¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI todavía haya personas, incluidos médicos e investigadores, que sostengan la existencia del orgasmo vaginal cuando está demostrado que se alcanza por la estimulación del clítoris?

Tradicionalmente se ha buscado la justificación del coito. Y seguimos en el mismo punto de partida. El clítoris, órgano que «no sirve para nada más que para el placer», sigue siendo un gran desconocido. Y ya se sabe, lo que desconocemos nos suele dar pavor€ Explicar que no existe el orgasmo vaginal es hacer tambalear los cimientos de nuestra sociedad, una sociedad falocéntrica y coitocéntrica.

En una clínica americana inyectan colágeno en el punto G para aumentar su tamaño (a un precio de casi 2.000 euros) y, al parecer, aumentar así el placer en la penetración. ¿Qué le parecen estas intervenciones?

Ya expliqué en mi libro El otro lado del sexo lo que opino al respecto. Resumiendo, te diré que la localización del punto G no la facilita un mayor o menor volumen sino una predisposición mental a gozar con su estimulación. No es un asunto fisiológico sino de permisividad al gozo. Por cierto, el punto G no es un punto, es una amplia zona de muy fácil reconocimiento y que no requiere estudios de ginecología. Con relación al negocio de inyectar colágeno, ya sabemos que, hoy en día, más que liberadas sexualmente, a las mujeres nos han convertido en consumidoras de elementos sexuales.

Una de las primeras cosas que se deduce de su libro es que conocer y amar el propio cuerpo es el primer paso y definitivo para seducirse a uno mismo y a los demás. Sin embargo, el mensaje que recibe la mujer a diario desde las revistas y la publicidad es que es algo defectuoso que hay que reparar con cremas, dietas y cirugías. ¿Cómo luchar contra esa enorme presión?

Primero, hay que saber que la publicidad está en nuestra realidad social para decirnos lo que nos falta y no lo que tenemos. Y segundo, que como te decía antes, la prioridad del mercado no es nuestra liberación sino nuestro consumo. ¿Cómo luchar contra eso? De partida, sabiendo esto.

El sexo es tan natural como el comer pero muchas de sus cuestiones básicas son desconocidas por hombres y mujeres. ¿Implantaría una asignatura en los institutos?

El sexo es natural en los pulpos. En nosotros, es una actividad infinitamente culturalizada, fundamentalmente porque todo el peso moral al que lo hemos sometido ha llegado a través de la cultura. Eso explica que aproximadamente el 95% de los casos de anorgasmia no tengan una base orgánica. Sí, implantaría una asignatura impartida por sexólogos.

¿Por qué las mujeres no hablan tan libremente de la masturbación?

El gozo femenino no puede ser autónomo, sino subsidiario de un elemento externo, normalmente un pene con un varón pegado€

Al contrario de lo que la sociedad nos dice, en su libro no otorga un gran poder a la belleza física a la hora de seducir. ¿Le damos demasiada relevancia a nuestras carnes?

No le otorgo una gran importancia a la belleza porque no la tiene en absoluto. La belleza te puede servir para ligar o atraer silbidos, pero para la seducción no es algo reseñable. El no tener una gran belleza forma parte de la virtud del seductor. Acuérdate, por ejemplo, de Ricardo III de Shakespeare, que, además de feo, era malo. Y sin embargo, sedujo a la mujer a la que él había dejado viuda en el entierro de su difunto.

Me ha gustado especialmente el capítulo dedicado a la imaginación en el que afirma: ´el deseo es, en definitiva, literatura, un relato literario personal e intransferible´. ¿Son los relatos de los hombres más sencillos que los de las mujeres? ¿Necesitan ellas más fantasía o es un prejuicio?

Sí, es cierto que los hombres son más sencillos porque ellos vienen tradicionalmente manejándose en el mundo del deseo, mientras que en nosotras se ha abierto una distancia mayor entre lo que queríamos hacer y lo que éramos capaces de imaginar. Hemos cuidado mucho, desde muy antiguo, los relatos de nuestras fantasías y eso nos ha dado una mayor capacidad literaria que a ellos. Es algo que posiblemente en nuestra tarea de equiparación acabemos perdiendo.