Los desordenes del sueño engloban a una serie de trastornos que afectan al desarrollo normal del ciclo sueño-vigilia. Algunos de ellos pueden ser muy graves e interferir en las funciones físicas, mentales y emocionales de la persona afectada.

Con la llegada del calor estos problemas del sueño se acentúan y aumentan las dificultades para conciliarlo y mantenerlo. El rango de edad en el que los trastornos del sueño tienen mayor incidencia es en las personas mayores, que son las más perjudicadas siendo los factores ambientales directamente influyentes en su sueño, haciéndolo más inestable y fragmentado.

La causa de ello es la alteración de la función del hipotálamo, centro regulador de la temperatura corporal y del sueño lo que provoca que los episodios de sueño no estén siempre asociados a la oscuridad nocturna, al contrario que en otras etapas de la vida.

Esta irregularidad tiene una implicación importante en las consecuencias cardiovasculares del paciente. Además, los trastornos del sueño aumentan el riesgo de accidentes cerebrovasculares y cardiacos que frecuentemente ocurren en las últimas horas de la noche o al despertar favoreciendo la aparición de trastornos como diabetes u obesidad.

La principal consecuencia es la aparición de fatiga, somnolencia diurna en situaciones poco estimulantes y una reducción de las capacidades cognitivas, pérdida de memoria y de concentración, y sensación de desmotivación.

El ejercicio físico y una moderada exposición a la luz solar son elementos que ayudan a mejorar la calidad del sueño. Para prevenir esta pérdida de calidad de vida se recomienda también una dieta sana y una vida social activa. Seguir las normas de una buena higiene del sueño resulta asimismo esencial, es decir, mantener horarios regulares, evitar los estimulantes al final del día, no ver la televisión en la cama, acostarse cuando aparezca el sueño y realizar actividades relajantes antes de ir a dormir.