Reniega de la etiqueta de «hip hop culto», aunque cite versos de Machado y el cine de Sorrentino. Se trata de Sharif, el rapero existencialista creador del disco Acariciado mundo, y filólogo autor de un poemario que pronto tendrá continuación, aunque también decline llamarse poeta. Actúa mañana en la Sala La Trinchera.

«Esa palabra se usa con mucha ligereza. Rap y poesía no son lo mismo, aunque sean parientes. De hecho, no todos los raperos tienen la sensibilidad para escribir poemas, aunque puedan escribir sobre lo que quieran», declaró el músico hace unos meses en una entrevista con la Agencia Efe.

A la espera de su próxima entrega literaria, tras Lo vívido vivido, su afán lírico vuelve a quedar patente en Acariciado mundo (Boa), desde su título, prestado de un poema de Ángel González, hasta su libreto, donde ha incluido algunos textos sin música de fondo.

«El artista es un hombre huraño que persigue el incendio y no la lumbre», escribe en uno de ellos, palabras que encuentran réplica en el repertorio del álbum cuando rapea: «No es el ego lo que me impulsa a escribir sino el miedo a morir sin haber dicho nunca nada».

Para Sharif Fernández (Zaragoza, 1980) «en toda creación hay cierta destrucción». Constituye, añade, un paso necesario para ofrecer un producto con criterio. «No todo tiene que ser un sesudo ensayo, pero hay una responsabilidad con el oyente; hay que ser consciente de la repercusión que tiene el arte en la gente que lo consume», subraya tras hablar de «respeto» y cierto contenido, algo que en su opinión no abunda en el género en el que se mueve.

Para él, «siempre ha habido mucha pose en el hip hop», fruto de ese «feroz capitalismo neoliberal" importado de EEUU y lamenta que el repunte de la música urbana venga acompañado de un discurso vacío basado en «lo que soy, lo que tengo, lo que gano y lo que me mide la polla». «Me da miedo que la juventud se confunda», insiste Fernández, que rememora sus propios inicios como artista a través de una entrevista rapeada y repartida a lo largo de un álbum que toma el relevo a Bajo el rayo que no cesa (2015). En esos extractos pone de manifiesto por ejemplo la importancia de su ciudad, «donde las flores tiritan de frío», como germen de sus inquietudes. «La importancia de Zaragoza es mayúscula por la idiosincrasia del maño, por la base americana que tuvo y por su tamaño, ya que me permitió estar muy cerca de mis referentes como rapero y hacerlo desde una perspectiva positiva», explica.

Admirador de Kendrick Lamar, pero también de Camarón y de Junco, en sus bases musicales cobra especial presencia el flamenco, que es «el soul de los españoles en cuanto música del dolor, del quejío». Para este disco ha logrado la participación de dos artistas experimentados en ese cruce de caminos, MAKA y Miguel Campello (ElBicho).