El Bien Estar

Los pensamientos automáticos y el chiste de la guitarra

Espejo

Espejo / KWG

Karenn Wallace

Karenn Wallace

Juan quiere cantar una canción en la fiesta de la empresa pero no tiene guitarra y piensa que sería fundamental para el acompañamiento; es más, cree que sin guitarra sería un fracaso. 

-Creo que mi vecino, Andrés, tiene una guitarra...

Va a casa de Andrés para que le preste su guitarra y poder usarla en la fiesta.

De camino a casa de Andrés, Juan comienza a pensar: "Mmm... Pero Andrés me va a decir que si yo no sé tocar bien la guitarra mejor que lo haga a capela; yo le contestaré que algo me defiendo con la guitarra, y él me dirá que nunca me ha visto tocar la guitarra, y yo le diré que en mi época del insti tenía una y algo tocaba, y Andrés me responderá que no está seguro de si pasármela, que se la voy a desafinar y yo le contestaré que tampoco hay que ser un genio para tocar la guitarra –rinnnggg toca el timbre- y él me dirá que tocar guitarra no es tan fácil como todo el mundo cree…".

Se abre la puerta y ahí está Andrés:

-Mira, Andrés coge tu guitarra y métetela por el...

Este chiste siempre me hace brotar esa risa tontuna; es muy malo, ya lo sé, da vergüenza ajena, también, pero dejando de lado la exageración, hay mucha verdad en él. Estoy segurísima de que te has encontrado teniendo pensamientos automáticos, del tipo “puf, esto no va a salir bien”, “mi jefe me tiene manía”, “esto lo ha hecho a propósito”, “no sirvo para esto, lo dejaré”, “siempre me pasa lo mismo”, “al final va a ser siempre lo mismo”, “debería haberlo hecho de otro modo”, etc. Los pensamientos automáticos, en este caso negativos, son esos diálogos repetitivos, sin filtro que mantenemos con nosotros mismos, ya sea adelantándonos a los hechos, tratando de explicar situaciones o simplemente intentando justificar nuestras acciones. Este tipo de pensamientos son altamente valorados por nosotros y tomados como verdades absolutas por lo cual no realizamos ningún análisis de ellos y ahí continúan, indemnes y tomados por válidos. 

Pero, ¿qué validez tienen? Hay varias formas de comprobarlo y de desactivar estos pensamientos; sólo unas preguntitas de nada te alejan de mantener la calma, coger una oportunidad o bloquear tu potencial, y privarte de lo real, de tus opciones, de tus oportunidades. Cuando vengan estos pensamientos, pregúntate: ¿Es objetivo lo que estoy pensando? ¿En qué me baso para pensarlo? ¿Qué utilidad tiene lo que estoy pensando? ¿Tengo pruebas de que esto es así? ¿Hay otro modo de enfocar esto? Y hasta que no hayas respondido todas estas preguntas no le des ni una sola gota de validez a este tipo de pensamientos. 

Protégete, cuida tu mente, porque este tipo de pensamientos no solo te impiden crecer, sino que hacen mella en ti, te minan, algunos llegan a ser tan habituales y reiterativos que provocan pensamientos tan distorsionados y tan separados de los acontecimientos que te hacen interpretar la realidad, tu realidad de una forma totalmente errónea y disfuncional. 

¿Qué hacer? Primero, toma conciencia de tus pensamientos, reconócelos, descúbrelos, una vez que seas consciente de ellos, decide qué pensamiento va a tener tu atención y cual no, cuál te ayuda y cuál te daña, y transforma ese pensamiento negativo en algo que te beneficie o que por lo menos no te estorbe.

Distráete, cambia la tarea que estás haciendo, muévete. Un truquillo que puede venirte muy bien: hacer cosas cotidianas como lavarte los dientes, centrándote en cuántas cepilladas das, cómo se va llenando tu boca de espuma, cómo llevas el cepillo de arriba abajo, de un lado a otro, o lava los platos y ve contándolos, mira cómo se hace espuma en la bayeta, cómo pasas sobre los platos y vas quitando las manchas o dobla la ropa y céntrate en contar cuántas prendas estás doblando, fíjate en como lo haces, cómo doblas, lo importante es que estés totalmente centrado en la actividad. Esta acción aleja ese pensamiento automático y negativo y “duerme” al disparador que los provoca. Eso te dará tiempo para salir de ese bucle y buscar un enfoque nuevo. ¿Cómo lo harás? Apunta el pensamiento repetitivo y automático, apunta la emoción que te genera, hazte las preguntas que menciono unos párrafos más arriba, dale a tu pensamiento una puntuación de fiabilidad, por ejemplo, de 1 a 10 y por último, sustitúyelo por un pensamiento beneficioso que pueda darte una visión real de lo que estás viviendo.