Historia
Setem Verba: el origen del sermón de las siete palabras
El Sermón de las Siete Palabras ha cambiado a lo largo de los siglos para derivar en los actuales oficios. Este es su origen y sentido inicial.

Cuadro que representa a Francisco del Castillo, sacerdote jesuita creador del primer texto del Sermón de las Siete Palabras. / L. O.

Estamos a pocas horas del inicio de la Semana Santa, unas de las principales celebraciones de la cultura cristiana. En la provincia de Málaga tiene especial relevancia, ya que penetra en todos los ámbitos y clases sociales, aunque ha sufrido cambios a lo largo del tiempo.
La Iglesia, la sociedad, las modas y las tendencias han ido modelando aquellos primeros actos de religiosidad popular en memoria de los últimos días de Jesús de Nazaret, según las Sagradas Escrituras. Asimismo, los cultos, en el seno de las parroquias, han mutado adaptándose a los tiempos. Algunos historiadores fechan en el siglo IV la conmemoración en la jornada del Viernes Santo en el seno de las iglesias, con celebraciones religiosas en torno a la Pasión de Jesucristo a través del Vía Crucis. Celebraciones en las que no toda la población era partícipe. Es a raíz de la aparición de las procesiones organizadas por las primitivas cofradías, a mediados del siglo XVI, cuando podemos decir que se inicia la Semana Santa.
En Málaga capital son las hermandades de la Sangre y Vera+Cruz y Ánimas de Ciegos las primeras en aparecer y comienzan a organizar procesiones de penitencia. Durante los días que componen el ‘Triduum Paschale’, término que se acuña hacia 1930, la Iglesia celebraba el Viernes Santo un acto que durante siglos fue el eje central del oficio de la Pascua Cristiana. Seguramente que habrán oído relatar la importancia y lo atrayente de este celebración a los mayores. Se trataba del Sermón de las Siete Palabras.
El origen
Se celebraba todos los Viernes Santo con una duración no menor a tres horas, por lo que también este acto fue conocido como el Sermón de las Tres Horas. Su origen hay que situarlo en la capilla de Nuestra Señora de los Desamparados de Lima, en Perú, a mediados del siglo XVII. Iniciativa del sacerdote jesuita Francisco del Castillo, al que se le conocía por ayudar a negros, indígenas, personas necesitadas o desfavorecidos y al que el pueblo bautizó como «el apóstol de los negros e indios». Este jesuita pronunció estas ‘Meditaciones para el Viernes Santo’ durante tres horas en el año 1660, comparando el sufrimiento de Jesús con los esclavos e indígenas, basándose en las siete últimas frases que pronunció Jesucristo una vez clavado en su cruz. Francisco del Castillo pronunció este sermón o meditación hasta el año de su fallecimiento en 1673 en Lima, a causa de una epidemia cuando contaba con 58 años. Tal fue la labor social y evangelizadora de este sacerdote, que está declarado ‘Siervo de Dios’ y ‘Venerable’, está actualmente en proceso de canonización por el Vaticano al atribuírsele milagros.
El también considerable venerable, el jesuita peruano Alonso Messía Bedoya, escribió un texto que fue titulado ‘Devoción de las Tres Horas de la Agonía de Cristo Nuestro Señor’ y que se extendió prácticamente por todo el mundo cristiano. Se publicó como libro en Sevilla en 1757, un año antes de morir el autor, aunque tras éste hubo algunas versiones. La de Messía se ejecutaba hasta mediados del siglo XIX.
La tradición del Sermón de las Siete Palabras se extendió por toda Sudamérica, Europa y especialmente por España, de mano de los jesuitas. En Valladolid y en Sevilla encontramos cofradías cuya denominación refiere a este acto, que hasta la primera parte del siglo XX tuvo gran impacto.

El crucificado que estaba en muchos municipios en el Altar Mayor tenia los brazos articulados y se descendía y ahí comenzaba el Santo Entierro / L. O.
Este acto llenaba las parroquias de toda la provincia de Málaga. En algunos casos los feligreses acudían con sillas desde su casa porque se ocupaban todas las localidades. Por norma general se acudía con vestimenta oscura. Los hombres con traje y las mujeres con los hombros cubiertos, falda o vestido por debajo de las rodillas y en muchos casos con un velo de color negro en señal de duelo por la muerte de Jesús.
En este acto se colocaba un crucificado en el centro del altar y un candelabro de considerables dimensiones llamado tenebrario. «Esta serie de prácticas religiosas y tradiciones ayudan a los fieles a prepararse para celebrar la Pascua de Resurrección. Esta fue también, la finalidad, del Sermón de las Siete Palabras o Sermón de las Tres Horas del Viernes Santo, las últimas de Jesús en la Cruz. Una manera de ir poco a poco, entrando en el gran silencio y oscuridad, de la muerte y sepultura de Jesús. A la par, enmudecían las campanas, se dejaba de cantar en la celebración, se apagaban poco a poco las velas del gran candelabro llamado tenebrario. Formas de expresar el amor en duelo de la esposa, la Iglesia, que espera la luz de vida nueva, que trae el esposo Resucitado, en la mañana de Pascua, pues su amor se ha sellado dando la vida por ella en la Cruz», define el Arcipreste de los Ángeles y párroco de Nuestra Señora de Fátima, José Luis Bellón Márquez.
El ‘Sermón de las Siete Palabras’, no desapareció sino que se integró en la actual homilía del Viernes Santo. Las celebraciones de los ritos y liturgia de la Semana Santa tras el Concilio Vaticano Segundo, que tuvo como objetivo la relación entre iglesia y el mundo moderno, «vuelve a renovarse desde las dos fuentes de su vida, la Sagrada Escritura y la Tradición, entregadas desde el mismo Señor, generación tras generación». Actualmente, en la jornada del Viernes Santo este único día del año que ninguna parroquia del mundo celebra la Eucaristía «sino los Oficios de la Pasión del Señor, donde, entre otras cosas, se proclama entre varios lectores, el relato entero de la pasión según San Juan, se venera con un beso un crucifijo tapado previamente con un velo, retirado en tres partes, ambos brazos y el cuerpo entero y se reparte la comunión de la consagración del Jueves Santo. Así se configura la meditación, ahora extendida en toda la celebración, de las siete palabras de Jesús, sus momentos finales clavado en la Cruz». Narra el arcipreste malagueño Bellón: «El objetivo de esta meditación es claro: iluminar el significado de la obra redentora de Jesús, inspirando a sus seguidores durante su vida y en el momento de la muerte, asumiendo también está Meditación de las Siete Palabras».
Haydn y las siete últimas palabras de Jesús
Esta partitura de Haydn fue un encargo para la inauguración de la Congregación del Retiro Espiritual de Cádiz, creada en 1730 con sede en el Oratorio de la Santa Cueva, en la Plaza Mina. Entre los fundadores estaban el sacerdote José Sáenz de Santamaría, Sebastián Martínez, el Marqués de Méritos y el Marqués de Ureña, amantes de la música que encargaron una partitura que acompañase a los textos del Sermón de las Siete Palabras. La primera versión data de 1787. Al año hizo un arreglo para cuarteto de cuerda y a los 10 reescribió la obra para solista, coro y orquesta. n
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