El Cristo de la Agonía ya está en su trono. En silencio, en un ambiente de verdadero recogimiento y orden, como es costumbre en la hermandad, la portentosa imagen del crucificado tallado en 1972 por Francisco Buiza, elevaba el vuelo al cielo del oratorio como si de una transfiguración se tratase. Qué bien se está en Pozos Dulces, Señor.

Las Penas contó con una soprano para contagiar a quienes abarrotaban el templo. Ni un alfiler dentro ni fuera. El director espiritual de la corporación, Felipe Reina, hacía la celebración de la Palabra. La junta de gobierno, con su nueva hermana mayor a la cabeza, Ángela Guerrero, se encontraba en el altar mayor, prestando escolta a una cruz velada. Tras toda la jornada expuesto en devoto besapié, el Cristo empezó a avanzar a hombros de sus cofrades y se situaba en el bajo coro. Bajo la soberbia bóveda pintada por Raúl Berzosa. Y gracias a una polea, unas cuerdas y las directrices certeras de quienes llevan años haciendo la misma operación, el Cristo se elevaba lentamente para depositarse con suma suavidad en su trono, que ya ocupaba el centro de la capilla.

Una saeta sonó. Un padrenuestro se rezó. Y un Salve Regina se cantó para dar por finalizado el acto, justo antes de que el Huerto iniciara su paso por Pozos Dulces y sus titulares saludaran protocolariamente a los de las Penas.