En el 80 aniversario de esa histórica Semana Santa quisiera contar, en detalle, los hechos relacionados con el grupo de malagueños que cantaron una sentida e improvisada saeta en la Semana Santa de Gijón y el transporte que los trajo hasta aquella ciudad. En estos últimos meses me han llegado noticias de que mi artículo sobre la saeta que aquel grupo de marineros malagueños cantó fortuitamente en Gijón el Viernes Santo del año 1938 (15 de abril) gustó mucho a los lectores de La Opinión de Málaga. Ello me ha llenado de inmensa satisfacción, al ser como soy un historiador gijonés y dadas mis raíces malagueñas (ya que como conté el año pasado mi abuelo materno Gonzalo Sánchez Santiago, nació y se crió en el barrio de El Perchel, habiendo sido marino durante su juventud).

Como continuación de aquel artículo, en el contexto de esta Semana Santa de 2018, quisiera continuar con nuevos datos (que he podido recopilar a lo largo de estos últimos meses) la curiosa historia que conté en la pasada Semana Santa de 2017. Confío en que este nuevo artículo, les resulte tan curioso como la anterior. Se lo dedico a la memoria de aquellos marineros malagueños y a mi querido abuelo Gonzalo (conocido en su infancia por el mote de «Pinchito Valele»).

Para comenzar, quisiera recordar rápidamente los hechos que narré en mi anterior artículo para quienes no tuviesen la oportunidad de leerlo.

De manera casual se encontraban en la ciudad cinco marineros del barco mercante María R., que venía de Galicia (dedicado al transporte de abonos, en ese momento). Este buque recibió su botadura el día 9 de noviembre del año 1908 y se le dio el nombre de Cataluña. Fue entregado a sus propietarios el mes siguiente. En el año 1920 fue rebautizado con el nombre de Alhambra. En el año 1935 es adquirido por la naviera Hijo de Ramón A. Ramos y le concedieron el nombre de María R. Este vapor llegó a Barcelona el 16 de julio de 1936, quedando detenido al estallar la rebelión del 18 de julio. El 8 de febrero de 1937, al ser conquistada la ciudad de Málaga por las tropas del bando nacional, el María R. navegará por cuenta del referido bando.

Cuando este grupo de marineros malagueños desembarcaron del María R. en el puerto de Gijón al ser Viernes Santo no dudaron en asistir a la procesión. El grupo de malagueños vieron la procesión, probablemente, desde los Jardines de la Reina (en el tramo final del recorrido procesional).

Al ver pasar la imagen de la Virgen de la Soledad de entre ellos el cabo Luis Gea, gran aficionado al cante flamenco, se arrancó a cantar una saeta. Los gijoneses de la época no conocían el rico fervor religioso popular de Andalucía y la costumbre del canto de saetas, en señal de devoción, en tanto que entendieron este acto como un hecho irreverente. La gente presente se ofendió y comenzó a sisear para que el joven se callara. A pesar del malestar creciente terminó su saeta y sus compañeros le aplaudieron. Al final la gente les quería coger para tirarlos al agua, pero la situación no pasó a mayores y los marineros pudieron regresar rápidamente a su buque.

Conocemos la identidad de tres de estos marineros. Uno de ellos era Antonio Ortega Mata, que se alistó de voluntario en la Armada. Tras acabar la Guerra Civil, estudió Farmacia y ejerció su profesión en Málaga. Otro, apellidado Ferrer, falleció poco tiempo después en el frente (siendo voluntario de la Cruz Roja). Luis Gea estudió la carrera de Farmacia y se instaló en un pueblo malagueño.¿Qué fue del buque?

Pero muy probablemente se podrán preguntar ahora ¿Qué fue del buque María R. después de aquel suceso y una vez acabada la Guerra Civil? y, por suerte, gracias a la información disponible podemos seguir su rastro.

Un hecho que es completamente desconocido es que el buque que los trajo a Gijón regresó años después a la ciudad, sin que nadie se percatase de este hecho. Investigando el destino del María R., una vez acaba la Guerra Civil, sabemos que el 24 de marzo de 1939 fue recuperado por sus propietarios y a la altura del año 1952 (dado el estado de deterioro en que se encontraba) debieron renovar su cubierta superior lo que supondrá un período de inmovilización de unos 123 días. Esa importante reparación se realizó en el puerto gijonés de El Musel.

Después de varios años de servicio, en 1956 fue sometido a una reparación en el puerto de Barcelona.

Lamentablemente el 27 de diciembre de dicho año, tras concluir los trabajos los trabajos de reparación y al ser puesto a flote, perdió la estabilidad y se hundió.

El María R. se mantuvo hundido durante varios meses. La naviera debía decidir si podían reflotarlo para arreglarlo y ponerlo nuevamente en servicio o, dado el alto coste de estas nuevas operaciones, darlo por perdido. Finalmente, el buque que trajo a aquellos malagueños a Gijón fue reflotado el 12 de abril de 1957. Fue enviado a ser reparado en la factoría Nuevo Vulcano, ubicada en el puerto de Barcelona, donde estará hasta finales de septiembre de 1957, en que se puso otra vez en servicio. Aunque aquello fue una pequeña esperanza de que el María R. siguiera en activo la mala coyuntura económica del momento hizo que la naviera tuviera que dejar fuera de servicio al viejo María R., que se ancló en el puerto de Barcelona. Su destino final estaba cercano ya que en abril de 1959 fue vendido como chatarra y fue desguazado en Valencia.

Aquel fue un triste final para aquel buque que posibilitó que Gijón contase en aquella Semana Santa tan especial de 1938 con una hermosa saeta que cortó el Cielo de la ciudad durante la Procesión del Viernes Santo.

El azar o la Divina Providencia, para otros, hizo que las corrientes marinas trajeran al María R. a Gijón en aquella Semana Santa de 1938 y cuando años después tuvo que regresar a Gijón para ser reparado parece que la embarcación tuviera vida propia y sintiese nostalgia por visitar esta ciudad norteña en la que se produjo una entrañable y hermosa recuperación de los cultos y procesiones de Semana Santa, después de varios años sin poder celebrarse. Si unimos a aquella emotiva saeta, la cómica persecución de aquel grupo de marineros malagueños por los gijoneses de entonces y que las procesiones de dicho año se realizaron con las imágenes prestadas por una cofradía leonesa (las cuales fueron enviadas en ambulancia) aquella se convierte en una Semana Santa sorprendente, digna de ser novelada.

Parece que en aquella Semana Santa los gijoneses aprendieron la existencia de las saetas como una forma especial de expresar la devoción religiosa. Aquella fue la primera saeta que se escuchó en Gijón y luego vendrán muchas otras que ya serán escuchadas con gusto y admiración, cantadas por personajes muy queridos en esta ciudad costera asturiana como fueron José González Cristóbal (conocido como El Presi) o Albina Sánchez Cachero (cantante soprano aficionada al canto de saetas). Tampoco es casual que estos cantantes o artistas regionales se interesasen por el canto de saetas. Ello tiene que ver con la existencia de algún tipo de vinculación previa con Andalucía. En el caso concreto de El Presi (cantaor nacido en Gijón en 1908 y fallecido en la misma ciudad en 1983) tiene mucha importancia en la tradición flamenca en Gijón. Parece que su afición por el flamenco le vino por ser hijo de un militar, con lo que debió recorrer junto a su padre gran parte de la geografía española. En uno de sus destinos estuvo en Granada, donde vivió el flamenco en primera persona. Cuando regrese a Gijón, seguirá profundizando en el arte jondo, ofreciendo espectáculos flamencos por Asturias. Podemos afirmar que su figura ayudó a consolidar la afición por el flamenco en el norte de España.

Para terminar, quisiera decir que los gijoneses amantes de la Semana Santa, en la actualidad, debemos estar agradecidos a aquellos malagueños por lo que nos trajeron además de enviarles una cariñosa disculpa por el desconocimiento del canto fervoroso de saetas.

*Miguel Dongil y Sánchez es cronista Vera Cruz Gijón

www.migueldongil.com