"Piensa ante de actuar". Esa es una máxima de toda persona prudente. Algo que se ha convertido también en una forma de trabajo en la cofradía del Monte Calvario, donde el buen gusto y la argumentación de cada decisión se toman con naturalidad. No se elige algo por que sí. Todo tiene un por qué, un sentido, un mensaje.

Ver el trono del Yacente es un regalo para los ojos, pero también para la mente inquieta e inquisitiva. El programa iconográfico del cajillo es un relato de la Pasión de Jesús realizado con buen gusto y pericia. Por eso es más que recomendable seguir a la cofradía, darle vueltas al trono, escuchar su selección de marchas (nunca falla 'Ione', 'Virgen del Valle' y 'Margot') y dejarse llevar por un grupo escultórico con muchos detalles. Eso sí, merece la pena verla desde un poco de altura.

El grupo escultórico es todo un ejemplo de mensaje sobre la Pasión. Nicodemo tiene ceñido en el fajín las tenazas usadas para quitar los clavos de la Cruz, mientras José de Arimatea, hombre rico en su época, muestra un rollo de papel en el que está el título de propiedad de la tumba fue enterrado Jesús, mientras que las tres Marías (Salomé, Cleofás y Magdalena) llevan los tres símbolos del martirio de Jesús entre sus manos: los clavos, la corona de espinas y el sudario. De un vistazo se resume toda la Pasión de Jesús. A esto se le une el buen gusto Guillermo Briales a la hora de vestir a las imágenes.

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Viernes Santo | Monte Calvario

El resultado es un conjunto elegante, armonioso, con un mensaje claro en cada elemento que se ha elegido. Un trozo del Evangelio que es portado por los hermanos del Calvario a hombros y que es precedido por un cuerpo de nazarenos generoso en su número, con filas apretadas y ordenadas, obediencido como uno sólo a las órdenes que los jefes de tramo transmiten con los golpes en el suelo con el bastón. Eso también es un ejemplo de coherencia y trabajo interno, con una implicación total de los hermanos para la organización de la procesión. Además, y eso es más que destacable, con una gran cantidad de niños participando como nazarenos, demostrando que ser una cofradía de Viernes Santo y con un carácter muy serio no está reñido con atraer a los más pequeños.

La cofradía, que tuvo que estar esperando unos 10 minutos en la calle Nueva a que Dolores de San Juan terminara de pasar, mantuvo el silencio entre el público a su paso. La Virgen del Monte Calvario lucía elegantemente en su trono. Destacaban unas espectaculares piñas de rosas de color rosa, que se complementaban con tres rosas del mismo color en cada una de las anforitas que rodean el trono. Un detalle de mucho gusto y que aporta un elemento diferente a los habituales exornos florales.