No estaba prevista la salida extraordinaria el domingo por la mañana, pero la amenaza de lluvia parece que se confabuló para que la Pollinica volviera a salir una mañana del domingo. No sé cómo hubiera sido ver el trono ese sábado por la noche, pero sí que creo que la solución improvisada para solventar la amenaza de lluvia supuso un regalo inesperado para todos. Fue una mañana y principio de la tarde soleado, con mucho público, en el que la cofradía recorrió el Centro por un itinerario diferente al que nos tiene acostumbrado y que parece que fue un éxito. Quizás el sábado por la noche también habría sido un momento especial, aunque con la Pasarela Larios al lado y la dispersión de los sábados por la noche, con más «competencia» en la ciudad, hubiera sido diferente.

El Centro era para la Pollinica y eso se vio. La gente formaba el pasillo por donde iba a pasar el cortejo bastante antes de que se vislumbrara. Había mucha gente alrededor del trono, pero también por delante y por detrás, verdadera medida del éxito de una salida extraordinaria.

El trono respondió con un paso cadencioso, lento. Así se mantuvo en todo el recorrido. No había prisas. El público se encontró con un cortejo sencillo que abría paso al Señor en su Entrada en Jerusalén rodeado de un conjunto armonioso con el trono de Traspaso y Soledad y los faroles de la Salutación. El mantolín de estreno, de Sebastián Marchante, brillaba bajo el sol de la mañana y la agrupación musical de Linares imponía un sonido melódico, empastado y potente, que ayudó al conjunto procesional.