Dos hechos históricos han determinado nuestro modelo actual de procesión, del que existe cierta ambigüedad o confusión a la hora de denominarlo. Varios son los términos que, normalmente, suelen emplearse: procesión, estación de penitencia o desfile procesional. El derecho canónico lo define de esta manera en su canon 1290: «solemnes rogativas que el pueblo fiel hace, conducido por el clero, yendo ordenadamente de un lugar sagrado a otro lugar sagrado, para excitar la devoción de los fieles, para conmemorar los beneficios de Dios y darle gracias por ellos o para implorar el auxilio divino". Dicha terminología está relacionada, de alguna manera, con los hechos históricos citados.

En primer lugar los decretos emanados del Concilio de Trento, en los que se propugnaba el asociacionismo religioso y el culto a las imágenes como un medio para contrarrestar el avance reformista, supuso un revulsivo para la fundación de nuevas corporaciones y fijaron un modelo al que podríamos denominar barroco.

Dichos cortejos estaban integrados por dos grupos. Los hermanos de sangre, quienes se disciplinaban públicamente para la expiación de los pecados, fueron prohibidos en varias ocasiones, desapareciendo a finales del siglo XVIII. El segundo grupo era el formado por los hermanos de luz que, portaban hachas de cera para iluminar el cortejo, de los que derivan nuestros actuales penitentes o nazarenos de vela. A estos dos grupos, algunas corporaciones, suman lo que podemos denominar el apostolado, hermanos revestidos de personajes bíblicos que, en algún momento del recorrido, representaban escenas de la pasión. Es durante esta época cuando se consolida la costumbre de visitar diferentes templos con el objetivo de hacer estación ante el Santísimo Sacramento. Estas solían variar entre cinco o siete veces, en recuerdo de las cinco Llagas de Jesucristo o de las Siete Palabras de Cristo en la Cruz.

Con la consagración de la nueva Catedral en 1588 dicha estación se consolidó en el primer templo. La importancia que adquirió ésta se puede constatar en el hecho de que fuera en el patio de los naranjos donde se estableció un control, en el que se verificaba la falta o ausencia de los nazarenos del cortejo, como lo demuestran algunas constituciones conservadas de la época. De estas visitas al Santísimo Sacramento, bien en cualquier parroquia o cenobio, bien en la Catedral por parte de las cofradías, es de donde se deriva el término estación de penitencia.

Hay que recordar que estas no siempre se verificaban, puesto que las mismas estaban sujetas a que la situación económica lo permitiera, tras enterrar a los hermanos, ya que esta era la verdadera razón de existir de nuestras hermandades y cofradías, y no la procesional como sucede hoy en día. Aunque, también es bien cierto que hoy se realiza una importante labor social. Este modelo estuvo vigente, en sus aspectos básicos y con pequeñas variantes, hasta entrado el siglo XX.

Agrupación de Cofradías

La fundación de la Agrupación de Cofradías en 1921, fue el segundo acontecimiento que marcó el modelo definitivo, hasta ahora, de procesión, adquiriéndose la configuración básica que hoy disfrutamos. El marchamo turístico con el que fue creada, dotó a las «suntuosas procesiones» de una serie de enseres, hasta entonces poco utilizados, en los que primaba más su enriquecimiento, que su utilidad, o sentido. Todo con el objetivo de embellecerlas para hacerlas más atractivas a los visitantes foráneos. Además, se fueron incorporando, paulatinamente, varias presidencias pertenecientes a colectivos muy diversos a los que se fueron vinculando. A esto podemos unir el establecimiento del recorrido oficial, y el estricto control de los horarios para no hacer esperar en demasía al público que abonaba su silla. Fue en estos momentos cuando se comenzó a utilizar el término desfile procesional, ya que la estación a la catedral quedó prácticamente olvidada. También contribuyó la dimensión que fueron adquiriendo, paulatinamente, los tronos procesionales, haciéndola prácticamente inviable.

La hermandad de Viñeros la recuperó en 1949, siendo la única que la efectuaba, hasta 1977 en que la hermandad de la Pasión, comenzó a realizarla para sustituir el Vía-Crucis que celebraba en la plaza del Obispo, los Viernes Santo por la rarde, que había dejado de practicar en 1967, debido a los cambios litúrgicos introducidos por el Concilio Vaticano II.

Esta situación se mantuvo hasta la década de los años 80 del pasado siglo. Las nuevas hermandades creadas en los años 70 propugnaron, en cierto sentido, una vuelta a los orígenes y reivindicaron la estación de penitencia en la Catedral. Las dimensiones de sus tronos se realizaron teniendo en cuenta las medidas de las puertas de sus templos, por lo que esto dejó de ser un impedimento. Pero, si lo fue la negativa del Cabildo Catedralicio a permitir las estaciones. Varias hermandades como la Salud, la Humildad, el Descendimiento, el Calvario y los Dolores del Puente, protagonizaron, en el Patio de los Naranjos, durante estos años sus estaciones de penitencia, en clara reivindicación. Algunas solicitaron el apoyo de la Agrupación para mediar en este sentido. Finalmente, la implicación de esta institución, y la decidida actuación del obispo, Ramón Buxarrais permitieron la apertura del primer templo a todas las hermandades y cofradías que así lo solicitasen en 1988.

Hoy, Domingo de Ramos de 2013, cuando la hermandad del Dulce Nombre atraviese las jambas de la puerta de las Cadenas, se cumplirá el XXV aniversario de la recuperación en nuestra ciudad de las estaciones de penitencias por parte de las hermandades. En cierto sentido la estación en la Catedral supone una recreación historicista de aquellas primeras procesiones tardomedievales y barrocas cuyo objetivo era ganar las indulgencias que suponían la visita del Santísimo Sacramento, mientras realizaban penitencia pública por las calles.

Esto ha posibilitado que convivan, de alguna forma, los dos modelos. Por una parte están las hermandades, que aún hundiendo sus raíces históricas en siglos precedentes, dejaron de realizar sus estaciones de penitencia a lo largo del tiempo. Y por otro, están las surgidas durante esa etapa de efervescencia cofrade, a la que tanto debemos, que fueron los años setenta y ochenta del pasado siglo, que sí la realizan.