­En los próximos días cambiará a la Virgen cuatro veces. Queda un trabajo duro y complicado, pero tremendamente hermoso: vestir a la Novia. Curro Claros será la persona que más cerca esté de Ella y aportará lo mejor de sí para que este histórico momento sea inolvidable. La responsabilidad es grande. La coronación del Rocío está a la vuelta de la esquina.

¿Cuál es la recompensa a todo este trabajo y esfuerzo en torno a la coronación?

Está en la cara de ilusión de los hermanos, de toda la gente que se acerca a la ermita, en la sonrisa de los devotos... Todo eso compensa el cansancio que podamos arrastrar a estas alturas y nos llena de vitalidad para afrontar esta recta final de los actos de la coronación. Pero trabajito nos está costando. Y que quede claro una cosa: no estamos trabajando para superar a ninguna otra hermandad o a ninguna otra coronación ya celebrada. Es que los albaceas del Rocío somos así de intensos para cualquier cosa, para cualquier culto ordinario, y en estos, que son extraordinarios, tenemos que dar lo máximo, sobrepasando cualquier obstáculo. La meta es superarnos a nosotros mismos. Y por Ella nos dejamos la vida.

¿Qué siente la persona que está más cerca de la Virgen en estas vísperas?

Primero es un privilegio. Es un regalo que te ofrece la vida. ¡Cuántos devotos no querrían estar en mi lugar y no pueden! Y es una dádiva que nos da la Virgen: que podamos vivir junto a Ella estos momentos históricos, de tanta emoción y que nos está generando tantas satisfacciones.

¿Están saliendo las cosas tal y como la tenían en la cabeza?

Y si no, ante las adversidades y los imprevistos, estamos sabiendo reaccionar. Estamos acostumbrados. Desde 2006 que se abrió el expediente solicitando la coronación hasta 2012, como el proceso estuvo estos años aletargado, nos ha dado tiempo a pensar mucho. Y desde que llegó la autorización del obispo teníamos clarísimo cómo queríamos los cultos, como irá la Virgen en el trono. La saya, por ejemplo, Eloy Téllez hace años que la tiene dibujada, aunque no vio la luz hasta hace poco. Ha habido mucho tiempo para que la hermandad también se prepare.

¿Qué ha supuesto la coronación para una cofradía que hasta hace poco no vivía sus mejores momentos internos?

Esto ha sido un punto de inflexión y ha servido para unir a los hermanos. Y la mejor prueba es cuando la comisión de la coronación se encargó de exponer a la junta de gobierno los criterios y gustos de los actos todos votaron por unanimidad. Todos remamos en la misma dirección y la armonía es absoluta. Esto ayuda mucho. Cuando hay que trabajar en común lo normal es que surjan discrepancias, pero la hermandad ha sabido solventar estos pequeños problemas. Los hermanos estamos volcados.

¿Quién ha visto y quién ve a la Virgen del Rocío de hace 20 años a esta parte?

Esa mirada suya de niña es la misma. Pero cuando vino tras la restauración que le hizo Luis Álvarez Duarte en 1992 la vimos con un aire de más dolorosa. Se empezaron a usar rostrillos, a rizar las sayas. Supuso un antes y un después, ya que que la Virgen en los 80 y 90 estaba en tierra de nadie, sin estilo definido. Era como un querer y no poder. Y se le ha definido.

¿Qué ha aportado Curro Claros a la Virgen del Rocío?

Cuando Antonio Pino, siendo el hermano mayor, me encargó en 2006 que fuera el vestidor tenía claro que tenía que mantener la impronta, el halo de estrellas, la mantilla y por supuesto el color blanco de la Virgen. Pero había que definir su estilo. Y lo hice, con todas las consecuencias, porque ha habido mucha gente que no le ha gustado.

¿En qué se inspiró para ello?

En Ella misma, en la la estética que presentaba antiguamente, en los años 40. Siempre me viene a la mente la foto de Arenas de tres cuartos, en blanco y negro. Ahí la Virgen estaba en todo su esplendor. Los años 70, 80 o 90 no fueron muy buenos. Pero ni para el Rocío ni para ninguna.

¿Cómo se encuentra a falta de solo dos días?

Nervios apenas tengo. Creo que la responsabilidad y el deber de hacer las cosas bien, esa preocupación, me tapa los nervios. Que todo salga bien, que no haya flecos sueltos, el montaje del altar en la Catedral... no me deja que esté nervioso. Pero sí que estoy con un pellizco, porque tengo ansia de que llegue el sábado. Y es uno de mis miedos: no poder disfrutar, no poder desgranar cada minuto. Que pase la coronación y no haberla vivido plenamente.

¿Cuál será el momento más importante para usted?

Para mí es todo importante, pero lo que más me llena de ilusión es la bajada de la Virgen a la Catedral. Me va a recordar a las novias cuando las novias cuando salen de casa de camino a la iglesia. Es un momento especial. Tengo una especial curiosidad de verla a ella bajar.

¿La Virgen ha recibido multitud de ofrendas? ¿Cuánto cariño, verdad?

Y todas muy generosas. No me cansaré de decirlo. Las cofradías se lo han trabajado muchísimo y han hecho muchos y buenos regalos, a veces poniéndose de acuerdo y haciéndolos en común. Y es signo de devoción, por supuesto, pero creo que también de cariño de los cofrades hacia la hermandad y sus hermanos. La cofradía es el estandarte del barrio de la Victoria.

¿Y después de la coronación?

Estoy deseando verla el Martes Santo, con mi capirote. Verla llegar de lejos, con la tranquilidad, con su gente. Estoy loco por verla ya cuando todo haya pasado.