­La luna de Parasceve es, hasta ahora, la que marca la fecha del inicio de la Semana Santa. Empieza el domingo anterior a esta primera luna de la primavera, que es de Ramos, por lo que su celebración es cambiante y depende de estos ciclos lunares. El papa Francisco ha sugerido la posibilidad de fijar en el segundo domingo de abril la Pascua de Resurrección. Si prospera esta idea supondría que la Semana Santa siempre se celebraría en estos primeros días de abril, como muy tarde entre los días 7 y 14. Los cofrades malagueños asumen esta opción y no creen que suponga ningún trastorno organizativo.

No habría Semana Santa en marzo. La cuenta atrás ya no dependerá del plenilunio. Y con la Pascua y la Semana Santa también se fijarían otras solemnidades litúrgicas como Pentecostés, la Trinidad o el Corpus Christi.

En el Obispado malagueño se insiste en que aún no es más que una recomendación deslizada por el Sumo Pontífice durante el tercer Retiro Mundial de Sacerdotes celebrado en la basílica romana de San Juan de Letrán, para que todos los cristianos celebren el mayor misterio de la fe, la Resurreción de Cristo, a la vez. Tanto católicos como ortodoxos.

El presidente de la Agrupación de Cofradías, Eduardo Pastor, no pone ningún tipo de objeción a esta idea. «Si lo dice el Papa tiene que ser bueno y lo aceptamos», señala. Desde el punto de vista organizativo tampoco cree que supongan ningún tipo de inconveniente. Más bien al contrario. «A veces el inicio de la Cuaresma es demasiado pronto. Prácticamente no hay tiempo entre la Navidad y la Cuaresma para que pueda celebrarse el Carnaval», explicó. «Málaga no tiene por qué tener problemas», dice.

Rafael López Taza, hermano mayor de la Sagrada Cena, tampoco encuentra, en principio, motivos para poder rechazar la posibilidad de que la Semana Santa siempre empiece el primer domingo de abril, más allá de romper una tradición de muchos siglos. El Concilio de Nicea, celebrado en 325 d. C., acordó que el Domingo de Resurrección tuviera lugar siempre después del primer plenilunio de primavera, de ahí que la Semana Santa, por fuerza, tenga que celebrarse nunca antes del 16 de marzo y nunca más tarde del 25 de abril.

El Miércoles de Ceniza, por tanto, y la Cuaresma, también tendría fechas fijas. «Puede que algunas cofradías tengan que adaptar sus cultos cuaresmales, en este sentido», dijo López Taza. «Los cofrades sabremos así que tenemos un año entero de trabajo para poder preparar la Semana Santa del año siguiente», añade.

«Me parece bien. Hay veces que la Semana Santa es muy pronto y así siempre se celebraría en una fecha intermedia», dice Pedro González, hermano mayor de Mediadora de la Salvación. Sin embargo, no cree que sea un proyecto que pueda hacerse realidad de forma inmediata. En todo caso, «comparto la idea del Papa porque así se refuerza el sentido ecuménico y todos los cristianos celebraremos la Resurrección en la misma fecha».

Leopoldo Guerrero, hermano mayor de Viñeros, sostiene que hay que en este caso «hay que dejar de pensar en clave cofrade y pensar más como cristianos. Si el Papa lo dice es porque piensa por el bien de todos nosotros», argumenta.

Mientras tanto, el Miércoles de Ceniza de 2016 será el 9 de febrero, por tanto, el Domingo de Ramos será el 20 de marzo, una semana antes que este año.

El sector turístico tampoco parece que vaya a poner mucha resistencia de partida a los planes del pontífice, que podrían, incluso, resultar beneficiosos para sus intereses de conjunto. Miguel Sánchez, responsable de la industria en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), recibe con agrado la propuesta y considera que, de llevarse a cabo, contribuiría a dotar al turismo de una nota más de certidumbre, lo que, dada la inestabilidad y la tendencia al cambio de la actividad, no es, mi mucho menos, una cuestión peregrina. «Sabríamos, al menos, a qué atenernos», indica.

En términos muy parecidos se expresa Gonzalo Fuentes, portavoz turístico de CCOO, que considera que la celebración en un periodo inamovible permitiría a las empresas ganar en planificación. Con un horizonte ya previsto de antemano, como ocurre con el verano, el sector dispondría de más tiempo para estructurar la temporada y ensayar nuevos eventos para los meses intermedios, que actualmente intentan rellenarse con reclamos adicionales a la consabida llegada del calor o la propia Semana Santa.

Norberto del Castillo, que representa a los chiringuitos, tiene claro que la propuesta establece una pauta de orden, pero introduce un matiz en su reflexión. Para el portavoz de los empresarios de playa el beneficio o el perjuicio aparejado a la propuesta dependerá de la fecha que finalmente se elija. Si el papa Francisco se decanta por marzo, por ejemplo, pillará a la industria a pie cambiado y obligará a los empresarios a improvisar un amago de temporada alta en épocas con mayor riesgo de lluvia, con el consiguiente parón posterior hasta la llegada del verano.

En cambio, si la elección apunta a semanas más avanzadas, el beneficio sería inmediato. Incluso, sostiene, para los trabajadores, a los que se podría contratar durante meses sucesivos coligando el final de las fiestas con la campaña estival. «Si se tarda es mejor para nosotros porque el peligro de mal tiempo es menor y se podría abrir desde antes», señala.