Domingo de Ramos
Lágrimas y Favores: una oración pública por Manolo Galindo
La procesión de Lágrimas está marcada por la ausencia de su capataz, la voz que guiaba el trono y convertía cada paso en un acto de amor a la Virgen de Lágrimas

Miguel Ferrary
Ya no está. Las voces de los capataces suenan dando órdenes. Pero no es lo mismo. El trono de la Virgen de Lágrimas y Favores brilla bajo el sol de la tarde, ahuyentado el miedo a la lluvia. Pero algo falta. Los nazarenos, en filas larguísimas en lo que es un ejemplo de cuidado del corazón de una cofradía, se despliegan con efectividad y orden por las calles Calderón de la Barca, Fernán González y Cisneros. Pero hay un hueco. La sección de Lágrimas y Favores está en la calle. Pero se nota una ausencia. Manolo Galindo ya no está. El trono de Lágrimas se ha quedado sin esa voz inconfundible, con sus órdenes que hacían caminar al trono con enorme precisión en maniobras complicadas. Su túnica ha ido a los pies de la Virgen y seguro que habrá asistido desde el cielo a la procesión, pero aquí entre el mundanal ruido, el barullo de la salida, el público y la exaltación de un Domingo de Ramos que brilló, resonaba el silencio de su ausencia. Su falta quizás se hizo más presente entre los que lo conocían. Llevo diecinueve años cubriendo la salida procesional de Lágrimas, cada Domingo de Ramos desde que en 2006 salió por primera vez al recorrido oficial. Años en los que he visto los sinsabores de las suspensiones, la alegría de salir a la calle, la evolución del cortejo y del trono. Manolo Galindo siempre fue una referencia. De trato amable, ojo perspicaz y una autoridad sobre los portadores como poco he visto en otro trono. Un capataz de esa escasa estirpe que sabe dirigir el trono con pocas palabras. No fallaba. Su marcha en septiembre del año pasado fue un varapalo para la cofradía Fusionadas y la propia mayordomía de Lágrimas. Hoy se le ha recordado mucho. Lo he recordado mucho. Su hermano Antonio y la viuda de Escaño, hermano de la cofradía también fallecido, fueron los encargados de abrir las puertas de San Juan para el inicio de la procesión.

Lágrimas y Favores | Domingo de Ramos 2025 / Álex Zea
La procesión de Lágrimas empieza mucho antes de que se abran las puertas de la iglesia. Es con el himno 'Lágrimas de San Juan' cuando los nazarenos se ponen los capirotes en la abarrotada nave de la iglesia de San Juan. Los portadores se abrazan, bailan y cantan al ritmo de la marcha, sin dejar de mirarla a la cara. Le dicen cosas bonitas, se animan y hacen hermandad antes de salir. Unidos a la calle. Unidos se puede todo. Ese es el mensaje que siempre lanza esta mayordomía, que ha conseguido un grupo amplio y compacto, con sentido de pertenencia y sin egos.

PI STUDIO

Banderas, hombre de trono de Lágrimas y Favores / Álex Zea
Salida y entrada en el recorrido oficial
Con las puertas abiertas y las largas filas de nazarenos desplegados, comienza la maniobra de salida de Lágrimas. Este año se ha notado la inexperiencia de los capataces. Les ha costado un poco más cruzar el umbral. Ha sido la primera prueba para un equipo que tiene que sustituir a Manolo en la dirección. Aunque si algo ha enseñado Lágrimas y Favores es que la perfección no existe, pero sí el trabajo para conseguirla. Tras superar el dintel, rozando el saliente del techo de la iglesia con el escudo que remata el palio, el trono atravesó la calle Calderón de la Barca y Fernán González, dos vías clásicas en la mayordomía, donde merece la pena estar aunque sea una vez en la vida.

María Santísima de Lágrimas y Favores, en la calle San Juan / Álex Zea
En Cisneros se encontró con el regalo de una saeta improvisada. Cantada al pie del trono, con voz potente, sentida, sin alargarse en exceso. Directa al corazón y mirando a la Virgen. Los responsables de la hermandad no sabían su nombre, porque no estaba contratado. Era el regalo cantado que le hizo a la Virgen el abuelo de una nazarena de Lágrimas y Favores. Esa nieta puede estar orgullosa de cómo canta su abuelo.
La entrada al recorrido oficial se hizo con la música como protagonista. Dos marcha marcaron este momento. Las dos de estrenos: 'Lágrimas malacitanas', de Abel Moreno; y 'Rosario de Lágrimas', de Miguel Pérez, que se prodiga poco entre la música cofrade, aunque sus piezas marca época.
Esta crónica va por ti, Manolo. Un abrazo, Lourdes.
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