El jolgorio de los niños que aplaudían la entrada del Señor en Jerusalén ya cesó. Los vivas al Cautivo y a la Novia de Málaga ya quedaron atrás. Los aplausos y las saetas acabaron. Todo se ha consumado, el Señor yace muerto sobre el sepulcro y Málaga guarda silencio ante su imagen.

Tambores roncos tras la cruz guía anunciaban el carácter fúnebre de la hermandad oficial de la ciudad. Nazarenos de negro con la cruz de Jerusalén bordada sobre los antifaces llenan las calles con cera color burdeos. Pero solo es cuando el trono se aproxima que el público toma conciencia de lo que representa esta hermandad y del luto y la penitencia que requiere. Se pide silencio desde las aceras y entonces las conversaciones cesan. Solo se escuchan murmullos y la marcha fúnebre que la banda municipal de la ciudad interpreta tras el trono.

Es en ese momento cuando todas las miradas se centran en el enorme trono que realizara Moreno Carbonero. El catafalco de grandes dimensiones sirve de sepulcro para el cuerpo sin vida de Cristo cubierto sólo por un fino sudario de encaje que parece, intenta quitarle el frío de la brisa y del mármol sobre el que reposa. Cuatro hachones con velas burdeos custodian la imagen que casi sin verse logra sobrecoger los corazones de todos los malagueños. Los niños se ponen de puntilla y envidian a los privilegiados que desde los balcones son los únicos que pueden ver al completo al yacente. La marcha fúnebre cesa y no hacen falta tambores para marcar el paso. El enorme retablo andante trae consigo una representación gráfica que nos ilustra sobre la pasión muerte y resurrección de Cristo, y en él encontramos personajes bíblicos como los doce evangelistas que aparecen representados en las cabezas de varal.

Cuando el Señor pasa, las conversaciones se retoman, los niños vuelven a pedir cera y todo el ambiente que se había construido previamente se rompe con la ausencia de los titulares. El público que allí espera se lamenta por las faltas de respeto de algunos que no comprenden la importancia de mantener el orden en un acto religioso y continúan pidiendo que se haga el silencio. Pero entonces, María llega y todo eso deja de importar. El incienso y el aroma de las flores llenan el ambiente. El público calla de nuevo y queda boquiabierto ante la majestuosidad del conjunto procesional de Nuestra Señora de la Soledad.

Viernes Santo | Santo Sepulcro

Viernes Santo | Santo Sepulcro

La candeleria alumbra su rostro apenado y el ruido de las bambalinas del palio de malla resalta sobre los redoble roncos del los tambores de la banda de música de la archicofradía de la Esperanza. Suena 'La Quinta Angustia' tras el manto negro de la dolorosa que se aleja poco a poco. Y de nuevo el silencio se rompe. Todo se ha consumado. Cristo ha muerto y Málaga ya espera su resurrección.