De pequeño, en la escuela de su pueblo, Benamocarra, profesores y compañeros de clase se maravillaban cuando agarraba un trozo de plastilina y a los pocos minutos, Valerio Téllez, lo convertía en una figura con cierto realismo y perfectamente proporcionada.

Su bisabuelo fue alfarero y cree que «algún gen potente debo de haber heredado». Pero fueron sus abuelos los que le introdujeron en universo cofrade y éste fue el desencadenante para que estas figuritas de plastilina fuesen evolucionando a pequeñas réplicas de vírgenes y sobre todo de cristos.

Siendo adolescente la pasión por la imaginería progresa en Téllez hasta el punto de crearse una necesidad interior «ser imaginero. Entonces comencé a leer sobre los autores clásicos, estudiar su técnica, la composición de las imágenes, los materiales que emplearon€ y también pregunté y pregunté para llegar a responderme muchas preguntas que tenía en mi cabeza desde chico», recuerda Valerio Téllez.

Mientras trabaja, en su taller, en el boceto de un encargo para un particular, una Virgen con el niño dormido en sus brazos y que además sostiene a un cordero, recuerda que con 7 u 8 años dejó la plastilina y comenzó a usar el barro. Sus primeras creaciones las conservan sus padres «a modo de reliquia en un mueblecito. Mis padres le tienen un cariño especial».

Los libros, su biblia

Agricultor y autodidacta. Nunca tuvo la oportunidad de formarse en ninguna escuela y tampoco pudo aprender en el taller de otro artista, así que «me he tenido que calentar la cabeza y aprendí por mi cuenta la anatomía humana a través de libros que fui comprando. Libros que me han acompañado mucho tiempo durante muchos años y que sigo consultando. Me han enseñado a comprender la relación entre el equilibrio y la fuerza, la proporción ideal, los volúmenes». No solo leyó todos los libros que cayeron en sus manos, sino que también fue visitando por toda Andalucía aquellas obras que le suscitaban interés.

Su método de aprendizaje ha sido «practicar, probar, equivocarte y aprender de los errores. Coger un bloque de madera, comenzar a darle gubiazo a gubiazo y sacar, por ejemplo, una mano. Y mañana otra, hasta perfeccionarla», relata.

El estilo que ha desarrollado en estos siete años como profesional de la escultura sacra está basado en grandes imagineros del barroco sevillano como Juan de Mesa, Martínez Montañez o Montes de Oca. Aunque admite que le gusta las obras de las denominadas escuelas granadinas o malagueñas «siempre me ha cautivado el barroco y es en lo que encuentro más inspiración».

El valor, su estandarte

Benamocarra perdió, la imagen de su Nazareno en el 36. El municipio echaba de menos la imagen de Jesús en el Calvario y los propios vecinos del pueblo organizaron una colecta para sufragar los gastos para hacer una nueva talla, que «por sorpresa me la encargaron a mí. En 2010 me llegó el primer trabajo por encargo». Aunque nunca había hecho un trabajo de tales dimensiones, se armó de valor y le devolvió a su pueblo la imagen de Jesús Nazareno de la Pasión, de talla anatómica completa con brazos articulados.

Tras este trabajo para su Semana Santa llegaron otras encomiendas, principalmente, restauraciones, además de las esculturas del crucificado de la ermita de Benamocarra, el crucificado para Santa María de la Encarnación (Vélez), el Rosario de Cájiz o el Cristo de los Desamparados (Motril), además de elementos para tronos de Vélez.

Confiesa que «por las mañanas, cuando estoy en el campo, visualizo y planteo lo que voy a ejecutar por la tarde. Me gustan que las imágenes tengan alma, que transmitan y que sean expresivas». Con estos principios trabajó en su última obra, que es «el Santísimo Cristo de la Luz del Mundo para el barrio de San Andrés, escultura que representa el momento en el que el nazareno recibe la cruz». Esta talla fue bendecida el 1 de octubre apadrinada por la cofradía del Cautivo. Una imagen que salió en procesión el Sábado de Pasión por las calles de San Andrés. Téllez ya tiene modelado en barro el rostro del sayón que acompañara al Cristo y que la asociación pretende incorporar en 2018.

Hay cosas que nunca ha hecho y nadie le ha enseñado. Pero un reto es un estímulo para este joven tallista de 34 años. El pasado año recibió el encargo de Lágrimas y Favores para la ornamentación de su capilla en yeso, diseño de José Miguel Moreno. «Vinieron varios miembros de la junta de gobierno. Había hecho algunos trabajos en yesería. Ninguno de esta envergadura, pero me dije voy a echarle valor y acepté», cuenta Valerio, que confiesa está cada vez más ilusionando para trabajar el arte sacro para la capital y la provincia.

@josemisepul