Cofradías

Málaga reza por la paz en Ucrania en un extraordinario vía crucis magno

La cruz, y ese camino de Cristo en su Pasión y Muerte, fueron revividos este sábado en la Catedral para conmemorar los primeros cien años de vida de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Málaga

A lo largo de la historia, el arte ha hecho algo bello de la cruz, el instrumento de martirio más cruel, la tortura más despiadada que se aplicaba a los reos, el castigo más abyecto. Es el símbolo de la redención para los cristianos, un signo cotidiano, aunque cada vez lo sea menos, una presencia familiar y cercana, que reconforta y alienta. La cruz, y ese camino de Cristo en su Pasión y Muerte, ha sido revivido este sábado en la Catedral para conmemorar los primeros cien años de vida de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, en el último de los grandes actos de manifestación pública organizados para celebrar tan importante efemérides. Y con él, Málaga ha querido sumarse a la oración por la paz del mundo, en especial, ante la demencial invasión de Ucrania.

Con un criterio artístico superior, con respeto a los cánones cofradieros más elementales, con el gusto que quizás solo saben aplicar los cofrades, este Vía Crucis extraordinario ha sido extraordinario de verdad, pero no ha rehuido la atrocidad y violencia padecida por el Señor en su sacrificio por la salvación del género humano. De eso se trata, además, la Cuaresma: un periodo de revisión, de diagnóstico interior, pero también de recuerdo y autoconvencimiento de nuestra insignificancia ante la grandeza del Inocente que siéndolo todo, se dio en cuerpo y alma por quienes no somos nada.

El ambiente de solemnidad que se respiraba en el Primer Templo invitaba a la meditación. Bajo la presidencia del obispo de la diócesis, Jesús Catalá, acompañado por una decena de canónigos y por el sacerdote Roman Hamratsey, perteneciente a la Iglesia Greco Católica Ucraniana, las distintas cofradías iban accediendo por la Puerta del Sol, se detenían ante el altar mayor para protagonizar la lectura evangélica y la reflexión de cada estación, cubrían el breve trayecto de apenas 90 metros del crucero catedralicio, y salían al Patio de los Naranjos mientras sonaban, al unísono, los dos órganos barrocos de la Catedral: el del Evangelio y el de la Epístola, sin duda, los mejores en su género en toda España.

El obispo de la diócesis, Jesús Catalá, estuvo acompañado por el sacerdote Roman Hamratsey, perteneciente a la Iglesia Greco Católica Ucraniana

En este acto extraordinario se ha estrenado una pieza denominada precisamente ‘Vía Crucis’ de una obra mayor compuesta por el italiano Fausto Caporali, organista de la Catedral de Cremona y profesor del Conservatorio de Turín. Catorce movimientos que se corresponden con cada una de las estaciones y que tanto Capolari como Luciano Carbone han interpretado en los órganos gemelos, junto con la escolanía Pueri Cantores y el coro de la Catedral de Málaga, ambas formaciones dirigidas por Antonio del Pino, que también dirigía a un grupo instrumental y al cantaor Bonela Hijo, cuya voz rasgada también sobrecogió el sentido de los asistentes y les ayudo a adentrarse en el misterio. Una obra a caballo entre el barroco y lo contemporáneo.

Estación tras estación, el recorrido desde Getsemaní hasta el sepulcro, este trayecto de dolor, cada reflexión, resonaba bajo las bóvedas catedralicias como los latigazos en el Pretorio romano. Sin solución de continuidad, una tras otra, perfectamente sincronizadas las catorce, con un ligero retraso de 15 minutos, que en todo caso fue poco a poco recuperado. Este 5 de marzo de 2022 pasará a la historia de las cofradías malagueñas. Y aunque, a priori, salir en la Magna 'El Camino de la Gloria' suponía la excelencia del centenario, ni la veneración 'El Verbo Encarnado' de la Catedral ni, ni mucho menos, este Vía Crucis, han sido menos sobresalientes. Puede que incluso más significativos y trascendentales.

