La calle Granada registra las mismas escenas de cada primera viernes del mes de marzo. Cientos de personas aguardan su turno, en una larga cola, para venerar al Cristo de Medinaceli, de la iglesia de Santiago, y depositar en el cepillo las tradicionales tres monedas, y que tienen que ser del mismo valor.

La tradición de las tres monedas procede de las 30 monedas de oro que pagaron los monjes trinitarios por rescatar la talla del Cristo que permanecía en el Sultanato de Marruecos, en el siglo XVII. El sultán pidió el peso de la imagen en oro y, milagrosamente, la balanza se equilibró sólo con las treinta monedas.

Desde las siete de la mañana están abiertas las puertas del templo. Las colas han sido constantes a lo largo de todo el día, pero sobre las seis de la tarde superaban los 200 metros, es decir, que mientras unos rezaban y entregaban las tres monedas al Cristo de Medinaceli, la última persona en llegar esperaba con paciencia su turno a la altura de ´La Campana´.