Saetas
'Saeta para dummies': claves para apreciar una buena saeta
“El canto hecho oración” es una realidad presente en nuestras procesiones que en estas líneas intentaremos analizar para que se conozca mejor, se aprecie y valore

Antonio de Canillas, en plena saeta durante la Semana Santa / La Opinión
Álvaro García Claros
Siempre que nos encontramos ante una situación nueva, de la que desconocemos su funcionamiento, podemos reaccionar de distintas formas bien mostrando un desinterés sin prestar atención bien procurando comprender su por qué y la finalidad de la misma. Entre tantos elementos que conforman una procesión de Semana Santa, entre tanta escultura, arte floral, música, iconografía en los tronos, la saeta pasa de puntillas entre la ignorancia, los oles y los aplausos.
Evitemos el uso de la tecnología
Sobrepasado el primer cuarto del siglo XXI, la saeta en Málaga ha abusado de la utilización de megafonía y el uso de micrófonos para amplificar la voz del cantaor. Es por ello que, pese a ser un cante que requiere de ciertas facultades vocales, su transmisión debe evitar el uso de altavoces que más que ayudar a que se escuche la saeta, puede llegar a perjudicarla con los llamados “acoples” de micro o saturación ante tonos agudos, que terminan por arruinar el momento que se busca. Las peñas, cofradías y entidades que la usan se amparan en que el saetero se encuentra lejos del trono o que la plaza es muy amplia. Frente a estas pobres excusas no hay que olvidar que la saeta es una flecha que se clava, una emoción surgida del corazón del saetero, profesional o no, cuyas tesituras, dejes, color, quejíos y sabor, poco cauce encuentran cuando se electrifica su voz. En definitiva, es un sentimiento que choca de frente con la tecnología.
La importancia del sitio donde cantar
Elegir el sitio para el saetero no es tarea baladí. En este caso, es la Hermandad la que tiene un papel protagonista porque al igual que elige las calles y plazas por donde discurre el paso de la Cofradía, elegirá el momento en que la cruceta musical se interrumpa para dar paso al íntimo momento de la saeta. Podemos distinguir dos ubicaciones tradicionalmente idóneas para lanzar el dardo sonoro: un balcón cercano y estratégicamente ubicado, no superior a la primera planta, evitando esquinas y cruce de caminos o a pie de calle, a veces entre varales, a la altura de la campana o discretamente desde un lateral.
Situar al cantaor en una tribuna o en un balcón de una plaza, por mucho encierro que sea, a no ser que haya un silencio sepulcral (cosa difícil en esta bendita ciudad) es una temeridad. El público, entre que no escucha y no respeta, mantiene un murmullo que “desangela” al cantaor más atrevido.
En caso de una saeta espontánea o contratada por un particular, se busca un balcón donde, puesto de acuerdo con la Hermandad, bajen el trono, deje de sonar la marcha o continúe con una leve palillería que adorna, en un momento dado, el cante. Históricamente, recuérdese Calle Lagunillas a mediados del siglo XX, por ejemplo, llegando el encierro del Rocío, cómo las familias pugnaban por subir a sus balcones a los saeteros más prestigiosos y mejor pagados y competían de balcón a balcón, llegando a lo que se llama “saeta a dos voces” o “a dúo”.
Prohíbanse saetas desde grúas u otros “artilugios tractomotores” que patéticamente han quedado para la posteridad en el Puente de la Aurora.