Porque además, este acto ha permitido a las cofradías aprovechar la oportunidad para presentar interesantes y enriquecedoras novedades, tanto en su puesta en escena, en sus itinerarios, en las andas empleadas para portar a sus sagrados titulares o el acompañamiento musical. Aquí ha habido de todo: unas han optado por el concepto más austero y honrado de la celebración, tanto a la ida como a la vuelta, y otras le han dado la vuelta y han recurrido a formaciones de reconocido prestigio, como la Centuria Macarena, Tejera o Presentación al Pueblo de Dos Hermanas, sin olvidar, por supuesto, a las grandes bandas locales, como Cautivo, el Carmen, San Lorenzo Mártir o la Municipal de música, en sus recorridos de regreso.

Y en el Vía Crucis, además de para la aflicción, también ha habido espacio para la esperanza. El cristiano sabe bien que tras el Calvario aguarda la Gloria, y también equipara esa creencia cuando, aún con la herencia pandémica latente, ve que las cofradías vuelven a su espacio natural, la calle, con toda la normalidad que la situación sanitaria permite.

Vía crucis capuchinero

Capuchinos ha tenido este primer sábado cuaresmal la preeminencia en la celebración. Tres de las catorce corporaciones participantes, son de este barrio, prácticamente inédito en los grandes acontecimientos del cronograma del centenario. Pero sin duda, ha sabido resarcirse. La primera en echarse a andar de camino a la Catedral era el Prendimiento, desde su casa hermandad en la calle San Millán, a las 15.45 horas. Prácticamente, una detrás de la otra, desde la Divina Pastora se ponía en la calle el Dulce Nombre, y juntas, han emprendido un itinerario común por Empecinado y San Jorge para desembocar en el Molinillo y bajar al Centro por el entorno del antiguamente conocido como barrio de San Rafael: Ermitaño, los Cristos, Don Rodrigo, Álvarez... un espacio que ha adquirido especial protagonismo en este Vía Crucis, como la plazuela Virgen de las Penas y Pozos Dulces, incluidos por la mayoría de las corporaciones.

El Prendimiento o el beso de Judas en la noche trágica y oscura de Getsemaní. La segunda estación: "Danos sentimientos de paz y perdón, porque no hay paz sin perdón, no hay perdón sin compasión". Incluso a los que traicionan. Incluso a los que te niegan, porque luego pueden ser piedra angular, en este caso, sobre la que se asiente la cristiandad, sobre San Pedro, que llora desconsolado, ante el Señor de la Soledad. Canta el gallo por tercera vez en el cuarto pasaje del vía crucis.

Un olivo cobija la escena desde El Ejido, sobre el trono de traslado de la cofradía. El Señor, con su túnica burdeos bordada en oro, sobre elegante y vistoso arreglo floral que remataba un risco de corcho, bajaba con capilla musical y subía acompasado por el rancio redoble y el reconocible sonido metálico de la banda de la Centuria de la Macarena, con las marchas de Escámez de siempre y otras que bien podrían ser del linarense, creador del estilo.

Dulce Nombre, recurrió a la capilla musical de los Dolores de San Juan, a la ida, y a la agrupación de la Virgen de la Oliva, de Vejer de la Frontera, para regresar a Capuchinos, con el misterio sobre el trono de traslado de la Virgen de Consolación y Lágrimas.

