Semana Santa Málaga

La clave de la Esperanza

La pasión de los portadores del Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza se convierte en el ingrediente clave del paseo de los titulares por la plaza de Doña Trinidad

Ana Barranco

Paralelo al lujo y la ostentosidad de la calle Larios, existe un estilo de vida opuesto, unas barriadas en las que no siempre el suelo está reluciente y en las que seguramente en alguna zona falte algún ladrillo, por decirlo así. 

En la plaza de Doña Trinidad, en una de sus esquinas, se localiza un edificio que por fuera mantiene el anonimato de su causa. Sin ningún tipo de letrero que lo anuncie, alberga un convento cuyas habitantes dedican sus días a ayudar a niños y niñas a los que la vida les ha privado de ciertas oportunidades. 

Hoy, a sus puertas, se ubica una virgen dolorosa que llama la atención de todos los que pasan a su lado. No lleva pendientes de oro ni un rosario de perlas blancas pero tiene un rostro amable al que muchas madres acercan sus bebés.

Las aceras se van llenando cada vez más de curiosos para ver la cofradía de la Esperanza, que en breve tiene previsto procesionar en su paso hacia calle Mármoles. 

Es el olor a romero, son las túnicas de color verde las que tienen un algo especial, el anuncio de que llega algo grande. Por uno de los laterales de la plaza, un terreno vacío en el que aun no hay edificios, se intuye la llegada del Nazareno del Paso. Se nota cuando los portadores tienen pasión, sin una sola cara de disgusto se aventuran a dar la curva sin parar, la que algunos de los feligreses califican de "matadora". La luz del cristo son los niños, unas pequeñas tallas de rostro alegre que hacen la función de faroles en las cuatro esquinas del cajillo. 

La misma alegría y sobre todo las ganas que se perciben al acercarse el trono de María Santísima de la Esperanza Coronada. Es ella, no puede ser otra. Una imagen que resalta y cuyo alrededor se convierte en un acertijo de símbolos para el espectador.

Uno de ellos sin duda es característico, un bordado que representa la Anunciación, el momento en el que María, sin dudarlo, pronunció ante el arcángel Gabriel: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra".