de Música, que interpretó básicamente la Marcha Fúnebre de Chopin, amén de alguna pieza más del mismo corte. La Virgen llevó tras de sí la Banda de Música de la Esperanza, que bordó una cruceta a ratos fúnebre y a ratos más animada. La salida desde la casa hermandad de calle Alcazabilla con la marcha Soledad del Sepulcro fue, sencillamente, para enmarcar; al igual que el paso por la rotonda de Larios con Mater Mea o por la Tribuna de los Pobres con Soledad.

Sin agua alguna y ya bien entrada la madrugada, se hizo el íntimo traslado de vuelta. De Alcazabilla a Santa Ana, hasta el año que viene.