Salesianos bajo las bóvedas catedralicias

Salesianos bajo las bóvedas catedralicias / Álex Zea

La tercera capuchinera, Salesianos, salía más tarde. Lo hacía desde su casa hermandad, frente al Santuario de María Auxiliadora en Eduardo Domínguez Ávila. Esta también siguió los pasos de las que le precedieron por el Molinillo y San Rafael para llegar al recorrido común de este Vía Crucis extraordinario por la calle Nueva, con las voces blancas de la escolanía de la parroquia de la Encarnación de Marbella. Duodécima estación: "Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu Madre". El Cristo de las Penas, elevado en el madero, nos deja la mejor de las herencias posibles: nuestra madre universal. La Virgen del Auxilio, con un manto azul bordado en oro cedido por las Penas y una nueva corona regalo de sus devotos, se mantiene firme al pie de de la cruz junto al Discípulo Amado sobre unas sencillas andas bien arregladas de flores y de luz y con la presencia del ángel Pablito, que portaba un lábaro en la leyenda 'Pax'.

En el recorrido común, desde Puerta del Mar hasta el Postigo de los Abades, el quinteto de metales de la banda del Cautivo aportó su música al misterio y desde la calle Granada, de regreso a su sede, fue la formación completa, con sones clásicos.

El Cristo de la Crucifixión accede a la Catedral

El Cristo de la Crucifixión accede a la Catedral / Gregorio Marrero

Por cercanía en el entramado urbano, en el alto Capuchinos, desde la parroquia del Buen Pastor partía también a las seis la comitiva, con la luz de Belén, que acompañaba al Cristo de la Crucifixión. Como en el vía crucis de la Agrupación de 2018, la imagen de Bonilla Cornejo iba tendido, sobre unas parihuelas cedidas por la hermandad de las Penas, sin apenas exorno floral. Sobrio a la par que elegante, discreto y escrupuloso con las claves que identifican a este acto penitencial, con la coral 'Lumen Laudis' y la capilla musical del Carmen Doloroso, tanto en la ida como en el regreso, el Cristo abría sus brazos y parecía reunir en ellos a toda la Málaga que le aguardaba en las aceras. Es la undécima estación: Jesús es crucificado. "Por amor se deja crucificar y en el amor el sufrimiento humano adquiere valor salvífico".

Desde la lejana Nueva Málaga, el Nazareno se encontraba con su Madre. También siguiendo un camino novedoso que puede servir de ensayo para futuros Martes Santo, la cofradía participaba en el Vía Crucis del centenario con sus dos sagrados titulares representando la séptima estación. "Vosotros cuando pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor". Para tratar de mitigarlo, sus cofrades los ataviaron con lo mejor de su ajuar, recurriendo incluso a la cesión del manto negro bordado en oro de la Virgen del Carmen Doloroso, del Corpus, o del trono de la Virgen del Sagrario, de Carranque. Un pasaje impactante y que respira a Atlántico dieciochesco, al del Cádiz de San Lorenzo de cada Jueves Santo con la cofradía de los Afligidos. A la ida con un quinteto de clarinetes de la banda de Zamarrilla y de regreso, precisamente con acompañamiento gaditano: la agrupación Ecce Mater.

La perchelera de la jornada era la Estrella, con el portentoso Cristo de la Humillación representando el encuentro con Herodes, que le vistió de blanco, del color brillante de los locos. Tercera estación del vía crucis, cuando la máquina judicial se pone en movimiento en contra de Jesús. "Basta que tú digas Yo soy", soberano de Palma Burgos, y Málaga acude a la gran explanada para verle, ya sea Cuaresma o Semana Santa. Este sábado, escoltado por sus faroles de siempre, sobre un trono enriquecido para el Vía Crucis del centenario, y a sus pies, monte de corcho con flores silvestres rematado por un moldurón de claveles rojos. A las 18.00 horas se abrían las puertas del templo dominico para que comenzara el peregrinar de la corporación hasta la Catedral. Para la ida, con sones penetrantes de capilla musical, y de regreso, la banda cornetas y tambores de Nuestra Señora del Carmen.

