Algunos alimentos pueden provocar reacciones adversas en el organismo, como diarrea o estreñimiento, dolor de cabeza, hinchazón abdominal, dermatitis, asma, eccema o síndrome de lágrimas secas, entre otras. El organismo responde así por una alergia o una intolerancia hacia un alimento. Aunque aparentemente similares -de hecho se confunden con frecuencia-, son dolencias distintas. La primera se caracteriza por la rápida respuesta del cuerpo a la ingesta de un alimento o a uno de sus componentes, que despierta el sistema inmunológico. Por contra, la intolerancia alimentaria afecta al metabolismo pero no al sistema inmunológico.

Ejemplos de este tipo son las intolerancias a las proteínas de la leche, el huevo, la soja, las pimientas o el gluten. «A diferencia de las alergias, que las trata la medicina, las intolerancias no reciben la importancia que tienen. Hay muchos médicos detractores pero otros, cada vez más, están tomando conciencia, sobre todo en Francia», señala la doctora Ana Azanza, que sitúa el origen de muchos de estos problemas en la infancia, aunque igualmente se pueden presentar por la práctica intensa de ejercicio físico, el elevado y continuado consumo de medicamentos, el estrés e incluso después de un embarazo. Las mujeres la padecen en mayor número que los hombres; en cambio, en edades tempranas, afecta más a los niños que a las niñas.

Por su parte, la edad actúa negativamente es decir, las personas mayores tienden a tener más intolerancias que las jóvenes, según apunta la dietista y especialista en medicina estética. Para conocer los alimentos que producen intolerancia y que generalmente «son aquellos de los que más abusamos», recalca la especialista, se ha de realizar un test consistente en un análisis de sangre. Una vez conocidos esos alimentos, se suprimen de la dieta durante unas semanas y se toman unos complementos para recuperar la flora alterada del intestino.

«La persona mejora y transcurrido un tiempo puede volver a consumir esos alimentos de forma comedida», apunta la dietista. Si bien los lácteos, por las proteínas de la leche, tienden a desarrollar intolerancias, existen otros productos que pueden sustituir a la leche de vaca. Son las de arroz, soja o almendra.