Posiblemente habrá quien eche mano de numerosos adjetivos para explicar lo que se vivió ayer noche en Málaga durante la procesión de la Virgen del Rocío Coronada hasta el barrio de la Victoria. Otros optarán por sumar frase tras frase en un estilo barroco y florido. Pero no se engañen. La procesión de ayer apenas se puede explicar con palabras. Había que vivirla. Ponerse delante de la Virgen y escuchar una saeta rasgando el aire, o una sevillana alegrando el ambiente, o que te caigan pétalos y pétalos mientras se perfuma el ambiente, andar al ritmo de una marcha procesional o dejarse llevar por la bulla, entre empujones y paciencia infinita. También había que intentar hacer una foto entre cientos de manos levantadas que sostienen una cámara o un móvil, o quedarse pensativo al cruzar la mirada con una mujer que no puede reprimir las lágrimas de emoción. O con el grupo de jóvenes entusiastas que se dejan la voz gritando vivas y aplaudiendo a rabiar. Todo eso se vivió anoche alrededor de la Virgen del Rocío. Todo eso y mucho más, porque cada uno de los que pudieron ver a la Virgen del Rocío Coronada tendrá su propia historia y anécdota de la procesión. Si no pudo estar en el Centro, tendrá que conformarse con alguna grabación de televisión o con esta crónica. También busque a alguien que estuvo allí y pregúntele. Que le cuente su vivencia, sus anécdotas. Aunque le adelanto que, por mucho empeño que ponga, no es lo mismo. Porque la diferencia está en que, entre una cosa y otra, estaba Ella. La Virgen del Rocío que tanto acompaña cada día a los vecinos de la Victoria y acoge sus plegarias y problemas diarios con una sonrisa apenas esbozada. Ella estaba allí. Coronada. Como Reina y como Madre.

Salida de la Catedral

El comienzo de la procesión era la Catedral y es en la Catedral donde hay que empezar a describir lo que ocurrió. El interior era todo bullicio y arreglos de última hora. Se había quitado dos tulipas de cada uno de los arbotantes traseros del trono para asegurar que pasara por la puerta de la Catedral, después de las dificultades en el recorrido de ida de la noche del viernes. La cruz alzada abrió el cortejo puntualmente.

El trono cruzó la puerta a las 18.45 horas con el repique de las campanas de la Catedral, algunos cohetes y el Himno Nacional. Una vez fuera se colocaron las tulipas que se habían quitado y los valares exteriores, que se habían desmontado para dar el espacio suficiente por el que pasar por la puerta. La marcha se reinició con Rocío Coronada y Azahar Victoriano, marchas compuestas a la Virgen por la coronación por José Antonio Molero Luque y Sergio Bueno, respectivamente.

El cortejo largo e institucional acompañó a la Virgen la mitad del recorrido. Cofradías de Pasión y Gloria, instituciones y hermanos del Rocío, que conformaban el cuerpo principal, se retiraron en Puerta Nueva. La cruz, la junta de gobierno, los ciriales y los acólitos turiferarios se convirtieron en el cortejo mínimo que acompañaban a la Virgen del Rocío Coronada desde Carretería hasta la Victoria. Y la Banda de Música de la Paz, por supuesto. La gran cantidad de personas aconsejaban no mantener el cortejo, sobre todo en la parte final del recorrido. Con la Virgen era suficiente.

Procesión de momentos

El horario anticipado por la hermandad para calcular el encierro a las cuatro de la mañana saltó por los aires a las primeras de cambio. En las dos primeras horas había recorrido el tramo del Patio de los Naranjos hasta la plaza del Carbón. Unos 270 metros. Tres saetas (Manuel Cuevas, Luz María y el Niño Chaparro), una malagueña, tres petaladas, seis marchas y un incidente con el halo se concentraron en ese espacio tan pequeño. Y el resto del recorrido no desmerecía el número de actos y ofrendas previstas.

Aunque la salida estuvo llena de gente y también se notaron las apreturas en San Agustín y Echegaray, la verdadera dimensión del tirón de la Virgen del Rocío se apreció a partir de la plaza del Siglo. En torno a la fachada decorada por los hermanos del Monte Calvario, con arco de papel incluido, se agrupaba una ya notable muchedumbre, que disfrutó de la sevillana cantada a la Virgen por Luz María, así como del empeño de estos cofrades por demostrar su cariño a la hermandad hermana del barrio de la Victoria. El trono de la Novia de Málaga fue recibido por puñado de arroz, cohetes y toque de campana. Tras la sevillana, una interminable petalada cuando el trono cruzó el arco conmemorativo que daba entrada a la plaza del Carbón. Allí la muchedumbre subió de categoría y se convirtió en toda una señora bulla. La plaza de la Constitución multiplicó la masiva presencia de personas y a partir de ahí se disparó cualquier previsión.

La procesión se convirtió en una demostración de entrega de los malagueños y muchos visitantes a la Virgen del Rocío. Una oración popular y ciudadana, expresada con coros, petaladas, lanzamientos de aleluyas y saetas. Pero también con la presencia física en una procesión histórica, con un recorrido inédito para este trono en muchos puntos y que refrendó que la coronación canónica de esta imagen estaba más que justificada.