Málaga asiste cada Domingo de Ramos al momento en que Poncio Pilato presenta a Jesús al pueblo. El Ecce Homo en la plenitud en la que lo concibió Buiza, dando un paso decidido, con clámide bordada sobre los hombros pero dejando ver la mayor parte de su anatomía, parecía adelantarse en este vía crucis a la condena del procurador de Judea. Él por delante. Y más elevado. Sobre el trono de Pentecostés de la Virgen del Rocío decorado con iris morados y con cuatro faroles de la Pasión de Fuengirola. Los monaguillos repartían estampitas, medio de difusión de la devoción a un Cristo perfectamente engarzado en la piedad popular del barrio de la Victoria. La coral San Pedro Nolasco, de Jerez de la Frontera, aportaba el singular y novedoso acompañamiento musical, con su vistoso realejo, una especie de órgano portátil de un solo teclado, que era muy utilizado entre los siglos XIV y XVII, y que llamaba mucho la atención del público.

Jesús Orando en el Huerto, en el interior de la Catedral

Jesús Orando en el Huerto, en el interior de la Catedral / Eduardo Nieto

Centro

Histórica salida del Huerto desde el interior de San Julián, donde la archicofradía reside de manera temporal mientras duran las obras de restauración en Los Mártires. Con todo el sabor añejo que atesora la imagen de Fernando Ortiz, fiel a su estilo, se presentaba en este vía crucis magno, solo, arrodillado, implorante, sobre monte de iris morados y cardos, con compleja sencillez, con natural dificultad: Summum cofrade. Un cáliz reposaba junto a su efigie, completando de amargura la escena de la primera estación: “Concede, Señor, fortaleza y esperanza a todos los desesperados de la tierra”. Custodiado por ángeles ceroferarios en plata y con cuatro arbotantes dorados en las esquinas, las andas fueron diligentes por Arco de la Cabeza, acompañadas por la capilla musical de Nuestra Señora de la Concepción, de la propia archicofradía, y la coral Voces de Viñeros. Tras un momento de incertidumbre debido a la lluvia, la comitiva se refugió brevemente en la iglesia de San Juan.

A las 19.00 horas se abrían las puertas de la iglesia del Santo Cristo para que saliera la comitiva del Coronado de Espinas. Es la sexta estación. Jesús, dócil y humilde, el Rey verdadero, recibe las burlas de quienes le acaban de infringir un severo suplicio en forma de latigazos. “Haz que la violencia de los hombres sea vencida por la mansedumbre y que el sufrimiento incomprensible, amparado en la fe, se convierta en instrumento de paz y salvación”. Para este acontecimiento, la cofradía de Estudiantes optó por presentar a la efigie sin su tradicional clámide púrpura cubriéndole la espalda, tal y como lo hacía en las primeras procesiones de los años 40, y dejando al descubierto el trabajo de restauración de Juan Manuel Miñarro. Sobre un pretorio, que escenifica el atrio del palacio de Poncio Pilatos, se podía leer en latín el Salmo 93 (92): "Dominus regnavit decorem indutus est indutus est Dominus fortitudinem et praecinxit se" ("El Señor reina vestido de majestad, vestido y ceñido de poder"). La Municipal de música acompañó a la cofradía en el regreso a su sede canónica.

”Señor, danos la fuerza y el ánimo de compartir, igual que hizo Simón de Cirene, tu cruz”. En el octavo pasaje del vía crucis, Jesús de la Pasión ya está en plena ascensión al Calvario. Desde San Juan Bautista salía la comitiva procesional de la archicofradía, ordenada y pulcra. Los Mártires sigue en obras y aunque la corporación está provisionalmente en Santiago, las dimensiones del trono del Nazareno de Nerja, cedido para la ocasión, hacían inviable la salida desde el templo de la calle Granada. Sobre tupido monte de iris morados, con paso firme, el portentoso Cristo de Bru avanzaba por los vericuetos del Centro en busca del itinerario común con la ayuda del Cirineo de Darío Fernández. La capilla musical Caeli resonaba en el silencio de su discurrir.

