La fiesta judía de Pésaj comienza el 14 del mes de Nissan y conmemora la salida del pueblo judío de Egipto. Se alarga durante siete días, ocho en la diáspora, y es una fecha de encuentros familiares y observación de unas tradiciones que hunden sus raíces muchos siglos atrás.

Desde el pasado lunes 18 y hasta el 26 de abril, las familias judías celebran la Pascua, una de las tres festividades más importantes de su calendario, junto con las de Pentecostés (Shavuot (Pentecostés) y la de las Cabañas (Sucot). La primera noche de Pésaj es la más importante, ya que es cuando se reúnen para la cena de Séder (muchos de los que están fuera de Israel la celebran durante las dos primeras noches), un ritual de marcado carácter familiar, cargado de simbolismo y que sirve para que los más pequeños de la casa conozcan los orígenes de esta fiesta y entiendan la importancia del éxodo de Egipto para su pueblo.

La Pascua judía está estrechamente relacionada con el inicio de la tradición cristiana y siempre está muy cercana en fechas de nuestra Semana Santa. De hecho, se cree que la última cena que Jesús tuvo con sus discípulos antes de ser conducido a la muerte era la celebración de la cena de Séder.

Pero, ¿cuál es el origen de esta fiesta? Dice el libro del Éxodo (Ex. 12, 1-14), que Dios le dijo a Moisés y Aaron que el pueblo judío debía instituir esta celebración para rememorar el sufrimiento del pueblo judío en tierras egipcias y su salida hacia la tierra prometida («Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis»).

Símbolos del sufrimiento

Por ello, los alimentos que forman parte de la cena son símbolos de aquellos días. En el centro de la mesa se coloca un plato (keará) que contiene un huevo, que recuerda la dureza del corazón del faraón, hierbas amargas como reflejo de la esclavitud, un dulce llamado jaroset de tonos marrones que se refiere a la argamasa que usaron los judíos para construir ladrillos en la tierra que los tenía sometidos, una pierna de cordero asado (también se usa el pollo), perejil o apio para mojar en agua salada, por las lagrimas vertidas.

En los días de Pascua está prohibido comer pan con levadura, que se sustituye por pan ácimo o matzá, un alimento clave del Séder, que recuerda que el pueblo judío salió de Egipto con tanta premura que no dio tiempo a que los panes fermentaran. El vino también tiene que estar presente en la celebración. Hay que tomar cuatro copas, la primera con una oración, la segunda para recordar las diez plagas de Egipto, la tercera es la de la redención y la cuarta la de la adoración. Precisamente la cena se inicia con la bendición de una copa de vino, recitando el kadesh, para después continuar con un ritual que se divide en quince partes.

Es costumbre que durante la cena se lean pasaje de la Hagadá, un libro que contiene el relato de la salida de Egipto y que no debe faltar en ninguna familia judía, ya que todos deben cumplir el mandato de transmitir a las nuevas generaciones cómo fue el pasado. Aquí los niños juegan un papel muy importante, ya que son ellos los que preguntan por qué esa noche es diferente a las demás, dando pie a que se cuente la historia de la salida de Egipto. Son los más pequeños, además, los que hacen otras preguntas como por qué se comen hierbas amargas y por qué se toma pan ácimo en la cena.

A partir de ahí se toma el matzá, las hierbas amargas, el jazeret (normalmente lechuga) y comienza la cena en sí, que según la comunidad a la que se pertenezca incluirá unos u otros alimentos, siempre que no incluyan productos con levadura. En los días previos a la festividad, las familias tienen que limpiar las casas de pan fermentado o alimentos que contengan levadura, incluidas las bebidas alcohólicas. No debe quedar ni rastro y todo resto que sea más grande que el tamaño de una aceituna se debe retirar. Muchas familias queman estos alimentos antes de la Pascua y en algunas comunidades hay tradición de «venderlos» a un precio simbólico a no judíos.

La cena acaba con la lectura del capítulo final de la Hagadá, aunque el séder se suele alargar hasta bien entrada la noche, en la que se recitan poemas y canciones relacionadas con esta festividad.

La Hagadá de Sarajevo: la historia de un libro de origen sefardí

Para no caer en el olvido, la memoria colectiva debe pasar de generación a generación. Y ese es el principal cometido de la Hagadá, un libro que relata la liberación del pueblo judío de Egipto, narrada en el Éxodo, y que juega un papel fundamental en las cenas de Seder, cuando los mayores deben contar a los más pequeños cómo fue aquella salida de la tierra que los tenía sometidos. Una de las Hagadá más valiosas se conserva hoy día en Sarajevo y tiene origen sefardí.

Este libro iluminado del siglo XIV, con minuciosas ilustraciones, a lo largo de los siglos ha sufrido mil y una vicisitudes y ha estado al borde de la destrucción en más de una ocasión. Se cree que salió de España tras la expulsión de los Reyes Católicos y acabó en Sarajevo a finales del siglo XIX. En la II Guerra Mundial, el conservador del museo lo dejó en manos de una familia musulmana, que también había escondido a una joven judía de los nazis. En la guerra de los Balcanes fue otro musulmán el que lo salvó. Paradójicamente, la joven judía, ya en la década de los 90, ayudó a la hija del conservador del museo, para que se librara del genocidio serbio.