La historia de Antonio Cabra es la de un artista que pasa casi inadvertido como las mesas de los tronos que fabrica. Debajo de la filigrana de plata o de la madera tallada y dorada se encuentra la estructura que la sustenta. Imprescindible. O los varales, esenciales para propiciar su salida. Después de haber patentado los varales telescópicos, en los últimos años ha inventado un revolucionario sistema de patas amortiguadoras, para evitar los impactos bruscos contra el suelo y que pueden provocar daños en las juntas de carpintería o en la base de las barras de palio. Fue capataz con los míticos Polo en la Cena, Rocío, Rescate, Fusionadas, Paloma, Mena o Sepulcro, durante 28 años estuvo montando las tribunas de Semana Santa y el Martes Santo de 1973, hace hoy 40 años, se puso al volante del trono con ruedas del Rescate, una experiencia histórica y única.

¿Por qué se le ponen ruedas al trono del Rescate?

El Rescate siempre ha sido una cofradía muy difícil. Antiguamente era la primera del Martes Santo y salía a las seis de la tarde. A esa hora la mayoría de los hombres estaban trabajando, porque entonces era raro el que estaba parado. Era el boom de la Costa y la construcción. Siempre faltaban 30 personas en la calle Agua de los 140 y los tronos no se completaban hasta la calle Álamos. El recorrido del Rescate era largo y los tronos pesados. Siempre tuvo problemas y en 1972 la Virgen de Gracia se quedó en la calle. Por eso al año siguiente se probaron las ruedas y yo fui de conductor.

¿Pesaban tanto esos tronos?

Creo que más que el peso, que pesaban, era porque el trono nunca salía completo. Por otra parte, el Rescate pagaba muy malamente, así que el personal mejor buscaba las cofradías donde cobraban más. Cada año, cuando encerrábamos la procesión, Antonio Rojo, que era el hermano mayor, me entregaba una caja de zapatos donde estaban los sobres con el jornal de cada hombre de trono. Llegaban tan cansados que se echaban en la acera de la calle Agua y no tenían ganas ni de cobrar. Y eso que era gente acostumbrada a trabajar y cargaban con los dos hombros.

Las ruedas sólo salieron un año y originaron un gran debate que propició la incorporación masiva de los jóvenes a los varales en sustitución de los hombres de trono asalariados y una revolución en la Semana Santa. ¿Qué recuerda de aquella experiencia?

Que no veía nada. Sólo a través de los varales centrales, por donde José Luis Gea Entrambasaguas, que aún no era hermano mayor pero iba de mayordomo de trono, me indicaba con la mano, disimuladamente, si tenía que ir a la izquierda o a la derecha.

¿Cómo era esa estructura?

Era un chasis de camión que se acopló a la mesa del trono con las patas más cortas y al que se le añadieron cuatro bielas para simular la mecida. Los niños podían levantar o dejar que el trono cayera sobre las ruedas. Yo iba sentado en el centro con un volante y un freno de varilla. Cuando sonaba la campana para levantar lo quitaba y lo volvía a echar para parar. Cuando me senté y vi la pendiente de la calle Agua pensaba que nos íbamos a empotrar contra una pequeña confitería que había frente a calle Agua en la calle Victoria. «Me voy a hartar de merengue», pensé en ese momento. Pero dimos bien la curva. También me preocupaba mucho la doble curva del Café Madrid, pero también se dio bien.

¿Los malagueños sabían que ese trono llevaba ruedas?

Sólo los cofrades. Los malagueños en general no tenían ni idea, aunque cuando lo veían venir notaban algo raro. No era nuestro paso y los kilos los llevaba el chasis. Salió mal y no se repitió.

¿Dónde está ese chasis ahora?

Ya no lo sé. Estuvo un tiempo en un almacén de Capuchinos. Las ruedas las tengo yo y durante muchos años las he utilizado para trasladar los tronos delas cofradías que estaban en la nave de El Viso a los tinglaos, cuando no había casas hermandad.

¿Por qué se dedicó a hacer varales de aluminio?

Había que sustituir los viejos y pesados de madera por un material resistente pero mucho más ligero. Mi experiencia como capataz con los hermanos Polo me ha ayudado mucho. Yo no tengo más título que el de maestro Industrial, tras estudiar en la Escuela Franco, de donde salí como oficial, y en El Ejido, de donde salí como maestro. En 1969 ingresé en el Cuerpo Nacional de Policía y me destinaron a Barcelona. En mi tiempo libre iba a la Seat a hacer prácticas de soldadura. Después me destinaron a Cádiz y en mis ratos libres me iba a Astilleros Españoles. Luego siempre me han apasionado las matemáticas y por eso me especialicé en calculista de estructuras metálicas. Yo hice la primera mesa de aluminio, pero entonces no cumplían con los requisitos necesarios, por eso encontré la alternativa del hierro laminado en frío.

Y llegaron los varales telescópicos.

Y este año incluso telescópicos por la cabeza y la cola, como el que este año estrena el nuevo trono de Redención. Para poder almacenarlos mejor e incluso poder girar por calles más angostas. Ya he hecho más de mil varales telescópicos para Málaga y la provincia. Incluso fuera: Gerona, Elche, Alicante, Grazalema... En Málaga hay 39 tronos con varales telescópicos fabricados en mi taller.

Y ahora las patas con amortiguadores. ¿Cómo se le ocurren esas cosas?

Porque no paro de pensar y hablo mucho con artistas como Liébana, Guzmán Bejarano hijo, Antonio Ibáñez, Manolo de los Ríos o Cristóbal Martos, y me hacen ver que los continuos impactos contra el suelo, unas veces más bruscos que otros, que se producen en las repetidas subidas y bajadas de los tronos, provocan graves deterioros en la base de las barras de palio, en las juntas de carpintería, en la talla y el dorado, que se descascarilla... Por eso se me ocurrió inventar y patentar este sistema de silentblocks, que ya tienen 21 parihuelas en Sevilla y en Málaga, por ahora, sólo la mesa del trono de la Virgen de la Paz. Pero es sorprendente el resultado. Ya salió el año pasado y en las pruebas dejábamos caer el trono a plomo en el suelo y no se escuchaba ni un ruido.

¿Hay más cofradías que se hayan interesado?

En realidad, el sistema lo había pensado para ponérselo primero a la nueva mesa del trono de la Esperanza, pero al final no la he hecho yo. La Expiración también se interesó, pero hubo elecciones y desde entonces no he vuelto a tener noticias.