Rocío 2025
La misma fe pero con una procesión más corta: la Virgen del Rocío recorre un nuevo camino en menos de 10 horas
El salto a la reja de los almonteños tiene lugar a las 2.43, 15 minutos antes que en 2024 y llega a las 12:27, mucho antes que en otras ocasiones

Vídeo | Así ha sido la entrada de la Virgen del Rocío en su ermita / Hermandad Matriz de Almonte
Victoria Flores
A las 12.27 horas de la mañana de este Lunes de Pentecostés ha entrado en su ermita la Virgen del Rocío, después de estar nueve horas y 44 minutos recorriendo las calles de la aldea. Pese a que el recorrido ha sido más largo que otros años la Virgen ha volado entre las cabezas de los rocieros que no han parado de cantarle vivas y tocar palmas a su paso.
Antes, a las 2.42 de la mañana, 15 minutos antes que en 2024, llegaba la hora. Los almonteños no podían aguantar más y los primeros comenzaban el salto a la reja. Tras ellos iban todos, que quieren ser los primeros en ser sus pies y llevarla a la gente. En solo cinco minutos los hombres del pueblo sacaban a la Blanca Paloma y la plaza principal de la Aldea estallaba en palmas y vivas. Ahora sí, se hizo Lunes de Pentecostés.
Uno de los momentos de más tensión a lo largo de la madrugada se ha vivido en la puerta de la Hermandad de Villamanrique. Una discusión entre villorreños y almonteños en febrero en la ermita durante la peregrinación de invierno de los primeros hace que la Virgen, los almonteños, pase de largo sin girarse siquiera. Entre el público hay aplausos.
La Virgen vuela entre la bulla que empuja a su paso. Los más jóvenes de Almonte, que no llegan a la mayoría de edad, se abren hueco con sus camisas blancas abiertas y las gotas de sudor cayendo por todas partes. En Carrión, que cumple 100 años como filial, le ha esperado una lluvia de pétalos. El paso es incapaz de avanzar y cae hasta tres veces ante su puerta, pero los pétalos no han cesan y con cada levantá.
La bulla impide que nadie caiga
En Triana no cabe nadie. Las campanas repican mientras los almonteños intentan abrirle aire a su Virgen. “Arrastrad los pies que así no os caéis, no los levantéis”. Y el director espiritual de Triana comienza los vivas. “Viva la Virgen del Rocío” y Rocío llora. “Viva la patrona de Almonte” y Pablo toca el varal del paso, que aprieta contra el porche de la hermandad sevillana. “Viva la Hermandad del Rocío de Triana” y Rafa llama a su hija para que no se pierda nada. “Y que viva la madre de Dios” y los almonteños se la llevan, dejándolos a todos atrás embobados mirándola.
Hasta cinco veces se cae la Virgen en la calle Camaristas. Cinco veces que la calle, llena hasta la bandera, guarda silencio, cesan las campanas y estalla en aplausos cada vez que vuelve al aire. "Hay que agarrarse a las trabajaderas, que son para agarrar", recomienda uno de los almonteños a sus vecinos para que el paso no caiga más, pero la bulla dificulta el objetivo. "Aire". Cada cierto tiempo los hombres piden salir y, entre empujones, intentan abrirse hueco. Pese a los empujones y los golpes, hay quien sale con el ojo morado o el hombro salido, nadie se cae, la gente impide que eso pase, son demasiados.
Castillo de Loucubin, Valverde, Tocina… uno tras otro los simpecados de las hermandades que han podido ver ya a la Virgen vuelven a sus casas mientras otros como Palos de la Frontera o Toledo van en su busca. La Aldea se convierte en las primeras horas del día en un ir y venir de hermandades que llenan la calle entre cantos y palmas.
Nadie puede quitar la mirada
La Virgen se acerca uno a uno a cada uno de los simpecados de las filiales y todas rezan y gritan sus vivas. En cada uno de ellos cientos de personas se agolpan para verle la cara a la patrona de Almonte. "Ostras, qué cerca está", comenta una chica. Los niños vuelan para llegar a ella y cada vez que uno lo consigue, los fieles aplauden. Entre el público son varios los que hacen videollamadas para que incluso aquellos que no han podido venir, puedan verle la cara. "Papá, mira, mira, mira", grita una mujer a su teléfono mientras avanza hacia ella apartando a la gente sin siquiera mirar.
Nadie quiere perderse nada. Javi lo vive por primera vez y promete no perdérselo nunca más y Carmen sabe donde tiene que verla y donde tiene que ponerse. Entre los primeros está el sacerdote de origen asiático que acompaña a Villarrasa, que llama una y otra vez a la patrona de Almonte hasta que esta se presenta ante él y es incapaz de contener las lágrimas. "Llora mirando a la Virgen", le anima uno de los rocieros que le rodean.
La mirada de quienes se van con la bulla no está pendiente de quienes le rodean, sino que vuelve atrás para ver a la Virgen una vez más. No da tiempo a que la Virgen termine de pasar y los simpecados vuelven de nuevo a la carreta. La bulla se lleva a la gente y atrás quedan los zapatos, los chalecos y los relojes que los rocieros pierden porque prefieren verla a ella antes que otra cosa. "Vámonos, que si la miro, vuelvo otra vez".
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