El reloj marcaba las siete y media de la tarde cuando la cofradía del Santo Traslado y la Soledad de San Pablo enfilaba la Rampa de la Aurora, tras haber salido casi una hora antes. De este modo, la hermandad dejaba atrás su barrio, la Trinidad, para recorrer el resto de la ciudad en la tarde noche del Viernes Santo.

Tras la Banda de Cornetas y Tambores del Real Cuerpo de Bomberos, que ponía los sones musicales al inicio del cortejo, avanzaban sus nazarenos con túnicas de terciopelo negro y fajín con capirotes burdeos y celestes, escapularios con el escudo bordado, báculos y la escuadra romana, que este año estrenaron vestimenta. En los pies de los penitentes, sandalias con calcetines blancos. Un toque diferente, distinto, el de esta cofradía de Viernes Santo que lleva el barrio por bandera.

Tal es la esencia trinitaria que en el cortejo procesionaban nazarenos del Cautivo, una manera de de contar con el apoyo de su cofradía hermana. Además, al Cristo lo acompañó la Banda de Cornetas y Tambores del Cautivo y a la Virgen de la Soledad, la Sinfónica de la Trinidad.

El trono de la Soledad de San Pablo entró en Pasillo Santa Isabel con la marcha 'Santísimo Cristo del Desamparo y Abandono' con un público que contemplaba la talla a su paso en silencio. Su trono, restaurado el pasado año, estaba exornado con rosas de color rosa. El Señor, ya en Plaza de Arriola, entró con la marcha 'Ecce Dominus'. Ya después sonó 'Cristo de la Sangre'.