"Vamos a ser testigos privilegiados", anunciaba una de las misioneras de las Doctrinas Rurales, dando comienzo a la ceremonia de la beatificación del padre Tiburcio Arnaiz a las 11.00 horas, tal y como estaba previsto.

Aunque la mañana comenzaba entre botas de agua y chubasqueros y la incertidumbre por la alerta roja por precipitaciones, la lluvia ha dado un respiro a la capital malagueña.

De esta manera, los fieles agolpados en las calles para seguir en directo la beatificación del padre Arnaiz han podido disfrutar tranquilamente de la ceremonia.

Mientras el coro cantaba 'Pueblo de Reyes', se acercaban al altar el presidente del acto, el cardenal Angelo Becciu, y los concelebrantes, entre ellos, el obispo de Málaga, Jesús Catalá; el arzobispo de Granada, Javier Martínez Fernández; el nuncio apostólico del Papa Francisco en España, Renzo Fratini; y el obispo emérito de Pamplona, Fernando Sebastián.

Después de que Catalá pidiera al Papa la inscripción del padre Arnaiz en el número de los beatos, la postuladora de la Causa del jesuita en Roma, Silvia Correale, recordó la vida del jesuita, destacando algunos hitos como la fundación de las Misioneras de las Doctrinas Rurales.

Dentro de la Catedral, el cardenal Angelo Becciu ha sido el encargado de anunciar una media hora después del comienzo de la ceremonia que el padre Tiburcio Arnaiz ya era beato.

El acto ha continuado con la celebración de la Eucaristía. Tras las peticiones de los jóvenes del patronato ha llegado el turno de las ofrendas, uno de los momentos más emocionantes ya que ha sido el malagueño Manuel Antonio Lucena, cuya recuperación de un infarto que sufrió en 1994 se atribuye al padre Arnaiz, el encargado de la ofrenda principal junto a su esposa.

La lluvia ha dado un respiro

La lluvia no ha impedido que en los alrededores de la Catedral, donde se han instalado pantallas para seguir la ceremonia, a una hora del inicio el acto de beatificación del padre Tiburcio Arnaiz se agolpasen las personas que no querían perderse un momento tan esperado por los seguidores del jesuita, la mayoría de ellos ataviados con una mochila y un pañuelo rojos con el logotipo de la beatificación y con una premisa: no seguir sus intereses particulares, sino los de Jesucristo.

También se han unido sacerdotes y obispos que, siguiendo las indicaciones de docenas de voluntarios, han ido pasando unos por la puerta lateral del templo y otros por la principal en dirección a la sacristía.

Ha sido entonces cuando Angelo Becciu ha anunciado que, tras haber consultado a la Congregación para las Causas de los Santos, "el padre Arnaiz desde ahora puede ser llamado beato". Con estas palabras, la Catedral se ha llenado de aplausos al mismo tiempo que sonaban las campanas de todas las iglesias y que se descubría una imagen del ya beato Tiburcio Arnaiz en el centro de la Catedral.