Dicen que un abrazo tiene que durar seis segundos para que tenga un impacto químico en el cerebro. Un abrazo de verdad ayuda a mejorar la salud física y mental. Y reconforta cuando el momento es duro y complicado.

El Lunes Santo se dieron muchos abrazos en la casa hermandad del Cautivo, pero de los de verdad, de los que incluso duran más de seis segundos, los que se sienten dentro del alma y no se quedan en una simple palmadita de compromiso. Suspender la salida penitencial después de todo un año de trabajo no es plato de buen gusto, pero la responsabilidad tiene que estar por encima de todo. Y hay que saber relativizar y desdramatizar. Es complicado pero, por supuesto, y por desgracia, hay cosas peores en la vida.

El Lunes Santo el Cautivo no desfiló ante Málaga. Fue Málaga la que desfiló ante el Cautivo. Lo hizo en aluvión, justo después de anunciar que no iba a salir, con muchos nervios y más empujones; o en filas pacientes e interminables... hasta las cuatro de la madrugada, cuando tal y como se había anunciado, se cerraron las puertas.

Fue como una especie de velatorio en el que quienes visitaban la casa hermandad daban el pésame –sin que nadie hubiera muerto, por fortuna– por no procesionar y su ánimo por haber tomado la decisión que compartían como correcta. Hubiera pasado lo que hubiera pasado, hubiera llovido o aun sin caer ninguna gota, realmente era la decisión correcta. Pero cuando la lluvia hizo acto de presencia a eso de la medianoche, fue como una reafirmación, un sentimiento de paradójica alegría, muy extraño. Afuera llovía y por suerte Ellos estaban dentro, al refugio, y rodeados de quienes más les quieren.

Poco después de las doce comenzaba un vía crucis que quizás daba aún más sentido a la estancia en el salón de tronos. Cada estación fue leída, a modo de sencillo homenaje, por un representante de cada una de las comisiones de trabajo que, durante todo el año, están en la cofradía.

Fue difícil, pero decisiones como las del Lunes Santo, compartida con los hermanos de los Dolores del Puente, son las que hacen más grandes a las cofradías. La valentía está precisamente en afrontar con resignación que así no se puede salir, en no exponer de forma insensata el trabajo de décadas, e incluso de siglos, por tratar a la desesperada de recoger el fruto del último año; y en no arriesgar la devoción de tantas personas ante la amenaza de lluvia.

Dios así lo querrá y tenemos, a partir de ayer mismo, todo un año para seguir estando junto a nuestros sagrados titulares. Que las cofradías se disfrutan a diario y no sólo cuando salen en procesión.

Una fregona en el mapa. Los cofrades del Santo Traslado, que estuvieron junto a los del Cautivo demostrando una vez más los lazos de unión existentes entre ambas corporaciones, trataban de dar consuelo y, de alguna manera, encontrar el suyo propio. Los del Viernes Santo saben muy bien qué significa tener que suspender la procesión y se lo toman con cierta filosofía y hasta con sorna. Ricardo Delgado, el hermano mayor de la Soledad, sabe que pasado mañana es probable que no puedan salir, según las previsiones: «Directamente han quitado la nube del mapa y nos han puesto una fregona».