Prácticamente sin tiempo para respirar. En un pregón sin altibajos porque es una Virgen de la calle. Con un tono elevado como acostumbra y una dicción inconfundible, Francisco Luis Jiménez Valverde pronunció anoche en el Cervantes el pregón de su vida. Y se lo dedicó a la Virgen del Rocío en las vísperas del histórico momento de su coronación canónica. El pregonero se deshizo en piropos dedicados a la Novia de Málaga. De principio a fin. Y eso supo ser reconocido y aclamado por un auditorio que llenó el patio de butacas y los palcos, los procenios y el gallinero, y que venía predispuesto a dejarse contagiar por la emoción.

Paquito dio en la clave. Tiene experiencia sobrada. Y saca como nadie partido a sus textos gracias a su forma de exaltar. A su manera de transmitir. A su modo de conectar con el público. «Tú que eres Tú como ninguna, a Ti que te eligió Dios por ser una». Así comenzó su intervención en toda una declaración de intenciones que hizo palpitar aceleradamente el corazón de los presentes.

Alabanzas, halagos, galanterías en unas letanías dedicadas a la Reina sin corona de San Lázaro, a la singular devoción victoriana, que se asienta y se extiende, gracias, y precisamente, por las gentes más sencillas. «No te va a coronar el cielo, ni Málaga, ni la Victoria, ni San Lázaro, ni la misma gloria. Te va a coronar la gente sencilla, la que vio en tu blanco una niña victoriana», destacó Jiménez Valverde.

Y en su pregón, todo el mundo. Que nadie se sienta excluido. Que todos han puesto un grano de arena de fervor para que el sábado la Virgen se corone. «¡Que se corone la gloria!» «Te van a coronar los que no están y siempre estuvieron contigo, las que llevaron a su niña de la mano para enseñarles tu cara y antes de decir mamá te llamaban Rocío. Las abuelas que no andaban porque contigo iban soñando, cuando Málaga era treintañera y los niños hacían corrillos. Los padres que en sus brazos a sus niños te enseñaban. Las mujeres que contigo rezaban, los que no están en la tierra y dieron azahares a tu nombre, como tantas veces delante de ti, para volver a decirle a los suyos, que la gente que te quiere nunca se marcha». Ésa es la gente del Rocío. La que nunca le ha fallado ni le falla, ya sea Martes Santo, Pentecostés, o un día cualquiera, en la soledad de la ermita del Jardín de los Monos.

Y también los primitivos cofrades, los que tuvieron la feliz idea de encargar a Pío Mollar una imagen de la Virgen que no fuera ni de gloria ni dolorosa. Y los que la salvaron de la quema de la incomprensión. Sus nombres también están en el pregón.

Y es una devoción transmitida de generación en generación, y que ha ido creciendo conforme la propia cofradía ha ido madurando y comprendiendo que la Virgen más que Novia, es Madre. Por ello, y aunque ahora vaya a recibir esta distinción episcopal que la reconoce como una imagen singular, el Rocío «ya estaba coronada por un barrio que vive a tu vera y que no hace falta primavera si tu eres la flor de sus vidas», dijo el pregonero.

La Victoria, «un barrio que no sabe vivir sin ti», según dijo. El último barrio histórico con vida intacta y que se renueva. A ese barrio, Paquito también dedicó bellas palabras al chupitira, haciendo un repaso por sus rincones inconfundibles, por los naranjos que jalonan sus calles, por los colegios en los que se educan sus vecinos, los de antes y los de ahora, y por las cofradías que le dotan de personalidad, cada una en su estilo. Y por supuesto, sin olvidar a la Patrona. «La Victoria es la patrona que manda en Málaga, que reina en tu trono», sentenció.

Es el mismo barrio de la Victoria, que es a su vez barrio de otros barrios, como Las Lagunillas o el Altozano, Vital Aza, El Ejido o Cristo de la Epidemia. Barcenillas o Pinosol. «Mira si es tan Señorita / esta blanca y pura azucena / que esta flor, la más bonita / es victoriana y ríe su pena».

Y es ahora y pese a todo, después de esta dilatada historia de noviazgo, cuando Málaga va a dar un sí quiero definitivo y se compromete de por vida «lo que Málaga y Dios ha unido que no lo separa el hombre». «¿Vienes Málaga a quererla por encima de todas las cosas, como divina esposa que se proclama nazarena de la sonrisa sin lágrimas? ¿Vienes por la voluntad de una bahía, por la propia de la espuma y la sal, del dulce sabor de la uva, moscatel de pasiones con brillos de verdial? ¿Vienes con la libertad enarbolada en el alma como proclama tu escudo, como el perenne color de unos ojos que miran al mar? ¿La has elegido a Ella como novia de dulzura, que es victoriana Su realeza y bien vale la pena volverla a mirar?», preguntaba el pregonero a modo de maestro de ceremonias, de sacerdote en una boda, cuando llega la liturgia del matrimonio y los novios han de dar su consentimiento, se reparten las arras, se ponen los anillos y simbolizan su alianza con un beso ante los testigos.

Todo metáforas. Muchos símiles hábilmente escogidos para ensalzar una advocación para la que las palabras prácticamente salen solas. Y a borbotones.

Una parte importante del pregón estuvo dedicada también a la Virgen del Rocío de Almonte, a la Reina de las Marismas, cuya hermandad matriz apadrina la coronación. «De Rocío a Rocío, hoy te amadrina el corazón de Huelva», el pregonero quiso comparar ambas devociones «dos perlas con un solo nombre», haciendo un paralelismo entre la procesión de la madrugada de Pentecostés por las arenas y el desfile de cada Martes Santo desde la Victoria al Centro, en ese encuentro con el pueblo que simboliza la Tribuna de los Pobres. «Eres la nieve que sube a la Tribuna, que contigo no es Pobre esta tierra nuestra, que te tiene blanca y bendita y esa escalera cada Martes Santo es la gloria que se muestra», indicó.

Un pregón que, con todo, fue creciendo todavía más en intensidad conforme avanzaban las páginas y el público interrumpía con aplausos, y que se detuvo también en la particularidad de que la Virgen vaya a ser coronada con un halo, en lugar de emplear una corona al uso. «Que se corona con halo de estrellas, perlas, Paloma, dorados, piedras, brillos plateados, ya dice que eres la primera que sin corona eres Reina, sin imperiales eres Emperatriz, sin canasto eres Madre, sin ráfaga te dicen Señora y con esa sonrisa de Señorita victoriana, no te hacen falta imperiales, ni ráfaga, ni canasto, ni toda corona».

Y en este punto, el pregonero, que estudió Historia del Arte, se explayó, literalmente, realzando las cualidades de esta dolorosa sin lágrimas capaz de llamar y atrapar a tanta gente. Y convocando a todos los malagueños para que participen y vivan esta coronación que con tanto celo y cariño lleva preparándose durante los últimos años. «Ve con Ella que es talle de nardo su figura. Ve con Ella coronada, ve con Ella y vuelve a llorar la locura del gentío. Ve con Ella, que a la luz de este albor, de esta centella infinita, no hay más luz en horizonte, ni en una estrella primera, que tenga tanto fulgor como esta alborada que nació en primavera, con destellos de mantilla, llegando a esta bendita orilla con la plata más pura, que esta malacitana chiquilla es de la luz el aliento, la chispa pasionista de pedernal, el entusiasmo del escalofrío, la única Reina del mundo, que tras la cruz de un Nazareno es victoriana por Rocío», concluyó el pregón.