Cientos de personas se han amalgamado esta tarde, al filo de las seis y media, en los alrededores de la Iglesia de San Juan para seguir in situ el inicio de la estación de penitencia de la hermandad del Cristo de la Redención y Nuestra Señora de los Dolores. El cielo estaba nublado pero, al parecer, no hay amenaza de lluvia este Viernes Santo, por lo que esta corporación nazarena ha podido iniciar, con su sello característico de silencio riguroso y fervor, su procesión. Solo falta que las previsiones acierten y que no cambie todo de forma rápida, como ocurrió ayer.

Todo en esta hermandad es estética sustentada en la tradición, en una mirada al pasado que hunde sus raíces en la herencia nazarena que ha pasado de padres a hijos. La salida, como siempre, es una cumbre de la Semana Santa malagueña, por la estrechez de la puerta de la parroquia, que obliga a los tronos a realizar maniobras muy ajustadas y vistosas.

A las seis y veinte de la tarde se han abierto las puertas y han comenzado a salir los nazarenos del Señor, de negro y esparto rigurosos y en medio de un gran silencio. Van un centenar de nazarenos en cada sección, mientras que el Señor es portado por 120 hombres y la Virgen, por 140. Se trata de nazarenos experimentados en el silencio y así lo dejan claro cada Viernes Santo.

Viernes Santo | Dolores de San Juan

Viernes Santo | Dolores de San Juan

Una vez que los nazarenos estaban en la calle, ha comenzado a sonar una pieza sacra de la capilla musical y el Cristo de la Redención ha iniciado su avance hacia la puerta de la iglesia en el impresionante trono del malagueño Ruiz Montes, catequesis en la calle. Luego, silencio para salir, sólo se ha escuchado la experta voz del mayordomo para hacerse a la calle y maniobrar en una curva mínima pero muy bien dada. Ya en la calle, el Cristo ha ganado metros con la capilla musical. Tras Él, los penitentes, portando cruces en riguroso recogimiento.

Una vez que la sección de la Virgen había avanzado lo suficiente, la capilla musical que la precede interpretó otra pieza de música sacra. El silencio seguía mandando en la parroquia de San Juan. Luego, el trono de la dolorosa ha iniciado la compleja maniobra de salida, cómo no en silencio, a la sola voz del mayordomo y los capataces, sin excesos, con elegancia suprema, como el espíritu de la hermandad.