El de Diego Guerrero es un nombre secreto, de culto para los que realmente aprecian el flamenco en su vertiente más abierta. Pero todo esto puede cambiar: su nominación a los Grammy en la categoría de Mejor Álbum de Flamenco (Vengo caminando) debería llevarle a las cotas de éxito y reconocimiento que su talento lleva pidiendo años.

Quizás lo masivo ha eludido a Guerrero porque él, desde luego, es un talento difícil de clasificar. Es cantante y guitarrista, sí, pero también arreglista y productor, fan de Paco Toronjo pero también recientemente de Aphex Twin, y un estudioso de la música medieval de Guillaume de Machaut o de Orlando di Lasso, además de un constante investigador en músicas vocales polifónicas populares. Como pueden imaginar, lo suyo trasciende la etiqueta de flamenco fusión.

El onubense se formó, de día, en los Conservatorios de Sevilla, Granada y Córdoba, donde estudió composición y música orquestal, y de noche, en los barrios flamencos con una guitarra al lado de una candela. Y así empezó su atrevida propuesta de acercar el flamenco a otras músicas. Es en 2004 cuando es elegido director de la Big Band Flamenca de Rubem Dantas, lo que le colocó de un plumazo en la élite del flamenco-jazz español, gracias a un original trabajo como arreglista nunca visto antes. «Estos arreglos marcarán un antes y un después en la historia del flamenco», resumió el respetado trompetista Jerry González.

En 2009 dio el salto a la capital para lanzar su carrera como intérprete, donde, al poco tiempo, ya se relaciona con la élite del flamenco y del jazz. Revoluciona la noche madrileña con el nacimiento de la Diego Guerrero Flamenco Jam, en el mítico Café Berlín. Durante 3 años se reunieron los nombres más grandes del flamenco, y se dejaron llevar, confiados, por un acompañamiento sublime, diseñado y arreglado por la mano de Diego. Pepe Habichuela, Diego del Morao, Montse Cortes, Pakete, Josemi Carmona, Jorge Pardo, Javier Colina, Potito o Alain Pérez, son sólo algunos de ellos... Y así se creó una cita semanal ineludible, que desde su nacimiento y hasta su último día, convocó a músicos y seguidores de los cinco continentes.

Es a partir de 2013 cuando Diego decide cocinar lo que sería su primer disco, Vengo caminando, sin descuidar sus apariciones en festivales como Etnosur, Festival JazzyMás, Festival Grec de Barcelona, La Suma Flamenca, Womad, La Noche Blanca de Flamenco de Córdoba, Gent Festival o el Festival de Jazz de San Sebastián, dando el salto a los principales teatros y auditorios de Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Croacia, Bélgica, Italia y Alemania. Y, por fin, llegó el álbum, con las colaboraciones, entre otros, de Diego el Cigala, Caramelo de Cuba, Juan Antonio Salazar, Josemi Carmona, Carles Benavent o Guadiana. Llegaron los parabienes y los halagos y una inesperada nominación al Grammy. Porque aquí no hay una gran discográfica detrás. Todo está conseguido desde la más absoluta independencia: de hecho, el disco, que tiene un sonido espectacular, se financió gracias a una campaña de crowdfunding. Porque Diego Guerrero lo tiene claro: «Iniciativas originales hay muchas y muy buenas, pero estamos en España y acaban muriendo de agotamiento. Si fueran proyectos americanos, ingleses o australianos, serían referencia mundial, sin duda. España es el país de los músicos de élite, que viven de acompañar a cantantes amateurs», declaró recientemente en La Voz de Almería.