Uno de los momentos más emotivos se produjo durante el desarrollo de la misa que siguió al acto de beatificación del padre Tiburcio Arnaiz Muñoz.

Y es que el malagueño Manuel Antonio Lucena García, acompañado de su esposa y miembros de su familia, fue el encargado de llevar las ofrendas mientras sonaba Non nobis domine, de Patrick Doyle.

Lucena es el receptor del milagro que ha hecho posible que Arnaiz hoy pueda ser ya llamado beato. En 1994, a sus 41 años, este malagueño sufrió un infarto de miocardio que lo mantuvo sin oxígeno unos diez minutos. Las pruebas revelaban importantes daños cerebrales que se traducirían en secuelas físicas o psíquicas. Por su parte, su hermana le pidió a toda la familia que encomendasen la recuperación de Manuel Antonio a la intercesión del Padre Arnaiz. Y este salio de la UCI del Hospital Regional sin ninguna secuela.

Los médicos asumieron que este suceso no tenía explicación científica y el caso pasó a estudiarlo la Congregación para la Causa de los Santos, donde se asumió lo mismo. Así, fue el Papa Francisco quien ratificó el milagro en 2017.