Humildad y Paciencia, en el Primer Templo

Humildad y Paciencia, en el Primer Templo / Álex Zea

Mientras, Humildad y Paciencia daba una nueva lección de austeridad y de rigor, como en el traslado de las vísperas hasta en convento de San José, de donde salió la cofradía hacia la Catedral. En silencio a la ida y en silencio, a la vuelta hasta San Vicente Paul, desmitificando las distancias. Cristo espera a ser crucificado en la cima del Calvario. Ha sido desposeído hasta de sus vestiduras. Y aguarda solo, sentado, pensativo… sobre monte penitencial de flores moradas y espinos. Es la décima estación de este camino de Pasión y Muerte. “Con total entrega has aceptado la muerte en cruz por nuestra salvación”.

En el trono de traslado de la Sagrada Cena, la Santa Mujer Verónica enjuga el rostro divino del Nazareno de la Salutación desde San Felipe Neri. El cielo plomizo deja caer las primeras gotas de la tarde cuando la comitiva avanza por Parras hasta la capilla de la Piedad. Un tambor ronco marca el paso. ¡Qué gran misterio impreso en el lienzo! El Señor, con túnica de tergal morada, sin bordado alguno, estira su brazo como queriendo tocar y sanar a aquella que desafiando a la cohorte romana, se ha acercado en su auxilio. En la novena estación, “Cristo ya sabe lo larga que es en la historia la vía dolorosa”. Para que su carga fuera más liviana, de regreso al Molinillo, la agrupación musical San Lorenzo Mártir puso todo de su parte con las marchas que le dedica cada Domingo de Ramos.

Sin duda, una de las citas ineludibles de este Vía Crucis de la Agrupación era asistir a la primera salida procesional del Cristo de la Victoria, aunque ya pisó la calle Parras en la víspera para ser trasladado desde San Felipe hasta la casa hermandad de la Pollinica, desde donde se echaba a andar la cofradía de la Santa Cruz a partir de las 18.30 horas. Chispeaba en ese instante. Impactante el triunfo de este Cristo crucificado sobre la muerte en un Monte de la Calavera (el cráneo estaba a los pies del madero) confeccionado con orquídeas, rosas malvas, cardos, espino, tulipán, anturium y hipericum. Iba en vertical, sobre el trono de traslado del Rico, iluminado por los faroles del Cachorro y, de regreso, acompañado por los mismo sones que acompañan al Cristo de la Expiración cada Viernes Santo cuando va de Triana a Sevilla: la banda de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas. Una sorprendente apuesta por un estilo, con sus marchas más célebres y exuberantes en un repertorio de una cofradía de sello fúnebre. Décimo tercera estación: “Haz que las cruces de quienes, como Tú, mueren de manos de otros hombres, se transformen en árboles de vida”.  

El Yacente de la Paz y la Unidad, junto a las imágenes de Santa María del Monte Calvario, San Juan Evangelista y María Magdalena, la XIV Estación

Monte Calvario bajando el Compás de la Victoria. / Gregorio Marrero

Como hasta no hace mucho, porque el tiempo es relativo, se presentaba el Monte Calvario en este Vía Crucis extraordinario. Recuerdos de primeras salidas desde la Victoria, de un único trono haciendo estación de penitencia. El Yacente, amortajado por la Virgen del Monte Calvario, en el mismo misterio: el entierro de Cristo; décimo cuarta y última estación.

“Nuestro amor y adoración en esta hora tardía y en el día que no conoce ocaso”.

Si la ida a la Catedral se produjo con acompañamiento de capilla musical, el regreso a la ermita del Calvario tuvo los exquisitos sones de toda una institución musical: la Banda del Maestro Tejera. ‘Desamparo’ de Beigbeder sonaba, mientras el misterio se perdía por el Jardín de los Monos desde Lagunillas.

”Tras ser absorbido por la oscuridad de la muerte, será devuelto a la plenitud de la luz y la vida”. Este es el misterio de la fe de los cofrades de Málaga plasmado en este Vía Crucis extraordinario.

Tracking Pixel Contents