Semana Santa Málaga

Zamarrilla llena las calles de sueños cumplidos

Los titulares salen a una calle Mármoles completamente llena de público que los espera y los vecinos los reciben lanzándole rosas desde los balcones

Zamarrilla | Jueves Santo 2022

Álvaro Cano

Álvaro Cano

Cuando a un malagueño le dices calle Mármoles y no es capaz de ubicarse, seguro que lo arreglas diciendo “La calle de Zamarrilla”. Y no solo porque en ella se encuentre la pequeña ermita que cobija a los titulares de esta hermandad, sino porque cada Jueves Santo, las aceras de esta gran avenida se llenan de público para asistir a la salida de esta popular hermandad.

El Señor de los Milagros toma la calle a eso de las ocho y media de la tarde arropado por miles de devotos que lo reciben a su paso. Desde los balcones de ambos lados de la calle caen claveles y pétalos de rosa que convierten en un arcoíris de flores el monte de lirios morados que besa la cruz del imponente crucificado de Palma.

Pero si con alguien se desvive la calle que hace de frontera entre la Trinidad y el Perchel es con su Virgen de la Amargura. Nada más salir a la amplitud de Mármoles, los músicos entonan la marcha por excelencia de la dolorosa: ‘Rosa del Jueves Santo’. El público queda en silencio para esperar el cante de los hombres y mujeres de trono que llevan a la Virgen de la Rosa en el pecho.

La Virgen avanza comiéndose las calles con sus bambalinas que se mecen de un lado a otro. El viento intenta sin éxito apagar la candelería que ilumina el rostro de la dolorosa que mira al cielo como queriendo ver a todos aquellos vecinos que se asoman a sus balcones para recibir a la mejor de sus vecinas.

Apenas han pasado unos minutos desde la salida de la Virgen y ya se han vivido momentos de gran emoción. Los vivas a la Virgen de Zamarrilla de una señora. La sonrisa de una devota que camina delante de Ella mientras retransmite para la radio lo bonita que avanza su Virgen. El sentimiento compartido de un padre y una hija que por primera vez acompañan a su Virgen juntos, bajo los varales.

Rocío no se lo cree. Después de tantos años soñándolo, al fin lo ha conseguido. Se apuntó por primera vez en la lista de espera para portar a la Amargura en cuanto cumplió los 18 años, pero la pandemia no le dejó cumplir con su deseo más ansiado. Este Jueves Santo, dos años después, Rocío puede decir que sus pies son los de su Virgen, la de su familia, y que con ella, en el varal de al lado, la acompaña su padre. Con él siempre lloraba cogidos de la mano cuando su Virgen regresaba a su ermita. Esta vez, sus lágrimas no mojarán el antifaz del capirote, pero sí el de los faldones del trono con el que tantas veces había soñado.