Semana Santa Málaga

El Rico deja un sabor malagueño a su paso por las calles

La hermandad camina con gran elegancia hacia la plaza del Obispo para liberar al preso

Rico | Miércoles Santo 2022

Álvaro Cano

Álvaro Cano

La cofradía del Rico en la calle podría considerarse la perfecta definición de malagueñismo. Sus tronos completamente dorados y coronados con tulipas de color caramelo recuerdan a la estética de las procesiones de décadas atrás.

Jesús ‘El Rico’ es además una imagen que mantiene la estética pura de la Semana Santa malagueña. Su melena de cabello natural, la corona de espinas de orfebrería dorada y su túnica de cola rematada con puños de encaje nos hace revivir estampas añejas que se perdieron en nuestra ciudad a causa de la Guerra Civil.

El acompañamiento musical está a cargo de la Banda Sinfónica ‘Virgen de la Trinidad’ que aporta un toque de elegancia. El Rico es una de las pocas imágenes cristíferas de la ciudad que mantiene una banda de música tras el trono.

El sol se refleja en el cajillo de oro del Nazareno como dándole protagonismo a la cruz roja de Santiago, guiño a la sede canónica de la hermandad. El Rico es recibido en la calle Postigo de los Abades con un gran aplauso del público que lo espera allí antes de su llegada a la Plaza del Obispo donde liberará, como marcan los estatutos de la cofradía, a un preso.

El Señor torna su cabeza hacia la derecha como queriendo mirar a todo los malagueños que lo admiran desde la trasera de la catedral, resguardándose del sol que hace sudar a nazarenos y hombres de trono. Poco a poco avanza hasta introducirse en una acotada calle Postigo de los Abades hasta llegar a la Plaza del Obispo envuelto en una nube de incienso.

Con la marcha ‘Alma de la Trinidad’ interpretada por la Banda de Música de Nuestra Señora de la Soledad de Mena, la dulcísima Virgen del Amor llegaba a la cortina del muelle. El aire que mecía las palmeras del museo de la Aduana al mismo ritmo que las barras de palio del trono de la Señora, apagaba las velas de la candelería que apenas aguantaban unos minutos encendidas.

Aún así, la dolorosa de Dubé de Luque no necesita una candelería para dejar ver su abrumadora belleza. El sol de la tarde se refleja sobre ella potenciando el color rosado de sus mejillas que contrasta con la piel pálida de la Virgen. Su pelo se asoma a ambos lados del rostrillo como queriendo escapar de los alfileres que sujetan los encajes que enmarcan el rostro de la imagen dotándola de gran naturalidad.

La calle Postigo de los Abades se llena del humo del incienso para recibir a la Señora que avanza bajo su palio ochavado. Algunos pequeños se asombran del impresionante tamaño del trono: “Mamá, este es más grande que el del Cristo”, y mientras quedan boquiabiertos por el paso del trono, la Virgen se aleja poco a poco hacia la Plaza del Obispo para liberar al preso junto a su hijo, y cumplir con la tradición de cada año.