Saeta al Señor de los Pasos en el Monte Calvario a su salida desde San Lázaro. / Antonio Pino
¿Qué letras se canta?
El vasto cancionero flamenco recoge cientos de letras para describir la pasión y muerte de nuestro Señor. Son letras populares bien con pasajes evangélicos o sacados de la tradición católica que procesiona Málaga durante su semana de pasión.
En el patio de Caifás
entró Pedro y dijo así:
yo no conozco a ese hombre
ni su discípulo fui.
O esta otra:
Al son de roncas trompetas,
a la voz del pregonero,
el pueblo se escandaliza,
el pueblo se alborotaba
de la muerte amarga del Nazareno.
Podemos también escuchar letras expresamente dedicadas a las imágenes y que recogen la iconografía que representa. Esto se presta a, libremente, modificar el nombre de las advocaciones para adaptarla y así no necesariamente crear una saeta para cada imagen.
Existe también una difícil situación que se provoca cuando quien contrata o consigue al saetero, con la mejor de sus voluntades, escribe una letra de su no tan contrastada creación literaria. Los saeteros, avezados cantaores que han lidiado una y mil veces con el cante, se enfrentan a estas versiones bien alejadas de las clásicas saetas a que están acostumbrados con la incertidumbre de que no entre bien la medida o se falle en la simple vocalización de los versos.
¿Cuánto tiempo debe durar una saeta?
Creo que es una de las características que más repercuten en el resultado final del cante por saetas. Si hay algo más aburrido que una mala saeta es una mala saeta larga. La duración de una saeta depende del tipo de saeta que se cante. Sin entrar en divagaciones flamencólogas, podríamos decir que en Málaga se canta, desde los años 50 del siglo pasado la saeta malagueña, también denominada como la saeta de Antonio de Canillas, aunque dicho sea de paso no fue su creador. María la Faraona fue otra célebre saetera que dominaba este palo compuesto en una entrada por seguiriya que, tras un tercio de unión, cambia por martinete o carcelera. Esta saeta tiene la duración de dos cantes, por lo que su extensión no sólo puede llegar a enfriar el ambiente, sino los hombros de los hombres de trono y eso es sagrado a la vista de los tiempos que corren y la importancia que se le da a la figura del hombre de trono.
Otra adaptación que tiene la saeta es la utilización de la saeta corta, sólo por seguiriyas, muy del gusto de Jerez y de aquellos tronos que, frente al poderío vocal de la saeta malagueña, optan por restarle protagonismo (o sumarle, según como se vea), evitar oles y aplausos, y priorizar el paso del trono sin necesidad de pararlo o que se detenga por muchos minutos. Las cofradías de silencio o “más serias” están por añadir este tipo de saeta a su repertorio de elementos simbólicos como una pincelada popular a su exclusividad procesionista.
¿Es la saeta un palo flamenco o es folclore?
Aquí podemos contestar sin ambigüedades que la saeta es un cante flamenco. Si bien sus orígenes se pierden en salmodias judías y cantos litúrgicos, en el S.XIX desembocan en las llamadas saetas primitivas, antiguas y cuarteleras que se popularizaron tanto que llegaron a prohibirse por la Iglesia. Ya en el S.XX aparecen la saeta flamenca, donde cantaores flamencos la interpretan utilizando los palos como seguiriyas, tonás, martinete o carcelera para hacer llegar sus dardos a la sagrada imagen.
A mediados del S. XX con el auge la copla, grandísimas tonadilleras la incorporaron a su repertorio, dándole su sello cupletista y adaptándola a estilo, con interminables giros y adornos que se alejan del cante flamenco. Debido a la popularidad de la copla, esta versión de la saeta ha permanecido hasta hoy en día.

El cantaor Bonela Hijo interpreta una saeta / Álex Zea
El público debe callar. Silencio para el saetero
“Saber escuchar es un arte” el lema de la Peña Juan Breva de Málaga adquiere todo su sentido cuando hablamos del público que acude a ver las procesiones y se encuentra con un saetero en una calle. ¿Qué papel desempeña el público? Lejos de lo que se dé por sentado, en cuanto a que el público jalea con oles y aplaude la terminación de una saeta, lo que puede y debe hacer el público es guardar silencio. No hablar ni murmurar, guardar respeto por quien tiene el valor de levantar su voz y pelearse con el cante para rezar. La saeta no puede ser el pretexto para aplaudir a un trono que solemnemente procesiona. El silencio se contagia lo mismo que la algarabía, por eso ese respeto es fundamental para que el saetero pueda cantar en una “soledad” imaginada entre la multitud.
Llegados aquí, podemos apreciar cómo una Hermandad, un aficionado al cante que espontáneamente surja o un devoto que contrate a un saetero, tienen que tener en cuenta que no todo vale. Aspectos como evitar el uso de micrófonos, elegir el sitio adecuado y la letra, estimar la duración en coordinación con el paso del trono y, por último y no menos importante, el silencio del público, son fundamentales, siempre en coordinación con las cofradías, para crear el ambiente propicio de esta liturgia cantaora que es la saeta.
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