­El Cervantes fue anoche, efectivamente, un teatro. No solo unas tablas tras un telón y entre tramoyas en las que alguien se sube para dar un pregón. Ni siquiera fue uno el exaltador, sino dos. Y la representación no quedó solo en sus voces tras un atril, sino en el recreación de la procesión centenaria de la hoy congregación de Mena, con actores, músicos y hasta imágenes en 3D. Manuel García y Ramón Gómez fueron los representantes de los miles de congregantes que durante todo este tiempo se han encargado de hacer Mena, de construir una hermandad plenamente reconocible, de darle su sello particular, de contribuir a que sea una procesión esperada... y que se dispone a conmemorar los cien años de la fusión de la que es fruto.

Los dos pregoneros, «el ayer cercano y el hoy futurible de nuestra congregación», como a sí mismo se refirieron, supieron rodearse de una lograda mística para que sus palabras no se las llevara el viento, sino que quedaran también en la retina de quienes ayer llenaban el patio de butacas y los palcos. Distintas escenificaciones, a cargo de Eventos con Historia, jalonaron todo el pregón: desde frailes dominicos rezando en el antiguo cenobio ante la primitiva imagen de la Virgen de la Soledad, percheleros de hace dos siglos, militares... García y Gómez quisieron explicar, con todo ello, qué significa Mena. Y qué significa ser menos. «Un extraño conglomerado de elegancia y naturalidad; elitismo y popularidad; devoción profunda con algunas dosis de frívola coquetería; Mena es una simbiosis del Ying y el Yang, de lo blanco y lo negro, de lo más restrictivo a lo más extensivo...», destacó Ramón Gómez.

Para ello, imaginaron en su texto una procesión de Jueves Santo desde su salida «Mena sale», hasta su encierro, repasando los momentos más importantes en la historia de Mena. Sin renunciar al humor y reconociendo errores, ambos congregantes justificaron la razón de ser de la hermandad en torno a «los sagrados titulares que motivan, justifican y alimentan nuestra fe» y arremetieron con elegancia contra la decisión unilateral del párroco de Santo Domingo de suprimir la misa dominical en la capilla, «daño nos hacemos cuando no buscamos los puntos que nos unen en la fe y nos cegamos en la sinrazón», dijeron.

En el pregón, no olvidaron destacar los nombres de célebres y primitivos congregantes, haciendo especial mención en Cayetano Utrera, del que recuperaron su voz del pregón de la Semana Santa de 1972, en el que hacía referencia a la indisoluble presencia de las fuerzas de la Legión; Antonio González López, padre del actual hermano mayor, Antonio Jesús González; Luis Blanco Fernández; o Manuel Montero Torreblanca, capataz de la Virgen de la Soledad, fallecido esta pasada Cuaresma. En realidad, durante todo el pregón, fueron apareciendo fotografías proyectadas de históricos congregantes. Un auténtico homenaje de Mena para quienes han hecho Mena.

No se olvidaron tampoco de José González Ramos, el hermano mayor que revolucionó la cofradía en la década de los años 70, «de acuerdo a un concepto postconciliar y con miras nunca bien expresadas y por tanto no bien comprendidas» y encargó a Juan de Ávalos el misterio de la Glorificación de la Soledad, que durante cuatro años salió en procesión.

Alabaron a la gente sencilla, «que entiende sin habérselo enseñado lo que de verdad expresa Mena en la calle». Y por supuesto, defendieron la presencia de los caballeros legionarios, «nazarenos de camisa verde» en la comitiva. Recordaron los maravillosos días del Cristo de la Buena Muerte en Madrid con motivo de la JMJ y el vía crucis presidido por Benedicto XVI y terminaron soñando con la próxima coronación de la Virgen de la Soledad.