Silencio y oscuridad. El chirriar de la puerta de San Felipe Neri que se abre. Desde el interior apenas sale más luz de la que hay en la calle. Solo la trémula llama de los largos cirios de los penitentes de Servitas. El silencio es total salvo por el murmullo en el rezo de la Corona Dolorosa que recuerda los siete dolores de la Virgen.

La calle se va oscureciendo y silenciándose según avanza el cortejo de Servitas. Miles de persona abarrotan las calles a su paso reclamando silencio al imprudente que habla más fuerte de lo debido o tiene el móvil con sonido. Siguió el rezo de la Corona Dolorosa.

La Virgen de los Dolores de Fernando Ortiz viste de riguroso luto y solo el halo brilla para enmarcar su rostro de dolor. El tambor ronco que anuncia la llegada del cortejo, el zumbido casi inaudible del timbre para dar las órdenes en el trono y el tambor de cola que marca el ritmo. Estos son los únicos sonidos de esa procesión de luto y silencio. Alejada de las marchas, aplausos y 'vivas' de días pasados. Siguió el rezo de la Corona Dolorosa.

Las luces no se apagaron en todos sitios al paso de este cortejo. Es una queja habitual, casi rutinaria en los últimos años. Eso no impide que la procesión continúa. Como tampoco la pudieron parar un grupo que intentó crear una estampida con gritos de Alá y carreras cuando el trono estaba a la altura de la esquina entre las calles Granada y Ángel. El público mantuvo la calma. La Policía, esta vez sí, estaba cerca y actuó con rapidez. Incluso el público le dijo a los servitas que no pasaba nada, que podían seguir sin problemas. Aquí, por esta vez, la historia fue otra. Siguió el rezo de la Corona Dolorosa. Y así hasta el final de Viernes Santo.