Ha cantado con regularidad en los más importantes teatros de ópera de todo el mundo, junto a las mejores orquestas y directores. En 1994, tras actuar en el Teatro de la Zarzuela con unas funciones de La italiana en Argel, de Gioachino Rossini, le fue detectado un cáncer testicular que le llevó a frenar su carrera. Regresó a los escenarios en 1996, en el mismo teatro español, para interpretar Don Pasquale de Gaetano Donizetti y continuó triunfando en ópera belcantista, culminando en 2007 el Otelo rossiniano en Pésaro junto a Juan Diego Florez. Su voz comenzó a perder las agilidades para ser tenor ligero y empieza a evolucionar hacia papeles dramáticos verdianos. Debuta en 2012 como Otelo en La Fenice de Venecia, siendo el único tenor en la historia en cantar en una misma temporada (2012-2013) tanto el Otelo verdiano como el rossiniano.?

Los logros de Gregory Kunde han sido reconocidos con numerosos galardones. Recientemente ha editado su primer disco en solitario, Vincerò, en el sello Universal, en el que interpreta algunas de las arias más importantes para tenor junto a Ramón Tebar y la Orquesta Sinfónica de Navarra. En el Teatro Cervantes entonará un recital, acompañado por el pianista José Ramón Martín, compuesto por obras de V. Bellini, G. Rossini, G. Verdi, G. Puccini y R. Leoncavallo. Todo un lujo poder disfrutar de la voz de un tenor como Kunde.

Aclamado a lo largo de su carrera por sus interpretaciones de roles del bel canto italiano y francés, en los últimos tiempos se ha forjado un gran prestigio en el repertorio verdiano. ¿Al público le cuesta desencasillar al cantante?

No. Al principio del cambio hay parte del público que le cuesta creerte. Ahora creo que ya no tengo que convencer al público, me han aceptado en ese repertorio.

¿Puede hablar, entonces, de repertorio predilecto?

Siempre digo que mi repertorio favorito es el que estoy haciendo en este momento. Aunque tengo que decir que echo de menos hacer más bel canto. Es como volver a casa y no siempre tengo ocasiones de hacer bel canto.

Cuando se habla de ópera vienen a la cabeza los grandes clásicos: Mozart, Verdi, Bellini... Empezamos a conocer algunos del siglo XX como Britten. Pero ¿por qué no hay óperas que se desarrollen en pleno siglo XXI, con personajes pegados al teléfono móvil y redes sociales?

Probablemente existen óperas del siglo XXI, pero una producción es muy cara de hacer, de ahí que se elijan producciones más seguras.

¿No atraería a un público joven?

Nos equivocamos cuando decimos que para atraer a más jóvenes a la ópera hay que hacer cosas de jóvenes. Eso no es ópera. La ópera es un arte que requiere de experiencia. No por programar óperas más actuales o con gente más joven se llenarán los teatros de jóvenes. La ópera es el conjunto del espectáculo: es el vestuario, el set, el coro, los solistas, la orquesta... No hay micrófonos. Cuando llevas a un joven a ver pintura moderna no le impresionará tanto como ver un Velázquez. Si traes a un niño de 10 años a ver Carmen se quedará boquiabierto, se divertirá, porque es la primera vez que ve algo parecido.

¿Dónde se ve de aquí a 10 años o no le gusta planificar su trayectoria a tan largo plazo?

¡Jugando al golf! (ríe) Me gustaría dar clases, trabajar con gente joven. Ser cantante es algo que se lleva en la sangre, así que como músico es difícil jubilarte. Tengo formación como director y me gustaría ejercerla más, pero por ahora tengo calendario como cantante hasta 2022. Soy muy afortunado, desde el principio de mi carrera cuando me acogió Alfredo Kraus.

¿Qué le enseñó el gran Alfredo Kraus a usted?

Sobre todo dos cosas: a entonar los agudos; tenía una técnica única que no servía para todo el mundo. Y también me dijo que con 25 años no sabría lo que mi voz era capaz de hacer, que tendría que esperar hasta los 50. Así que me enseñó que tenía que ser paciente. Yo no descubrí lo que mi voz era capaz de hacer hasta los 52.

Si tuviera la oportunidad de viajar al pasado, ¿qué le diría al Gregory Kunde de sus comienzos?

A la gente joven le digo que sea paciente, que esto es una carrera de fondo. A los 28 años no puede pretender cantar en el Metropolitan de Nueva York. Yo fui paciente pero tuve un par de bajones en los que la voz no me respondió.

Como espectador, ¿qué ópera le ha parecido insuperable?

La Bohème, de Puccini, porque me hace llorar.

¿Qué escucha usted en su tiempo libre?

Jazz y soy muy fan de Frank Sinatra, es mi ídolo. Ahora mi hija me está introduciendo en el country.

¿A qué le presta más atención, a las críticas negativas o a los halagos?

Nunca leo las críticas, es mi agente quien las lee (ríe). En 1998 cantaba en pequeñas óperas regionales y solo me dedicaban una frase. Una vez quise que me dedicaran, al menos, un párrafo, y cuando lo hicieron fue para mal. Así que ya no las leo. Si te crees las buenas críticas también debes creer las malas.

¿Se lo pasa mejor sobre el escenario que antes?

Sí porque ya tengo la experiencia de muchos años. Pasarlo bien es un privilegio. A veces veo a compañeros sufrir antes de salir al escenario y pienso: «¿qué necesidad tienen de pasar por eso?»

¿Echa de menos trabajar más en Estados Unidos?

Sí, me gustaría trabajar más en mi tierra. Es curioso. Aunque hayan leído que haces bien un repertorio fuera hasta que no te ven allí no se lo creen. Adoro cantar en Estados Unidos pero no lo tengo en mis próximos planes. Esto me lo preguntan también mis propios colegas , no solo vosotros, la prensa.

¿Cuál es su teatro favorito de todos en los que ha cantado?

Para cantar, el más maravilloso es el Teatro Colón de Buenos Aires. Como público, me quedo con Madrid, Barcelona, Valencia... Y el Teatro Regio de Parma es especial por su vínculo con Giuseppe Verdi.