Domingo de Ramos

La Salud vuelve a repartir devociones desde La Trinidad

La cofradía llevó al centro histórico un cortejo compacto y preparado para un horario nocturno

La Virgen de la Salud entra a calle Trinidad desde Tiro

José Luis Pérez Cerón

José Luis Pérez Cerón

José Luis Pérez Cerón

Málaga

En un recóndito rincón del barrio de La Trinidad, aprovechando el Domingo de Ramos, alguien vació una vivienda. Entre los enseres, en el lateral de una nevera, un imán del Cristo de la Esperanza en su Gran Amor quedaba huérfano junto a otro del Cautivo y muchos enseres personales destinados ya al olvido. Pero, paradojas de la vida, el Cristo de Álvarez Duarte ya resonaba junto a la rampa de la Aurora haciendo renacer la devoción de sus hermanos. Este año en las calles, por fin, tras no poder vislumbrar nada más allá del pórtico de San Pablo más de doce meses atrás.

Con el objetivo puesto en la Catedral, sino de la corporación nazarena en su estación de penitencia, la hermandad se puso en la calle con las luces del día más serenas gracias al cambio de horarios. Con un completo cortejo nazareno, bordeaba la calle Trinidad la Virgen de la Salud mientras una familia le lanzaba una petalada. En ese pequeño espacio de la calle Tiro, una mujer lloraba desconsolada mientras la banda de La Paz interpretaba 'Mi amargura', un clásico al que sucedió 'Puerta del cielo'. Detrás de la Dolorosa siempre acompañan milagros particulares e innumerables muestras de agradecimiento.

Saetas

Con la luz del atardecer anaranjado contrastando con la torre de la iglesia de San Pablo, la saetera LuzMari cantó la primera de las dos interpretaciones a la Virgen que se pudieron escuchar entre la vera del río y la peña trinitaria. Como suele ser habitual, el trono lucía un variado exorno floral mezclando el blanco y el color champagne.

En la diagonal del puente, el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor descendía a paso corto, a tambor con el acompañamiento de la banda de cornetas y tambores del Cautivo. Lucía completas y acabadas las cartelas realizadas por José María Ruiz Montes, un trabajo por el que, conociendo los plazos, merecía la pena esperar. Aún frescos, en palabras de sus hermanos, la procesión unía ya el barrio y el centro en una escena que muchos esperaban ya desde ambas aceras del puente. Se agradece poder ver, ya desde el primer día, cortejos así.

Con la sección compacta por la triple confluencia de Huerto, Prendimiento y Salud a la entrada de calle Cisneros, los más pequeños se afanaban por entregar las estampas con la efigie del Señor. La misma que en la otra orilla había sido abandonada hoy era rescatada por cientos de manos que la guardan con mimo.

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