En la sombra, frío. Al sol, calor. El cielo a veces gris, otras celeste y despejado. Sacar la procesión a la calle parecía una aventura, como lanzar los dados. Meteorología tampoco se atrevía a dar una previsión certera. Ante este panorama, poco después de las 11.30 horas, la hermana mayor de la Sangre, Laura Berrocal, se dirigía a los hermanos a través de la megafonía de San Felipe, después de la misa. La archicofradía iniciaría su traslado pero acortando el camino.

Y así fue. De inmediato. Los hermanos comenzaron a retirar los bancos del templo con suma diligencia y se abrieron las puertas para que los sones clásicos de los Bomberos iniciaran la marcha. Ir hasta la Piedad y volver por Ollerías.

Hermanos con cirios cortos formaban el cortejo, que abría la cruz guía. El Cristo de Palma Burgos, a hombros, entre otros, de la pregonera de la Semana Santa, Paloma Saborido, o el presidente de la Agrupación, Pablo Atencia. Y la Virgen de Consolación y Lágrimas, en sus andas, arregladas con margaritas de botón y siemprevivas malvas y liliums de color blanco.

La imagen de la Virgen, bien vestida con tules por Alejandro Guerrero, abrigaba su espalda con su manto de traslado bordado sobre terciopelo malva y ciñendo su cintura con fajín hebreo.

La banda de La Paz estuvo una vez más brillante, intercalando marchas de cornetas y otras más piano. Consolación y Lágrimas o Esperanza Macarena para los primeros pasos por la calle Parras, donde aguardaban corporativamente Salutación y Santa Cruz.

La llegada a la capilla de la Piedad se hizo acompañada de un gran y sorprendente silencio por parte de los asistentes, muy emotivo. Para continuar rompiendo con Reina de la O.

Sobre las 14.00 horas y con el cielo encapotado, la procesión llegó a la casa hermandad de Dos Aceras, engalanada con colgaduras pontificias. Y la calle llena de cofrades deseando que la jornada procesionista continúe.