Ayer fue un día grande en el Perchel. En este añejo barrio malagueño, que encierra tras sus desconchadas puertas negocios con solera y viviendas con balcones en los que los claveles se derraman de sus macetones, siempre tiene un hueco el Señor de la Misericordia. Un calendario, un azulejo, el recorte de un periódico o una foto desgastada por los años y el sol. El Chiquito de Málaga, al que nunca le falta visita en su altar de El Carmen, a donde tantas personas acuden el resto del año para agradecer los favores concedidos y para encontrar en su mirada el consuelo, regaló ayer a Málaga un Jueves Santo de verano. Dos Jueves Santos en el año, suerte la de los cofrades que no quisieron dejar de acompañar al Cristo caído, que regaló una estampa inusual bajo el sol de junio. No sólo por el intenso calor o el mes, sino por la luz, que ayudó a brillar más al Señor de Navas Parejo, que cada Semana Santa sale al ocaso para procesionar de madrugada por las calles del Málaga. Los hermanos de la Misericordia celebraban el 150 aniversario de la salida del nazareno, que sobre su trono de carrete dorado readaptado para la ocasión rememoró su primera salida procesional, un 13 de abril de 1865.

En una jornada sin prisas y sin un horario escrupuloso que cumplir, los portadores que llevaron al Señor hasta la Catedral, sudaron más de lo acostumbrado y dieron el do de pecho a sabiendas de que la efeméride lo merecía. Estos lucieron túnicas conmemorativas en color morado, con cíngulo de igual color.

Doscientos hermanos de vela acompañaban al Cristo precedidos por la banda de Bomberos, hermano honorario de la cofradía cuyas cornetas y tambores sonaron ayer orgullosas. El recorrido por el barrio ofreció una vez más estampas de contraste, el dorado del trono con un enclave denostado que se llenó de osados que se enfrentaron a más de 30 grados de temperatura. El puente al que da nombre el Señor, engalanado para la ocasión, recordaba a los avezados que ayer era un día grande en Málaga. No faltaron a la cita las autoridades militares de Aviación, de la que llevaba un bastón de mando en el frontal del trono, ni tampoco una veintena de mantillas que iban tras él.

El trono de carrete malagueño acunaba al Chiquito, que para la ocasión vistió túnica lisa morada y portó una cruz arbórea rememorando el Jueves Santo de 1865. Salió a los sones de «Christus Vincit», interpretado por la agrupación musical Santa María la Blanca de los Palacios de Sevilla ante un público variado, aunque menos que en el centro. Biznagueros, playeros, enchaquetados y vendedores ambulantes que habían previsto la reseña histórica y vendían pañuelos del aniversario.

El recorrido, también nuevo por aquello de volver a entrar en la Catedral casi dos siglos después, regaló a los sentidos momentos únicos como escuchar «Nazareno de la Aurora» en la curva de Molina Lario a Santa María. La presidencia eclesiástica, en la que estaban en párroco del Carmen, frailes claretianos y el delegado de cofradías y hermandades, se miró cómplice mientras el Señor avanzaba por delante del Hospital de Santo Tomás antes de hacer su entrada al Patio de los Naranjos. Otra cofradía estaba catequizando con su ajuar y su saber estar colgando el cartel de lleno en el Málaga. Pese a ser junio.

Pero si algo se llenó fue la Catedral. Pocos quisieron perderse una jornada histórica que quedará para siempre reseñada en memorias y papeles. Sonaba «Perdona a tu pueblo, Señor» y el río de gente, apresurada, no cesaba de entrar a la basílica mayor. Abanicos, mangas cortas y aplausos para el nazareno de Navas Parejo, que llevaba en el pecho la Medalla de la Ciudad que días antes entregó el alcalde a la Misericordia.

Dentro, flashes y cangrejos dificultaron aún más si sabe la compleja entrada, que se hizo sin los varales exteriores. Comenzaron, entonces, a sonar las notas del órgano catedralicio y el Chiquito comenzó su recorrido por las naves hasta colocarse para la homilía en la puerta del Postigo de los Abades. Pronunciada por el vicario, José Manuel Ferrary, los asistentes escucharon un sermón muy cofrade que contó con la participación de la Coral de Santa María de la Victoria. Este recordó que, tal y como ha dispuesto el papa Francisco, 2016 sea el año de la Misericordia. Perfecto preludio el de ayer.

Al filo de las 21 horas horas salió el trono de la SICB de la Encarnación con el segundo turno de portadores, que se cambió en la plaza del Carbón, para volver al barrio, despacito, en una suave y cálida noche malagueña en la que las únicas miradas al cielo fueron para recordar a aquellos que el destino quiso que se perdieran una tarde noche histórica e irrepetible. Difícil olvidarse de quiénes hicieron tanto por que la Misericordia sea hoy la cofradía que es: Rafael Terol, Pepe Tirado o Paco Gutiérrez.

La única incidencia de la jornada se produjo en la plaza de la Constitución, donde un grupo de antisistemas abuchearon el paso del Chiquito, gritos que fueron silenciados con vítores y aplausos. Como contestación, los portadores salieron con el trono a pulso de la plaza de la Constitución.