Viernes Santo

Dolores de San Juan: la imposición natural del rigor y el silencio

La archicofradía contagia con su carisma al público que acude a la feligresía a ver el paso de la procesión, que sabe perfectamente a lo que va y como tiene que comportarse ante tan fúnebre cortejo nazareno - El Cristo de la Redención abraza a Málaga más elevado en su monte de lirios de penitencia

Ignacio A. Castillo

Ignacio A. Castillo

Mucho se habla de los vencejos en Semana Santa pero en ninguna otra parte se escuchan como en la feligresía de San Juan cada vez que es Viernes Santo. Porque antes incluso de que la archicofradía de ruán revestida plante su cruz guía en el dintel del templo para iniciar su estación de penitencia, el público ya guarda silencio, como en ‘modo avión’, plenamente consciente de lo que está a punto de contemplar y disfrutar. Dolores impone su rigor con total naturalidad, sin imposturas, sin exageraciones. Y esas cosas marcan hasta el ambiente.

No fue puntual el reencuentro. Con unos diez minutos de retraso se echaba a andar la procesión. En una cercana terraza de copas seguían a lo suyo, sin miramientos, mientras se desplegaba la penitencia. Las cosas son muy distintas a hace unos pocos lustros. Cuestión de respeto y educación, nada más. Y nada menos. Pero esto no podía empañar el gusto con el que el Cristo de la Redención hacía la maniobra de salida, encaraba la rampa y se ponían de cara abrazando la calle principal de la collación. 

Más elevado, más esbelto, aún más elegante y ya es decir, el Crucificado de Miñarro dormía su dulce muerte sobre Calvario de iris penitenciales y a sus pies, un monumento neoclásico itinerante. Los cuatro jinetes del Apocalipsis de cada esquina caen derrotados ante la cruz victoriosa. 

Salida de Dolores de San Juan este Viernes Santo

Ignacio A. Castillo

Suena la flauta, el oboe, el clarinete y el fagot y avanza de memoria sin necesidad de redoble que marque la mecida, y tras Él, la sección de cruces de penitentes que anteceden a los cirios que iluminan el camino de la Virgen, Reina del Dolor contenido de San Juan, con el clavel más clásico y mejor puesto en sus ánforas. 

Su trono es un himno mariano, un bello canto de letanías lauretanas, un palio esbelto de airosa y, a la vez, contundente crestería, y un manto que es una constelación que abriga su espalda. 

Como cada año, los archicofrades se dirigieron, en primer lugar, al convento de las Hermanas de la Cruz en la plaza de Arriola, y luego a la Tribuna en su camino hacia la Catedral a hacer estación de penitencia, donde la cofradía pudo acceder completa, y como marcan también sus estatutos, adorar la Santa Cruz.