El príncipe de Maquiavelo funde textos de las obras más conocidas del autor italiano, dándole voz a un fascinante personaje para demostrarnos que el poder, de cualquier ideología y época, obedece siempre a las mismas reglas, sea cual sea el fin, sean cuales sean los medios. 500 años después, El príncipe sigue siendo objeto de debate. ¿Es un manual escrito para que los gobernantes sepan cómo manejar al pueblo o es un aviso al pueblo acerca de cómo somos manejados por los gobernantes? La ambigüedad es una constante en la obra y vida de Maquiavelo y no habría que diferenciar la una de la otra.

Ahora llega al Teatro Cervantes El Príncipe de Maquiavelo, la primera adaptación al teatro de este ensayo filosófico que firma el prestigioso y reconocido dramaturgo Juan Carlos Rubio, quien además de convertir el texto político en una dramaturgia teatral se ha encargado de la dirección escénica del espectáculo.

Nicolás Maquiavelo, el escritor del texto originario y el protagonista de la función, es encarnado por uno de los mejores y más completos actores del panorama nacional, Fernando Cayo, quien da vida a este personaje a través de un monólogo que condensa en 70 minutos fragmentos de la obras de El Príncipe, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, El arte de la guerra, La Mandrágora y correspondencia personal de Nicolás Maquiavelo.

Nicolás de Maquiavelo estuvo al servicio de la República (Italia XVI) y durante muchos años es el hombre de confianza para cualquier misión políticamente complicada. Pero en 1512 pierde su puesto, es encarcelado y torturado por sospechoso de la conjura contra los Médici. Finalmente, y tras un forzoso retiro, recuperó parte del favor perdido, aunque nunca pudo volver a ocupar el lugar preferente que la altura de su discurso hubiera necesitado. Maquiavelo escribe El príncipe en 1513, mientras se encuentra encarcelado. Su objetivo es mostrar cómo los príncipes deben gobernar, según las distintas circunstancias, y cómo pueden mantenerse exitosamente en su poder, a costa de cualquier acción. La conservación del estado obliga a obrar «contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad y contra la religión». Para ello se requiere dejar de idealizar gobiernos inexistentes y aceptar que el ejercicio real de la política contradice con frecuencia la moral y que jamás puede guiarse por ella.

Estos textos redactados hace 500 años «parecen escritos esta mañana», subraya Rubio. «En todo momento hay un paralelismo entre lo que dice el protagonista y lo que vemos en los medios, en las campañas electorales, la corrupción? porque los seres humanos hemos avanzado en la tecnología, pero el odio y el ansia de poder están desde que el hombre vivía en un árbol». «Da miedo en la medida que la verdad dé miedo. En ese sentido sí, pero es la verdad. No es más lo que somos como seres humanos lo que muestra Maquiavelo, cómo nos comportamos en política y en sociedad. Él tiene la valentía de mostrar la verdad y, ahora, los espectadores necesitarán la valentía de asumirla y entender que los seres humanos a veces somos crueles, maquinadores y perversos, pero también podemos ser justos y trabajar por los demás». asevera.