Antonio Guadamuro es profesor y periodista y, como tal, en su piel lleva esculpidas las miles de crónicas radiofónicas que nos ha regalado a muchos malagueños desde nuestra infancia. Su voz es a la radio como el capirote a la Semana Santa, elementos inseparables que ayer, sobre las tablas del Cervantes, volvieron a fundirse en la bella semántica de un pregón valiente, poético, retórico incluso, en el sentido que ese vocablo tenía en los cincuenta, un discurso de hondo sabor cofrade en el que repartió velas a muchos palos y regaló versos hermosísimos con los que tiñó de sonrisas y emociones un auditorio atento. Guadamuro, maestro de periodistas, más malagueño que nadie -nació en el número 10 de la calle Larios, y fue vecino de Carlos Gómez Raggio y Lola Carreras-, reivindicó una Semana Mayor con Sábado Santo con procesiones y exigió respeto a los laicistas.

Insistió en que Málaga necesita el Sábado Santo, o eso cree Guadamuro. En 1987, dijo, los Obispos del Sur publicaron una pastoral en la que aseguraban que para los fieles «contemplar los Misterios de la Pasión de Cristo y los Dolores y Soledad de la Virgen María pueden ser muy adecuadas también en el Sábado Santo». Y luego, el cronista opina: «Este pregonero, con toda humildad y haciéndome eco del sentir de muchos cofrades, solicitaría a nuestro pastor, al señor obispo de la Diócesis, la autorización de que algunas cofradías pudieran hacer su estación de penitencia el Sábado Santo, sobre todo las que tienen en sus estatutos la salida ese día». Eso sí, siempre que se encerraran antes del comienzo de la Vigilia Pascual.

El periodista, como ya hiciera el también plumilla Pedro Merino, reclamó al alcalde, Francisco de la Torre, una escultura del Nazareno, como las hay del Cenachero, el Fiestero y el Biznaguero. Pero luego dio un paso más: «No pretendemos que ello se realice con dinero público, sino que sea sufragado por suscripción popular, y que seamos los propios cofrades los que lo costeemos».

Eso ocurrió al final del pregón, pero antes parafraseó al recordado obispo Antonio Dorado y habló del «laicismo provocado» que acecha a los católicos y a la Semana Santa. «Recordemos que España no es un Estado laico, sino aconfesional, que son dos cosas distintas. ¿Por qué nos quieren imponer el laicismo? ¿Por qué somos perseguidos por nuestras creencias? A quien no le guste la Semana Santa simplemente que no venga a verla, que nos dejen en paz, que sigamos con nuestra fe, que no hacemos mal a nadie». En su opinión, los católicos y los cofrades llevan mucho tiempo poniendo «la otra mejilla». En definitiva, exigió respeto y que nadie use a los cofrades para hacerse la foto.

Pero hubo autocrítica cofrade también. «Tenemos que dar ejemplo como cristianos y cofrades y no andar en disputas entre nosotros. Sobre todo cuando hay competencia entre los cargos, debemos dar ejemplo de unidad, comprensión y perdón». Incluso, pidió a los cofrades que «cuiden muy bien que en el culto mal entendedido a las imágenes se puede llegar a perder no pocas veces su verdadero sentido cristiano». Y llamó a los que no conocen las cofradías , a los que juzgan el oro, la plata, los bordados, los palios, a que, «antes de juzgar lo que hacemos, que vengan junto a nosotros y verán que no es oro todo lo que reluce, y lo que reluce es fruto del trabajo diario de hombres y mujeres que mantienen una actividad artesana que además crea muchos puestos de trabajo».

Se preguntó si todos los que critican conocen la labor social de las cofradías y puso como ejemplo la Fundación Corinto o el centro «Calor y Café», que impulsan el Obispado y Cáritas, para dar cobijo nocturno a los sin techo.

Habló de la mujer, «que ya no está relegada a camarera y otros trabajos menores, sino que ya con su esfuerzo y conocimiento ha conseguido cotas tan altas como ser hermana mayor o puestos de importancia en las juntas de gobierno»; y, como profesor e impulsor del Pregón Infantil, señaló que «la renovación de nuestras cofradías y hermandades tiene que venir de la mano de los jóvenes».

Además se declaró firme defensor de «la participación de las Fuerzas Armadas en nuestras procesiones, aunque mucho me temo que, con los tiempos que corren, cada año sea más difícil su presencia en nuestras calles» y calificó de «histórica» la incorporación al seno de la Agrupación de Cofradías de Humildad y Paciencia y Mediadora en 2015.

Homenajes

Guadamuro acabó su pregón en enero y lo guardó en un cajón. Ayer por la mañana lo repasó y, con la verdad de la que siempre dotó a sus crónicas -¿qué es una crónica si no tiene verdad?-, habló de Semana Santa, de su Semana Santa, de la de cuando era pequeño, de los años en los que se hacían los enseres en la carpintería del Instituto Rosaleda y se recubrían con purpurina, de cuando se prefería salir por la noche porque «todos los gatos son pardos», de la posguerra, de aquella Málaga que ahogaba su pasión en la radio, del primer pregón que escuchó, en 1957.

«Era una radio incipiente, modesta, falta de medios, pero con profesionales de envergadura extraordinaria», dijo. Radio Nacional de España retransmitía la Semana Santa, en los cuarenta y los cincuenta, desde los Almacenes Álvarez Fonseca de la calle Granada, y se acordó de los grandes ases de las ondas: Antonio Carmona, Miguel Martín Alonso, Guillermo Jiménez Smerdou, José María Guadamuro, Daniel de la Puerta y Mari Carmen Arrondo. «Nunca pensé que, años más tarde, yo haría lo mismo un Miércoles y un Jueves Santo desde la tribuna de la plaza de la Constitución», relató.

Luego llegarían Radio Juventud y los míticos Diego Gómez, Domingo Mérida, María Teresa Campos, Antonio Jiménez Parejo y Fernando García del Río, sus incursiones en la prensa escrita cofrade -con el gran Paco Fadón- y la Cope, su Cope, a la que dedicó bellas palabras.

De aquellos años recuerda que apenas existían bandas de música en la ciudad, cuando había que sortear en qué desfile salían los hombres de trono que por poco dinero, un bocadillo y un botijo de vino, cargaban «con pesados tronos y, en muchas ocasiones, reclamaban una mejora en el pago o el trono no salía».

Hoy, la Semana Santa «ha evolucionado» para bien.

En su declamación, contó con dos pregoneros infantiles de sendos alumnos (Álvaro Van der Pool y Ana María Serna) para referirse a algunas de las imágenes de la Semana Santa, y dialogó con inolvidables pregoneros como Antonio Garrido Moraga -que aludió, cómo no, a la Esperanza- o Eugenio Chicano.

Él siente una devoción especial por la Reina del Perchel, y eso se notó. «Como dijo el pregonero de 1957, en esta noche de Jueves Santo las esquinas se ponían de puntillas para verla», recalcó. También fue hermano de El Rico y de Mena. El pregón lo cerró el coro de San Estanislao, que interpretó el Poema Sinfónico de Perfecto Artola y los dibujantes Idígoras y Pachi completaron un cuadro a la vez que el pregón iba avanzando.