Cientos de nazarenos verdes, morados y burdeos acompañaron ayer a los titulares de Nueva Esperanza y las Penas. Dos dejemplos de cofradías señeras, con encanto y cada vez apuntando más alto. La del barrio de Nueva Málaga camina durante 12 horas y casi siete kilómetros para celebrar una fiesta devocional. Mucho más cerca está las Penas, que avanza lento y con medida sin importar la velocidad de las agujas del reloj. Exigencia y gusto exquisito la de esta cofradía que da ejemplo cada año sobre cómo catequizar en la calle

Nueva Esperanza | Un barrio, un nazareno

Nueva Málaga es uno de los barrios más populosos de Málaga y, a aquellos que creen que fuera del Centro y de los núcleos históricos no puede prender la semilla cofrade ayer debió de picarles la nariz, porque la salida del Nazareno del Perdón y la Virgen de Nueva Esperanza fue, como casi siempre, apoteósica. Miles de vecinos del barrio se agolpaban pasadas las 15.30 horas de la tarde en la triple rampa que conduce a la avenida Carlos Haya, formada por Castillejos, Magistrado Salvador Barberá y Carril de Gamarra. Era la hora.

El Martes Santo nacía al procesionismo y los nazarenos de túnica morada se derramaban por la calle saliendo desde la parroquia de San Joaquín y Santa Ana. Metros más arriba, y con los ciriales delante, el Nazareno del Perdón se hacía a la calle sobre los hombros de 210 hombres. Sin estrenos, pero con la tarde por delante como testigo, el Señor de Nueva Málaga salió de la casa hermandad con el Himno Nacional, y acto seguido la agrupación musical Jesús Cautivo de Estepona interpretó Perdona a tu pueblo para dar la curva de bajada.

Luego vino la explosión cofrade, la vía dolorosa con Nueva Málaga volcada. El Señor que soporta la cruz, y a mediados de Magistrado Salvador Barberá el trono bailando con los sones de Virgen de la Paz. Meciendo rápido, a ritmo frenético, casi, y parando en seco cuando tocaba. Un goce para los sentidos. Estallido de aplausos, y el Nazareno sigue bajando hacia el recorrido oficial. Para la curva hacia Carril de Gamarra Reo de Muerte. Espectacular de nuevo el giro. Ya acabado, paso rápido a tambor para recuperar distancia. Vivas y aplausos fueron la tónica habitual.

La Virgen de Nueva Esperanza se alza simultáneamente en la casa hermandad y a palillera emboca la puerta. Una saeta antes de salir, otra rúbrica única de esta cofradía, un toque de distinción. Son las cuatro y pico y la candelería está encendida. Hace sol, pero la Virgen brilla más. Sale con el Himno Nacional, y en seguida la banda de música de Jesús Nazareno de Almogía, dirigida por el incombustible Paco Haro, interpreta la marcha dedicada a la dolorosa que lleva su mismo nombre. Aplausos en la curva de salida. Este año, el trono estrena la tordilla del palio y el terciopelo. El exorno, idéntico al del Cristo, muy acertado: liatris, alium, anthurium, rosas, dendrarium y calas, todas las flores con tonos morados. El Señor llevaba, además, monte de musgo.

Éste es el recorrido más largo de la Semana Santa, con 6,6 kilómetros, pasando, por cierto, por Carretería: en total, unas 15 horas de desfile, de tal forma que, por ejemplo, cada uno de los 240 hombres de trono de la Virgen soporta 15 kilos. Este año, el cortejo volvió a ser un espectáculo, sin que apareciera la lluvia. En la Tribuna de los Pobres, el Señor hizo su tradicional pulso hidráulico con las marchas Flagelación y Coronación de Jesús. Un año más, de diez.

Penas | Dos joyas imponentes

El tiempo se para en la plaza de la Virgen de las Penas. Así como antaño lo hacía en San Julián, parece como si esta delicada hermandad llevara toda su vida saliendo del Oratorio que la cobija. Expertos en recuperar entornos y en buscar el detalle, los hermanos de esta corporación nazarena se saben exquisitos y lo llevan a gala.

Pese a que a muchos no les guste la expectación que crea el manto verde de la Dolorosa, verla avanzar y dejar tras de sí ese olor a jardín del paraíso hace que se pare el tiempo. Solo unos portadores experimentados como los suyos pueden hacer bailar ese palio que hace que el reloj se detenga el Martes Santo. Eslava Rubio talló a una imagen de edad, bella y reina para sus cofrades. El trono en el que va hace de caja para la joya que va sobre él. Ayer, piñas de claveles con base de hojas de naranjo ponían el broche.

Panaderos es otra de las calles que esta sabia cofradía ha sabido recuperar. Ver avanzar al Cristo de la Agonía por esta adyacente de la Alameda y más, desde un balcón, es un regalo para los sentidos: el incienso aún llega, los sones de la banda de cornetas y tambores de la Esperanza te acunan y los ojos se humedecen al ver, imponente, al crucificado. Otra joya la que lleva por trono el otro titular de la hermandad, con los cuatro evangelistas de Navarro Arteaga acompañando a una imagen cargada de simbolismo. Cada uno de ellos merecería un trono.

La cofradía, que no deja de innovar, ayer se lució con un monte de gerberas burdeos y casi telarañas silvestres coronadas por una calavera. Imponente, el Señor avanzaba inmóvil. Más tarde, en San Agustín, misticismo en estado puro. Silencio y recogimiento ante un público selecto, exigente y respetuoso. Solos de corneta y palillos en la caja del tambor. Una saeta improvisada y largos cirios color tiniebla alumbrando al hijo agonizante. Tras él, diez cruces que quieren compartir el sufrimiento, novedad de la noche del Martes Santo. A paso lento y acompasado, la Virgen de las Penas. Suerte de devotos y cofrades los que la tienen por Madre.