Supuso durante meses la evocación del penúltimo cimbreo de palio de la Semana Santa y ha vuelto para reestrenar con su extraordinaria el sentimiento cofradiero en los albores del nuevo curso en Málaga capital. La Caridad, bajo malla de oro prestada, salía a las calles de la Victoria y su barrio ha sabido corresponder a su cofradía de siempre para celebrar que su Virgen cumple años. 75 entre sus hermanos y todos los que crecieron queriendo a la Virgen, puede que aún sin saberlo, tras recibir cara a cara el primer impacto devocional cuando eran pequeños escolares de Los Olivos y Maristas. La hermandad del Amor, inmersa en la conmemoración de su centenario fundacional y en su Año Jubilar, ha querido hacer un paréntesis sobresaliente para recordar su llegada y estos tres cuartos de siglo de próspero fruto devocional.
Una imagen que llegó casi por sorpresa, ya que fue regalada por el bordador Leopoldo Padilla, que en 1948 trabajaba, precisamente, en la realización del ajuar procesional de la Virgen, que hasta entonces era la de Nicolás Prados. Salía del taller de un jovencísimo y, hasta entonces, aún desconocido Francisco Buiza Fernández, antes de que se convirtiera en, quizás, el escultor más prolijo y definitorio de la escuela imaginera sevillana del siglo XX. Buiza, que fue tremendamente leal con la memoria de su maestro en el oficio, dejó impregnada para siempre en la Caridad, su primera obra para Málaga, la inconfundible influencia de Sebastián Santos Rojas. Y así la conserva el Santuario de la Patrona y sus cofrades han querido este sábado compartirla con toda Málaga al uso y modo más cofrade: en la calle.
La procesión es el broche de oro a un inolvidable triduo que, con carácter itinerante, ha llevado a la Virgen desde su sede canónica, hasta la iglesia de San Agustín y, de regreso a su barrio, hasta el colegio de los Maristas. Durante los cultos, la imagen parecía invitar a los pequeños escolares de estos centros educativos que se le acercaban a besar su mano o a depositar a sus pies una flor de papel, goma eva y purpurina, a soplar simbólicamente con Ella las velas de su tarta de cumpleaños. Con total naturalidad. Con total sencillez. Además, estas misas han supuesto, en la práctica, un repaso a los lugares de veneración de intrínseca vinculación con la corporación. Porque, desde sus orígenes, el Amor ha estrechado lazos con ambas órdenes religiosas y sus comunidades educativas, pero sobre todo, a raiz de la crisis de los hombres de trono, cuando los jóvenes alumnos y antiguos alumnos de los colegios Los Olivos y Nuestra Señora de la Victoria dieron con valor y compromiso un paso al frente y se colocaron bajo los varales de aquellos tronos inmensos. Los agustinos de corazón inquieto, con Ella.
De hecho, en los años 80 y 90 del pasado siglo no resultaba extraño ni era motivo de controversia, dentro de su escenario histórico, que la Virgen de la Caridad fuera trasladada hasta el colegio en El Atabal y, sobre unas andas, recorriera el enorme recinto desde la cercana Universidad Laboral, a la que llegaba "de forma privada" y motorizada. La imagen, además, permanecía durante días en alguna de las capillas del centro educativo y, como ha hecho estos dos últimos días en San Agustín o en la capilla de los Maristas, recibía a diario la visita y las oraciones de los cientos de escolares que en aquellas aulas se educaron y se crearon un porvenir. Y ya se sabe que del roce, nace el cariño. Un cariño, en este caso, cándido e infantil, madurado con la experiencia de fe. Y por este y otros motivos, la Caridad es tan querida en la ciudad, como quedaba demostrado en su procesión de este sábado, muy esperada.
Un barrio que celebra su vitalidad
Las aceras de la calle Agua y de la calle Victoria, las primeras del itinerario, estaban rebosantes desde minutos antes, cuando llegaba en pasacalles la banda del Maestro Eloy García, de la archicofradía de la Expiración. El recorrido previsto iba a llevar a la Virgen por las más importantes vías de su barrio, entornos hasta ahora inéditos de la Cruz Verde, las Lagunillas o Cristo de la Epidemia, recibiendo alabanzas de corporaciones vecinas y otras instituciones relevantes. Y de los vecinos que residen en este histórico arrabal que celebra su vitalidad ya que aún goza de envidiable actividad gracias a que ha sido de los pocos que puede festejar haberse salvado de la piqueta.
Tras la cruz guía de la corporación, que se ponía en marcha a las 19.00 horas, un completo cortejo de hermanos con velas en el que también figuraban la bandera Marista y el estandarte de San Agustín. Algo más de un centenar precedían a la Virgen, junto a la presidencia en la que figuraban los últimos hermanos mayores (Alfonso Sell, Federico Fernández, Francisco Cantos y Cari Ledesma) escoltanto al actual, Álvaro Guardiola, los directores de los colegios, mayordomos de honor, y una representación de las órdenes religiosas hermanadas. Sobre el trono de la Virgen de la Victoria de la hermandad de la Pollinica de Archidona, cedido para la ocasión, venía la Caridad, rememorando su estampa más clásica de los años 50 bajo palio de malla, aunque sobre cajillo de orfebrería plateado.
Rodeada de un exuberante arreglo de flores variadas (nardos, rosas, cañas, azucenas, calas, hipericums o astromerias), la imagen abrigaba su espalda con su largo manto de procesión bordado en oro sobre terciopelo negro. Lucía, como estreno, la correa agustina presentada y bendecida el jueves y que es la primera obra salida del taller de bordados de la hermandad. Contrastaba sobre la saya de tisú de plata bordada, de la que se prendían, repartidos, los nombres de todas las imágenes marianas de su barrio: Gracia, Rocío, Merced, Monte Calvario, Fe y Consuelo, Sol... y en su mano izquierda, el antiguo ramillete de flores de Santa María de la Victoria, el mismo que lució la Patrona el último 8 de septiembre. En los encajes de su pecho, el corazón flameante y el sol con el anagrama 'Charitas'.
Aún en el patio de los Maristas, arrancaba los primeros metros con la inconfundible 'Ubi Charitas' de los tristemente desaparecidos Padre Gámez y Manuel Puyó, inefable profesor de música de Los Olivos. Tras un pequeño parón debido a un problema con un candelabro, aún en la calle Agua, le siguieron 'La Estrella Sublime', 'Nazarenos del Rescate' y 'María Santísima de las Penas', composiciones de marcado carácter alegre, porque el Amor quería hacer de esta extraordinaria una procesión, efectivamente, extraordinaria. Fuera de lo habitual de cada Viernes Santo, donde las notas fúnebres inundan de lágrimas el pentagrama por la muerte de Cristo. Otro ejemplo de ello, sin ir más lejos, las numerosas piezas de cera rizada que se disponían en la candelería que iluminaban su lánguido semblante.
Ambiente jubilar
Y dentro de este contexto, el itinerario iba completándose en ambiente jubilar. Las mecidas de los hombres de trono, al son de las campanillas de los cíngulos que pendían de las bambalinas, bajo los cedidos seis largos varales de la Humildad, así también lo evidenciaban. Con el hábito negro de cada Semana Santa, unos 300 portadores se repartieron en dos turnos durante la noche. La cofradía vio desbordadas sus previsiones y llegó a gestionar hasta medio millar de solicitudes, no solo de hermanos, también de cofrades de otras hermandades que querían prestar su hombro en una ocasión tan significativa.
Sin duda especial el paso por Lagunillas, la entrada a esta vía, con numerosísimo público en la curva, dada con 'Virgen de la Estrella', de Gámez. Y por supuesto, para los análes el recibimiento dispensado por la cofradía del Rocío. Allí, el trono avanzó por la plazuela de San Lázaro para encontrarse frente a frente con la Novia de Málaga mientras la banda interpretaba 'Puerta del Cielo', en un claro guiño de fraternidad y sonaba una sevillana interpretada por 'Luzma'. O el paso por las Adoratrices, donde sonó una Salve, o por la engalanada calle María, poco antes del paso por la casa hermandad del Calvario y del encierro en el Santuario de la Victoria, tras una prolongada semana fuera de su sede canónica, poniendo así el broche de oro a la celebración.